Comisionado del Servicio de Protección Federal
Un indicador económico se parece mucho a una fotografía: retrata un momento específico de la realidad que sirve para tomar decisiones en el mediano plazo.
Pero como todas las imágenes, puede colocar detalles importantes en un segundo plano o presentar elementos borrosos que son relevantes.
El último de estos indicadores, publicado ampliamente por el reflejo de un retroceso marginal de la economía mexicana del 0.5 por ciento en noviembre pasado, sigue siendo una foto de ese periodo que, sin embargo, provoca (o trata) un estado de ánimo en los mercados y en las industrias que coincida con los nubarrones que los analistas ven en el horizonte.
Tan malo es preocuparse antes de tiempo, como no hacerlo cuando es necesario; solo que, una vez más, podríamos estar haciendo pronósticos y no proyecciones, estas últimas más certeras que los primeros.
Otros puntos de referencia reflejan que los vavivenes de la economía nacional y mundial no son homogéneos y que su enfriamiento repentino tampoco es una garantía para frenar una inflación que sigue siendo provocada por la inestabilidad del suministro de la energía y los reacomodos de cadenas de suministro que todavía no despegan.
Esto incluye los movimientos geopolíticos, tanto como los económicos, que dan un mejor panorama del estado en que se encuentra (y se encontrará) la economía China y las alianzas que harán al respecto países de nuestro continente a través del Mercosur. La noticia de una posible moneda única entre Brasil y Argentina es otra foto que se une a varias imágenes más que sirven de mosaico para comprender lo que vendría.
México toma decisiones hacia el norte y nuestros socios responden en consecuencia, pero éstas no pierden de vista que en algún punto del camino, habremos de encontrarnos con el sur. Es la única manera de que el continente que todavía tiene abundancia de recursos humanos (jóvenes) y naturales (agua y todos los posibles) se consolide como un polo de desarrollo justo y equilibrado.
¿Qué mueve al pesimismo, entonces? Es probable que sea el cambio de balance del poder. Grupos importantes han sido desplazados y su apuesta a gobiernos de ultraderecha ha durado poco y ha tenido efectos peores para todos, sus intereses incluidos.
Así que los titulares económicos podrían estar contagiados de un cortoplazismo y de un eco a esos grupos que ya no están en control de las instituciones y ven alejarse su hegemonía en muchos espacios que consideraban propiedad exclusiva.
Paradójicamente, esa es una buena noticia. El llamado empoderamiento de gobiernos orientados a reducir la desigualdad está fortaleciendo a las clases medias, aunque éstas no lo noten y sus oposiciones clamen lo contrario. Por otro lado, esa misma oposición no logra entusiasmar, precisamente porque la crisis que anuncia sigue sin llegar.
Del lado empresarial, las determinaciones se basan en números y no tanto en actos de política, de tal forma que hasta el momento, los mercados pagan por ver, pero sin dejar de apostar fuerte.
Siempre será recomendable la prudencia, aunque sin caer en la inmovilidad y mucho menos en el pánico. El mundo sigue acomodándose y los factores de la inestabilidad presente llevan, al menos, un año y no parece que surgirán nuevos.
Nuestro país, de acuerdo con muchos números económicos y estadísticos, está preparado y tiene bases sólidas para una eventual turbulencia. Nuestros socios estarían en la ruta de la estabilidad y nada más falta lograrse una tregua mundial que ponga fronteras nuevas al comercio de energía, aun dislocado.
Serán fotografías, en plural, para tener el panorama completo; mientras tanto, una imagen puede resultar un espejismo.