La Ciudad de México es uno de los destinos urbanos más vibrantes del mundo. Su riqueza histórica, cultural, gastronómica y su variedad de experiencias atraen cada año a millones de visitantes nacionales e internacionales. Pero más allá de su patrimonio, lo que realmente sostiene el flujo turístico es algo mucho más intangible: la confianza.
Nadie viaja a un lugar donde siente miedo o incertidumbre. El turismo florece cuando existe certeza: en la seguridad, en el cumplimiento de la ley, en la calidad de los servicios y en el respeto al visitante. Por eso, la confianza no solo es deseable: es esencial. Debe convertirse en el eje rector de la política turística de nuestra ciudad.
Seguridad, primer paso para generar confianza
La seguridad es el punto de partida. Un turista que sufre un asalto en el Centro Histórico, que se siente acosado en un mercado o que es estafado por un servicio falso de transporte, no solo pierde su experiencia: probablemente no volverá, y lo compartirá con otros. Por eso es urgente reforzar los esquemas de vigilancia con policías capacitados para la atención turística, como ya se ha hecho en ciudades como Barcelona o Nueva York.
El uso de tecnología también debe jugar un papel clave. Aplicaciones oficiales que indiquen zonas seguras, rutas confiables o botones de emergencia pueden ser herramientas vitales. En Cancún, por ejemplo, se ha desarrollado una app para turistas con mapas, recomendaciones y acceso rápido a las autoridades. Algo así sería muy útil en zonas como la Roma, el Centro o Coyoacán.
Legalidad y calidad en los servicios
La confianza también se construye cuando el visitante sabe que el hotel donde duerme está registrado, que el taxi que toma es legal, que el guía que lo acompaña está certificado. La lucha contra la informalidad no se trata de castigar, sino de ordenar. Esto beneficia tanto al turista como a los prestadores de servicio que sí cumplen con las normas.
Un ejemplo positivo es el caso de guías certificados del INAH, quienes, al tener formación y acreditación, brindan recorridos de alta calidad. Fomentar este modelo en todos los sectores turísticos eleva la experiencia del visitante y profesionaliza al sector.
Trato humano y hospitalidad profesional
México se distingue por la calidez de su gente. Pero esa amabilidad natural debe ir acompañada de preparación, idiomas, protocolos y empatía. No es suficiente con querer ayudar; hay que hacerlo bien. Capacitar al personal turístico —desde recepcionistas hasta taxistas— para atender con eficacia a personas mayores, con discapacidad o que no hablan español es una inversión en confianza.
La experiencia de Medellín, Colombia, nos recuerda cómo una ciudad con pasado complejo logró transformar su imagen a través de la hospitalidad, el arte urbano y la participación ciudadana. Hoy, esa ciudad inspira confianza y genera orgullo.
Confianza entre ciudadanía, gobierno y sector privado
No se trata solo de generar confianza hacia el turista, sino también entre los actores del ecosistema turístico. La colaboración entre gobierno, iniciativa privada, sociedad civil y vecinos es indispensable. Crear consejos ciudadanos de turismo, como existen en otras áreas, ayudaría a diagnosticar, evaluar y mejorar continuamente la experiencia turística.
La transparencia en el uso de recursos públicos destinados a turismo, la rendición de cuentas de programas de promoción y el combate a la corrupción también son formas de generar confianza.
Una ciudad que transmite confianza, florece
Hoy más que nunca, el turismo no es solo una fuente de ingresos: es un reflejo del alma de una ciudad. Una ciudad que cuida a quien la visita es una ciudad que se respeta a sí misma. Y una ciudad que transmite confianza es una ciudad donde todos —locales y visitantes— pueden disfrutar, invertir y regresar.
La Ciudad de México tiene todo para ser líder turística en América Latina. Pero para lograrlo, debe tener claro que el éxito no está solo en sus museos, calles o sabores. Está en la capacidad de generar y sostener confianza. Y eso, al final, es una responsabilidad compartida.