Luis Wertman Zaslav

No prestarse al engaño

El reto que tenemos es construir un nuevo equilibrio económico que no deje a nadie atrás y que cimente nuevas bases de desarrollo.

El activo económico y social más importante es la confianza. Si la tenemos, invertimos y hasta podemos hacerlo a largo plazo. Confiar nos da certidumbre y cualquier decisión financiera la necesita. Tanto, que lo primero que solicitaron los mercados esta semana que se anunció un atractivo paquete de incentivos fiscales para aprovechar, la ya de por sí, inédita bonanza del nearshoring, fue precisamente certeza en lo que viene.

Y lo que está por delante ha convencido a los inversionistas del mundo de que en México no habrá sobresaltos. A contracorriente de lo que exigía, en apariencia, la atención de la pandemia, nuestro país no se endeudó, no imprimió más dinero, ni tampoco repartió presupuesto hacia otros sitios diferentes a los programas sociales que permitieron mantener el consumo interno durante el confinamiento.

Erradicar la subcontratación, generar empleos adicionales en las grandes obras emblemáticas de esta administración y la conducción prudente de las finanzas públicas y de la llamada macroeconomía, provocaron una estabilidad que nadie esperaba. Recuperar soberanía energética, y en otros rubros, apuntaló una nueva relación entre la economía y la administración pública que resultó en un rebote positivo en el contexto mundial.

No sé si vale la pena llamarle el nuevo ‘momento mexicano’, tomando en cuenta cómo nos fue en el que dijeron que era el primero, pero México es un sitio para invertir por encima de muchas otras naciones que siguen pagando las consecuencias de aplicar políticas ortodoxas para enfrentar una pandemia que era todo, menos algo común.

John Maynard Keynes sostenía que los altibajos en la confianza afectaban el desarrollo de los mercados y, eventualmente, hacían vulnerable al sistema financiero que no estaba bien regulado o que contaba con un Estado fuerte que interviniera en momentos de emergencia. Era cuestionar la ‘mano invisible’ de la economía que Milton Friedman, y otros economistas, defendían como una fuerza que se autocorregía y también se recuperaba sola. Creo que cuatro décadas de liberalismo económico, que no ha sido otra cosa que capitalismo salvaje, han demostrado que no funciona de esa manera.

Hoy el reto que tenemos todos es construir un nuevo equilibrio económico que no deje a nadie atrás y que cimente nuevas bases de desarrollo para que no regresemos a esos lapsos de falsa bonanza o de exceso de confianza que luego se convierta en pánico cuando la realidad aparece frente a nosotros.

Si lo que importa es el modelo, entonces ya contamos con una hoja de ruta para no perdernos en los siguientes años. La inversión social debe continuar, la destinada a la educación y a los servicios de salud también, sin dejar a un lado la participación privada, pero no al grado en el que solo se busquen ganancias irreales a costa de quienes requieren de más atención.

De la misma forma, el país debe mantener la construcción de infraestructura y el mantenimiento de la existente. La red ferroviaria mexicana es, al mismo tiempo, ejemplo de lo malo y lo bueno que significa una privatización y de la ausencia de un plan oficial para no dejar incomunicados a millones de personas. Hasta hace unos cinco años, nadie tenía en mente viajar en tren a ningún sitio. No me quejo del servicio de autobuses, sobre todo porque a través de éstos se mueve prácticamente la mayoría de las y de los mexicanos; pero reactivar los trenes de pasajeros, justo en el momento en que los de carga van a moverse hacia cada rincón de la República, traería mayor calidad de vida para millones y un impacto positivo inmediato en el cuidado del medio ambiente. Esto no es un tema del pasado, sino del futuro, porque la industria cuenta con tecnología que sorprende a cualquiera y borra esa percepción de que lo que se busca es revivir locomotoras impulsadas por carbón.

Y hablando de certeza, esta semana inició el juicio en contra de los fundadores y responsables de billones de dólares intercambiados en criptomonedas (tipos de cambio electrónicos fundamentados en, vaya, la confianza) que terminaron en un fondo de inversión privado y luego en vaya uno a saber dónde. Sam Bankman-Fried sigue apareciendo en la red como un empresario e inversionista estadounidense, cuando todo apunta a que se trata de otro estafador más que logró engañar a miles por medio de los mismos trucos que utilizaron los que lo precedieron. La primera acusación fue, adivinó, abuso de confianza.

La moraleja, como en otros momentos, es no prestarnos al engaño. Las soluciones a los grandes problemas son complejas y no hay atajos. Construir una sociedad de confianza mutua es un trabajo diario, que nace en nuestro hogar y se extiende a todos los lugares en los que nos movemos. La confianza la generamos nosotros y nosotros también poder hacerla más fuerte.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Por qué los mercados deben tener regulaciones?
Finanzas sanas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.