Cuando hablamos de economía, solemos pensar en cosas que se pueden ver, tocar y pesar: autos, maquinaria, alimentos, ropa, computadoras. Todo eso es importante, sí, pero no lo es todo. Si queremos entender realmente la fuerza, el futuro y el valor de una economía, tenemos que aprender a medir también lo que no se ve ni se toca: los intangibles.
Hoy, el mundo funciona tanto con acero como con ideas. Con productos físicos, sí, pero también con servicios, software, propiedad intelectual y conocimiento.
La economía no es solo producción: es valor.
Un país no es más rico solo porque produce más cosas, sino porque produce cosas de mayor valor agregado. Y ese valor no siempre está en lo que se puede cargar en un contenedor. Estados Unidos es un buen ejemplo. Sí, sigue exportando productos tangibles: autos, aviones, maquinaria pesada, granos, medicamentos, equipos médicos. Pero en los últimos 30 años, su verdadero motor económico ha sido el otro: los intangibles.
Servicios financieros, consultoría, educación, cine, música, series de televisión, software, licencias, marcas, patentes, videojuegos, algoritmos. Todo eso representa ya más del 50% de su PIB. Es decir, la mitad de su economía no se puede tocar, pero genera ingresos, empleos, innovación… y poder. Los intangibles valen, y valen mucho. Un software puede costar más que una fábrica. Una patente puede generar más ingresos que un producto físico. Una licencia de tecnología puede abrir más mercados que un tratado comercial. Una película, una aplicación o una plataforma pueden convertirse en exportaciones globales sin salir físicamente del país.
Esto no es teoría. Es economía moderna.
La inversión en investigación, desarrollo, educación superior, propiedad intelectual y emprendimiento digital no es gasto: es apuesta al futuro. Y además, genera menos impacto ambiental y más inclusión social.
Si solo medimos lo que se puede tocar, vamos a seguir viendo una parte limitada del panorama. Necesitamos indicadores que reflejen la innovación, el conocimiento, la creación de valor intangible. No solo cuántos autos producimos, sino cuántas patentes generamos. No solo cuántas toneladas exportamos, sino cuántos servicios digitales vendemos. No solo cuánto crece el PIB, sino cuánto aumenta la productividad basada en ideas.
El mundo ya cambió. Hay que cambiar la forma de medirlo: producir más, sí. Pero también pensar más.
Una economía que solo produce cosas, pero no ideas, tiene un techo. Una economía que genera valor tangible e intangible tiene alas.
La combinación entre lo que se ve y lo que no se ve, entre lo que se puede pesar y lo que se puede imaginar, es lo que hace fuerte a un país.
Es momento de ver más allá de lo evidente, de medir lo que realmente genera valor y de entender que el futuro económico no solo se construye con acero, sino también con inteligencia.