Esta semana será de abundante información económica. En México, se publica hoy la balanza comercial a junio, la cual ha sido muy importante en este año porque compensa el estancamiento del consumo y el desplome de la inversión, y por ello, aunque hay una caída generalizada de la economía, tenemos datos ligeramente positivos en el crecimiento. Esto se confirmará con la estimación oportuna del PIB, que también se publica en la semana. Supongo que será el tercer trimestre con un crecimiento menor a 1%, y muy probablemente el promedio de los tres ronde medio punto porcentual, pero ya lo sabremos.
El comportamiento de la balanza comercial en lo que va del año es atípico, y es producto de la locura arancelaria de Trump. Desde noviembre, cuando ganó la elección, las empresas estadounidenses incrementaron notablemente sus importaciones, en previsión de esa locura que efectivamente ocurrió. Antes de que se les complicara la vida, quisieron acumular inventarios, y eso ayudó a los exportadores, incluyendo a México. En consecuencia, hemos tenido seis o siete meses de exportaciones superiores a lo normal, con el resultado que antes mencionaba: compensan la caída de la economía interna.
Hoy también se dará a conocer la situación de Pemex en el segundo trimestre, que seguramente será de interés para quienes estén pensando en aprovechar el vehículo especial de inversión que Hacienda anunció la semana pasada. Al final, ese vehículo está respaldado por el gobierno, de forma que si Pemex sigue perdiendo dinero, como ya es costumbre, no importa tanto, pero el ritmo de pérdida sí puede convencer a algunos de aprovechar de una vez, antes de que las cosas se compliquen más.
Para nosotros, los que pagamos impuestos, los resultados de Pemex nada más nos ilustran acerca de cómo queman nuestro esfuerzo en tonterías. Lo mismo que los tres elefantes blancos del gobierno anterior, es dinero perdido. Seguramente veremos varias comparaciones de cuántas medicinas pudieron comprarse con lo que hundimos en Pemex, o cuántas escuelas, o cuántos recursos podrían destinarse a la seguridad. Al final, no le importa a un gobierno que tiene la convicción de que así deben ser las cosas.
A nivel global, el viernes vence el plazo de Trump para la nueva ronda de aranceles, que tal vez vuelva a mover. Con la amenaza de esa fecha, ha ido firmando arreglos que él llama acuerdos comerciales, pero que no son otra cosa que un arancel general para cada país. No ha habido negociaciones de reglas de origen, de compras de gobierno, de mecanismos de resolución de disputas, nada. Es solamente imponer un arancel general.
Quienes creen que Trump es un genio, ajedrecista de diez dimensiones, como creían aquí del inútil que ocupó la presidencia hasta hace poco, están emocionados con esos arreglos. No alcanzan a percibir el impacto negativo que el alza de impuestos tendrá sobre el consumidor estadounidense y sobre la producción global. Mucho menos se dan cuenta de que la combinación de decisiones provocará lo que los economistas llaman “desviación de comercio”, que implica que se termina comprando a quien es menos eficiente, por alterar los precios relativos.
Se anunció ayer que la tregua arancelaria con China se extiende tres meses, y eso debe ayudar a que no sea mayor la incertidumbre en la semana, pero puede ocurrir, como cuando el Día de la Liberación, que el incumplimiento del plazo del 1 de agosto y los niveles arancelarios que se van acumulando, finalmente provoquen nerviosismo en los mercados.
Entonces, aunque sean vacaciones y nuestros funcionarios estén aprovechando la parte de los impuestos que no se perdieron en incompetencia gozándolas a cuerpo de rey, no conviene dejar de poner atención en los mercados. Recuerde que cuando un par de legisladores estadounidenses hicieron lo que hoy hace Trump, hace 95 años, el resultado fue la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.