Luis Wertman Zaslav

Saldos de la Cumbre

La cumbre fue un parteaguas que beneficia a las tres naciones, porque las grandes empresas tienen éxito cuando sus integrantes son fuertes desde su propia realidad.

El acuerdo entre socios es un factor indispensable para el desarrollo de cualquier empresa, aunque es escaso; tanto, que sobran historias de compañías que han desaparecido a causa de los desencuentros de sus integrantes o fundadores, mientras que las pocas que prevalecen se vuelven caso de estudio por lo mismo. Imaginemos lo que esto significa al nivel de naciones, vecinas por geografía, que cuentan con una historia de varios siglos que no siempre ha estado equilibrada.

Sin embargo, en el terreno económico y político, la Cumbre de Líderes de América del Norte esta semana tiene varios resultados que la distinguen de las anteriores y vale la pena revisar objetivamente.

El primero, la cordialidad que provoca un trato mucho más parejo entre los mandatarios de las tres naciones. Hace mucho, los protocolos diplomáticos ayudaban a ocultar que la relación de socios no era equitativa. De conocer los términos del diálogo, ni hablar, porque las formas sustituían el fondo.

Más allá de las críticas por fracciones de segundo que fijan las fotografías, el encuentro fue de tres presidentes que tenían una agenda para dialogar; otra diferencia notable de otros encuentros donde el peso de alguno de los socios podía dar derecho a demandar y no a pedir.

Monitoreada por los mercados financieros de las naciones, la impresión fue tan positiva que las bolsas reaccionaron con confianza y las proyecciones, obscurecidas por una posible recesión de Estados Unidos, tuvieron un momento de optimismo. Este segundo hecho todavía tendrá sus efectos, si lo comparamos con los números de desempeño económico de las tres naciones y que señalan una estabilidad regional, favorecida por la coyuntura de la pandemia y la recomposición de las cadenas productivas del mundo.

Otro punto a destacar fue el entendimiento previo para dejar temas que dividieran dentro de los cauces del tratado comercial vigente y escuchar, de nuevo, las posiciones de cada nación. Antes, recordemos, se hicieron cambios y modificaciones en una mesa distinta a la de los mecanismos de controversia y eso llegó a provocar hasta bloqueo de productos como el atún o algunas verduras, entre otros insumos, a pesar de que las reglas estaban firmadas y las cláusulas de entendimiento establecidas, lo que le restaba eficacia al acuerdo comercial. Esa debilidad luego fue aprovechada para amenazar con su cancelación, simplemente porque la letra perdía fuerza en cuanto la política prevalecía.

Una prueba adicional de que esos mecanismos son la vía legal internacional para tratar estos asuntos, fue que al día siguiente México y Canadá obtuvieron la razón sobre la manera en que el tercer socio interpretó en su momento el porcentaje de origen de los componentes y las partes de la importante industria automotriz.

En paralelo, el gobierno canadiense puso en la mesa sus preocupaciones (amplias, porque van de las energías limpias, hasta las concesiones mineras) pero con respeto a las condiciones que se establecieron desde un inicio.

La señal para los empresarios no pudo ser más clara y la oportunidad de consolidar una América del Norte como motor del continente está ahí para quienes la deseen aprovechar.

Al final, esto es producto de una percepción distinta de México y esa cambia según el grado de soberanía que se tiene. En toda compañía, empresa o institución, puede haber socios mayoritarios y con poder de decisión que los pone por encima de otros miembros del consejo de administración. En el pasado se hizo mucho por disfrazar una misma estatura que no existía. Felizmente esta cumbre fue diferente, lo que es un parteaguas que beneficia a las tres naciones, no solo a nuestro país; porque las grandes empresas, privadas y públicas, tienen éxito cuando todos sus integrantes son fuertes desde su propia realidad.

El autor es comisionado del Servicio de Protección Federal.

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