Fuera de la Caja

Escenarios

La imposición de aranceles que Trump ha promovido de formas muy diferentes e incoherentes en los últimos días, significan un choque de oferta para Estados Unidos.

Hace algunos días, le comentaba que el escenario bueno que tenemos enfrente es una estanflación similar a la vivida a inicios de los años 80. En aquella ocasión, el alza en los precios internacionales del crudo, producto del embargo árabe, a su vez producto de la derrota de esos países en la Guerra de Yom Kipur, produjo un alza de precios y una contracción de la economía.

Le decía, entonces, que ese fenómeno es conocido entre los economistas como un “choque de oferta”. De pronto, se reduce la cantidad disponible de bienes para comprar, y sus precios suben: la economía se contrae con inflación. Frente a ese doble problema, los gobiernos tienen que elegir cuál resolver primero. Con el embargo y el alza de precios del crudo, la respuesta inicial, tanto de Estados Unidos como de los países europeos, fue incrementar el gasto del gobierno, para reducir el daño de la contracción. Al hacerlo, alimentaron la inflación, y cuando el ayatolá Ruhollah Jomeiní encabezó la Revolución iraní, en 1979, este segundo golpe a los precios del crudo, un nuevo choque de oferta, provocó una inflación demasiado grande.

Los votantes en esos países reaccionaron buscando otro tipo de gobierno. Ésa es la razón del triunfo de Margaret Thatcher en Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados Unidos, que proponían enfrentar la inflación seriamente. Así lo hicieron, al costo de una mayor contracción económica. Con esos eventos se construyó el mito del neoliberalismo. Los partidos derrotados en esas elecciones culpaban a Thatcher y a Reagan de destruir empleos y programas sociales por una cuestión ideológica, y no porque las políticas que esos partidos habían impulsado antes habían dejado en condición vulnerable a sus economías.

Cuando lograron regresar, una década después, dijeron que habían encontrado una tercera vía, que permitía volver a tener amplios programas sociales sin incurrir en grave déficit fiscal. Los empleos ya no se crearían en la industria, que resultaba más barata en países emergentes, sino en servicios, especialmente servicios del gobierno. Como usted puede imaginar, poco tiempo después esos empleos ya se habían convertido en una carga para las finanzas públicas, y regresaron las presiones, que estallaron alrededor de la Gran Recesión de 2009.

No se trató de un choque de oferta en ese caso, sino de demanda (pérdida de riqueza, caída de demanda), y por ello no se reflejó en más inflación, pero sí en una deuda creciente de los gobiernos. El confinamiento por la pandemia amplió aún más esas deudas, porque los gobiernos implementaron programas de apoyo para su población (salvo en México, como sabe, porque aquí se guardó para ganar la elección presidencial).

La imposición de aranceles que Trump ha promovido de formas muy diferentes e incoherentes en los últimos días, significan un choque de oferta para Estados Unidos. Los países que respondan elevando los propios también enfrentarían eso. Los consumidores de Estados Unidos ya se han dado cuenta de lo que viene, según el reporte de la Universidad de Michigan publicado el viernes: esperan un salto de la inflación de 2% actual a 6%, y más de dos terceras partes de ellos esperan más desempleo: estanflación, pues.

Ése es el escenario bueno. El malo es que la evidencia de que Trump no tiene la menor idea de lo que está haciendo, tanto en materia económica como geopolítica, provoque la pérdida de confianza en Estados Unidos. Eso vimos la semana pasada: se vendieron los bonos de largo plazo del Tesoro estadounidense y se convirtió ese dinero en euros y yenes. Bajo este escenario, dejaríamos de tener un instrumento “libre de riesgo” en los mercados financieros. Puesto que no hay manera de que otra moneda reemplace al dólar, habría un incremento significativo de la incertidumbre. Esta semana sabremos si estamos avanzando por ese camino.

El escenario malo es la repetición de lo vivido en los años 30 del siglo pasado. Y sí, es muy malo.

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