Como usted sabe, el viernes por la mañana, Ovidio Guzmán se declaró culpable de narcotráfico e introducción de fentanilo a Estados Unidos. Lo hizo como parte de un arreglo con el fiscal para conseguir una condena menos dura, a cambio de información.
Su abogado declaró, en rueda de prensa, que le parecía mal que Claudia Sheinbaum insistiera en la participación del gobierno de México en el juicio, en el que las dos partes son Ovidio y Estados Unidos. Mencionó además que después del caso Cienfuegos, en el que Estados Unidos aceptó (de manera realmente extraordinaria) entregar a México al exsecretario de Defensa para que fuese juzgado aquí, y fue exonerado de inmediato, no se podía confiar en el gobierno de México.
De forma inexplicable, Sheinbaum le contestó al abogado. Es absurdo, porque el presidente de México (presidenta, en este caso) no puede convertir en interlocutor a cualquier persona. Para eso hay una estructura administrativa inmensa. Debió responder (como lo hizo horas después) algún funcionario menor de Relaciones Exteriores.
La respuesta de Sheinbaum tiene el agravante de haberse hecho en Sinaloa, al lado del gobernador Rocha Moya, acusado por El Mayo de haber participado en su secuestro y en el asesinato de su adversario político Héctor Melesio Cuén, el mismo día. El abogado de Ovidio aprovechó para decir que Sheinbaum actúa como responsable de relaciones públicas de los cárteles, y no como el líder honesto que México merece.
En días pasados, Sheinbaum había insistido en que Estados Unidos debía mostrar pruebas de las acusaciones que lanza, pero olvida que a García Luna lo condenaron sin prueba alguna, sino con simples dichos de criminales arrepentidos, como lo es Ovidio ahora, y muy probablemente El Mayo mismo.
Desde el juicio de García Luna hubo acusaciones del mismo tipo, es decir, simples dichos, en contra de López Obrador, que el juez desestimó por no ser relevantes en ese caso en particular, pero que aparentemente siguen siendo consideradas por las agencias estadounidenses, y por otros tribunales.
Ovidio, por cierto, es quien fue liberado por López Obrador en 2019 cuando fue detenido por fuerzas especiales que no recibieron el apoyo logístico acordado. En 2023 fue detenido nuevamente, y nueve meses después, extraditado. Otros nueve meses después ocurrió el evento de El Mayo y Joaquín Guzmán (traslado, secuestro y captura: no es claro). Pocas semanas más tarde inició la guerra por Sinaloa, concentrada en Culiacán.
Hace dos meses, 17 miembros de la familia de Ovidio y Joaquín se entregaron a autoridades estadounidenses en la frontera. Estos jóvenes parecen dispuestos a retirarse del negocio salvando lo que sea posible. La guerra contra Los Mayos la lleva su medio hermano, Iván Archivaldo, quien aparentemente se habría aliado con el CJNG para sobrevivir.
Si bien en este tema no parece haber avances gubernamentales, en el tráfico ilegal de gasolina y diésel sí los hay. Ahora sabemos que decenas de millones de litros se mueven por barco, ferrocarril y camiones, aunque todavía no aparecen los responsables del inmenso negocio. Desde hace décadas, una parte salía de Salamanca, pero en años recientes parece tener su centro en Tamaulipas.
Finalmente, se ha hecho público que durante el gobierno de Adán Augusto López en Tabasco, su responsable de seguridad pública dobleteaba como líder del grupo criminal que controlaba el estado, La Barredora. De otros destacados funcionarios en el Congreso y de otros gobernadores, ya teníamos noticias desde hace muchos años, pero su salto de fuero en fuero los ha mantenido tranquilos.
Es una apretada síntesis, pero creo que basta con ella para tener una idea de lo que pasa hoy en México. Nunca antes el gobierno había sido el muladar que es hoy. Nunca había sido tan vulnerable. Y hace mucho que no teníamos una amenaza externa tan seria. No hay cómo hacer pronósticos.