Fuera de la Caja

Crisis fiscal

El gasto operativo del gobierno está en su nivel más bajo de la historia, y por eso no hay medicamentos, ni equipamiento en hospitales, ni funcionan muchas secretarías.

Al mes de mayo, las finanzas públicas no muestran una mejora significativa. Por el contrario, siguen apuntando a un déficit superior al prometido que, con un crecimiento de la economía cercano al cero, resultará en un crecimiento de la deuda como proporción del PIB, que es un indicador clave para las agencias calificadoras.

Como usted sabe, porque ya lo hemos comentado, se utilizaron los recursos públicos para asegurar el poder. Se crearon dos burbujas, una de inversión en 2023 y una de transferencias en 2024, que dieran la ilusión de una economía boyante que mantuviese la popularidad del entonces presidente y, por lo mismo, hiciese más fácil que su candidata ganara la elección.

Esas burbujas se tradujeron en un incremento notable de la deuda que, medida en su definición más amplia, los Requerimientos Financieros del Sector Público, pasó de 10.5 billones de pesos al inicio de la administración de López Obrador a 17.7 billones en mayo pasado. En proporción al tamaño de la economía, pasamos de 42% a 51% al primer trimestre de este año. De seguir creciendo a este ritmo (dos billones cada 12 meses), con un PIB similar al del primer trimestre, como es muy probable, la deuda alcanzaría casi 57% del PIB. En un contexto de alta incertidumbre global, ya no es un nivel aceptable para muchas calificadoras.

Para que esto no ocurra, sería necesario que los gastos crecieran menos que los ingresos, pero no por poco. Entre 2023 y 2024, los ingresos representaron 21.7% del PIB, mientras que los gastos alcanzaron 25.5%. Así, aunque en este año efectivamente los gastos están creciendo menos, su base es tan elevada que la diferencia entre ingresos y gastos simplemente no se mueve. El balance público se mantiene en 1.4 billones de pesos anuales, pero el crecimiento de los requerimientos, como veíamos, supera los dos billones por año.

Por el lado de los ingresos, aunque la recaudación tributaria continúa creciendo por encima de la inflación (y del PIB), los ingresos petroleros se desploman. Es parte de la tragedia de Pemex que no se quiere enfrentar. No sólo ya no pueden producir suficiente petróleo, sino que siguen perdiendo carretadas de dinero en la refinación, como sabíamos que ocurriría desde la reforma energética de 2013. La necedad del anterior presidente, sumada a la de la actual, nos cuesta una fortuna.

Por el lado del gasto, no hay mucho que recortar. El gasto operativo del gobierno está en su nivel más bajo de la historia, y por eso no hay medicamentos, ni equipamiento en hospitales, ni funcionan muchas secretarías. Aunque quieran, no hay mucho más que puedan reducir. Las pensiones tradicionales siguen creciendo, como sabíamos que ocurriría, pero ahora se suma el reparto de efectivo, que tan útil ha sido para ganar elecciones. No sólo no se reduce ese gasto, como pareció por un momento a inicios de año, sigue creciendo, y ahora ofrecen compensar el impuesto a remesas en Estados Unidos.

En consecuencia, lo único que les queda es dejar de invertir, y en eso están. La inversión presupuestal cae 70% en mayo, y la inversión física (la mayor parte de la anterior) cae 52%. Comparando el periodo enero-mayo, la inversión física se ha reducido 26% en este año, y la presupuestal casi 33%. Menor inversión pública ya no significa que no hagan más trenes (aunque los andan promocionando) o refinerías, significa que ya no les alcanza ni para mantenimiento de carreteras o instalaciones hidráulicas. En mayo, por cierto, el costo financiero (servicio de la deuda) ya superó la inversión presupuestal.

Siguen sin creer que esta crisis fiscal se puede transformar en una crisis económica. Ignoro el origen de sus creencias.

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