En las últimas dos semanas, han ocurrido crecientes manifestaciones en Estados Unidos para oponerse al proceso de expulsión de migrantes ilegales que ha iniciado Donald Trump. Su aspiración es deportar un millón de personas por año, que son tres mil al día, lo que es imposible de lograr cumpliendo las reglas.
En consecuencia, la agencia encargada de esto –ICE– ha estado actuando de forma arbitraria, muchas veces sin identificación o uniforme, y existen también grupos paramilitares, cercanos a Trump, que están participando de forma ilegal. Acuden a escuelas o centros de trabajo para levantar a quienes les parezcan migrantes, algo que en sí mismo es ilegal y se conoce como “racial profiling” (perfilación por raza).
Por eso ha habido reacciones, que ocasionalmente se vuelven violentas, como ocurrió en Los Ángeles hace una semana. Aunque se trató de un evento muy limitado, mediáticamente fue muy impactante, y Trump no dudó en aprovecharlo para enviar a la Guardia Nacional (ilegalmente) e incluso a un grupo de marines. No sólo eso, sino que descalificó al gobernador de California y por extensión a los demócratas. Le sirve no sólo para distraer de la grave acusación que lanzó Musk, sino como parte de su estrategia de concentrar el poder y polarizar a la ciudadanía.
También la secretaria de Homeland Security, Kristi Noem, explotó el evento para acusar a Claudia Sheinbaum de estar detrás de los desmanes, como parte de una estrategia de desestabilización en Estados Unidos. Por eso no conviene que los presidentes hablen todos los días, pero aquí no parecen entenderlo. Más grave, en la perspectiva estadounidense, fue la agresión que sufrió el senador Alex Padilla, quien intentó preguntarle algo a la secretaria, y fue atacado y finalmente esposado por personal de seguridad.
Este sábado, fueron atacados a balazos dos legisladores de Minnesota, cada uno con su pareja. Melissa Hortman y su marido fueron asesinados, mientras que John Hoffman y su esposa resultaron heridos. En ambos casos, se trató de una persona disfrazada de policía, que identifican tentativamente como Vance Luther Boelter.
Creo que es muy claro que quien está desestabilizando Estados Unidos es Donald Trump mismo, quien además logró que le hicieran un desfile militar este sábado, para celebrar su cumpleaños. Aunque él esperaba un despliegue como los acostumbrados en Rusia, China o Corea del Norte, el evento resultó muy deslucido, con tropas que claramente no estaban a gusto con la encomienda y con un público más bien inexistente.
Por todo Estados Unidos se realizaron marchas ese mismo sábado bajo la consigna “No King”. Por primera vez, desde la fundación de ese país, es la ciudadanía la que tiene que recordarle al presidente que no es un monarca. Es exactamente lo que los Padres Fundadores (como los llaman allá) establecieron con toda claridad al independizarse de Gran Bretaña. En el fondo, querían replicar lo que para ellos era la gran referencia histórica: la República Romana, que en sus 500 años de vida mantuvo como eje fundamental esa misma consigna: el rechazo a un rey de Roma. Justo esa fue la razón por la cual Cassio y Bruto decidieron asesinar a Julio César, aunque después acabaran, junto con Judas, en el último círculo del infierno, por traidores.
Supongo que Trump no tiene mucha idea de lo que crearon los Padres Fundadores, ni mucho menos de la historia de Roma. Sí tiene una enfermedad que comparte con nuestro más reciente expresidente, y que comentamos en su momento: narcicismo, maquiavelismo y sicopatía, que se combinan para dar como resultado una profunda maldad que, en el puesto que ocupa, amenaza con destruir a su país y, por la importancia del mismo, al planeta entero. Malos tiempos.