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Empleo digno y reducción de la pobreza laboral

Gracias al impulso de un empleo digno, promovido por salarios más altos y mejores prestaciones, por primera vez en nuestra historia, la reducción de la población ocupada no se debe a un recorte de empleos.

El pasado 27 de mayo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) correspondientes al primer trimestre de 2025. Los resultados arrojaron una muy buena noticia: la pobreza laboral se redujo a 33.9%, el nivel más bajo desde que se tiene registro con esta encuesta en 2005; esto implica que, en ese trimestre, se registró la menor proporción de personas a las que no les alcanza ni para comer con el ingreso que obtienen de su trabajo. Esta importante disminución se debe, en gran medida, al incremento del salario mínimo que, en los últimos siete años, ha aumentado 132.4% en términos reales.

A pesar de esta excelente noticia, muchos medios se enfocaron en la caída de la población ocupada durante el mismo periodo. Este dato podría generar alarma, sobre todo en el contexto económico mundial: los aranceles impuestos por Estados Unidos afectarán a todas las economías debido a la contracción del comercio. Sin embargo, en el caso de México, parece que esto no es así.

El primer indicador de que la ligera contracción de la población ocupada (–0.2% anual) no refleja un problema es que la Población Económicamente Activa (PEA) también se redujo (–0.3%) y, al mismo tiempo, el desempleo se situó en 2.61%, también una de sus mejores marcas. Esta combinación solo puede interpretarse de una manera: hubo personas que abandonaron la fuerza laboral, pero no pasaron al desempleo, sino a realizar otro tipo de actividades no remuneradas.

Algunos analistas atribuyeron esta dinámica a que las personas dejaron de buscar empleo debido a la falta de vacantes. Sin embargo, los datos muestran otra realidad: en la misma ENOE se pregunta a las personas entrevistadas cuál fue el motivo por el que dejaron de participar en el mercado laboral; tan sólo el 17.3% por estar desencantados con el mercado laboral, el otro 82.7% lo hizo para atender otras actividades. Además, si desglosamos esta información, descubrimos que la mayor parte de la población que salió de la PEA provino del sector informal (81% del total) y de este número, la mayor parte fueron mujeres. Por lo tanto, la explicación más plausible es que, dentro de esos hogares, las personas trabajadoras formales, al percibir salarios más altos, asumieron el gasto familiar, permitiendo que quienes trabajaban en la informalidad se dedicaran a otras tareas.

Al complementar esta información con la reducción histórica de la pobreza laboral, todo indica que las familias han decidido reasignar su tiempo: más personas optan por actividades no remuneradas dentro del hogar para atender las necesidades familiares. Entre las principales causas reportadas para dejar de trabajar se encuentran: encargarse de las labores del hogar, cuidar a infancias y/o personas adultas mayores, así como continuar con estudios (el 17.3% son estudiantes). También es importante aclarar que el 8% de la población no económicamente activa (PNEA) son personas jubiladas, y este número también seguirá incrementándose con el tiempo.

En conclusión, los resultados de la ENOE no deben interpretarse de manera negativa. Al contrario, reflejan un cambio radical en las decisiones laborales de las familias mexicanas. Gracias al impulso de un empleo digno, promovido por salarios más altos y mejores prestaciones, por primera vez en nuestra historia, la reducción de la población ocupada no se debe a un recorte de empleos, sino a una decisión consciente de los hogares; lo anterior se confirma con la reducción de la pobreza laboral en el país y un desempleo bajo. ¿Qué efectos traerá esto a largo plazo? Las empresas deberán ofrecer mejores condiciones si quieren retener a su personal. Se vislumbra así un espiral de bienestar en favor de la clase trabajadora.

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