A Carlos Pérez, Ernesto Ledesma, Sol González, Arlin Medrano, Laura Alejandra Vélez y Diego Vázquez (mexicanas y mexicanos detenidos ilegalmente en Israel al ir en flotilla humanitaria hacia Gaza).
El poder, como capacidad para imponer la voluntad, influir en decisiones o controlar recursos y comportamientos, incluso frente a resistencias, siempre ha requerido de la comunicación, de la propaganda, del manejo informativo.
El poder se ejerce a través del convencimiento o de la coacción; para convencer, hay que persuadir. Para coaccionar se puede recurrir a mecanismos coercitivos físicos, pero también se persuade con intimidación o amenaza.
Anunciar el establecimiento unilateral de aranceles a cambio de una política migratoria específica o para exigir que los países de la OTAN aumenten sus presupuestos militares es coacción con todas sus letras, como también lo es el plan de veinte puntos lanzado por Trump y Netanyahu (con participación de Tony Blair) para Gaza.
La cohesión social y el consenso dependen de la correlación de fuerzas que deriva de una relación dinámica entre los distintos actores (grupos, clases, instituciones) que compiten por influencia, poder o recursos. Refleja el equilibrio (o desequilibrio) de capacidades, intereses y estrategias entre estos actores, y cómo esta relación condiciona la toma de decisiones o los resultados de un conflicto.
Las acciones comunicativas simbólicas para generar cohesión se remontan al origen de las distintas formas de dominación y algunas parecen no cambiar en el tiempo (moneda con la efigie de Julio César, de la reina Isabel o de Donald Trump). El concepto propaganda lo inventó la Iglesia. Fue el papa Gregorio XV quien instituyó la Sacra Congregatio de Propaganda Fide en 1622, como parte de la estrategia de la contrarreforma en respuesta a la expansión del protestantismo.
Los símbolos nacionales, el repertorio de héroes (y antihéroes) de la historia no son sino acciones propagandistas para fomentar la identidad y cohesión de una comunidad. La identidad y la pertenencia son tan relevantes que movilizan a los diferentes colectivos para ser reconocidos, nombrados y, en consecuencia, existir. El 15 de septiembre en México, el 4 de julio en EUA, el 14 de julio en Francia, el 12 de octubre en España y el 12 de junio en Rusia sintetizan la propaganda de su cohesión nacional.
La palabra es un arma eficaz y el discurso es el arsenal de recursos argumentativos para conformar una realidad que sirve de referente, aunque esa realidad sea parcial, difusa o paralela a otra realidad. Palabra y discurso son portadores de información, de encuadre y de tecnología. El dilema no es apelar a la verdad moral o recurrir a la mentira, así sea piadosa, por razón de Estado o como herramienta de manipulación. La eficacia de la estrategia de información depende de la verosimilitud del mensaje.
La mentira es necesario crearla, sostenerla en el tiempo y siempre con la posibilidad de ser desmentida. Guy Durandin clasifica en cuatro las estrategias de la mentira: la adición, la supresión, la deformación informativa y la alteración del campo de obtención del conocimiento.
La adición informativa consiste en hacer creer que existen hechos, acontecimientos, situaciones que no existen, al menos en la forma en que son presentados. Falsos testimonios, pruebas inexistentes, documentos alterados. Netanyahu en la ONU: “Si hay gazatíes que no tienen suficiente comida, es porque Hamás la roba”.
La supresión implica negar, ocultar o desmentir información sobre hechos realmente existentes. No incluir los ingresos reales en la declaración patrimonial de los servidores públicos y no exponer conflictos de interés son omisiones informativas.
La deformación de la información consiste en la caracterización falaz de hechos, dichos, personajes, acontecimientos o intenciones que llevan a exagerar o minimizar aquello sobre lo que se habla. En una epidemia sanitaria o catástrofe natural —diría el manual— conviene alertar y exagerar sobre consecuencias y peligros para facilitar cercos sanitarios, desalojos o acciones extraordinarias. Si el riesgo es económico, financiero o de abasto, es eficaz minimizar o recurrir a eufemismos porque, en esa materia, la verdad cruda desencadena más rápido crisis y escasez.
Las redes sociodigitales, con algoritmos hechos a medida (por nosotros mismos) con Inteligencia Artificial, filtran nuestro acceso a la información y nuestra posibilidad de obtener conocimientos.
La mentira no es monopolio de la clase política. Productos con publicidad engañosa, analistas que no confiesan su parroquia y medios de comunicación que, en su lucha por audiencias, caen en la tentación del clickbait o la tergiversación sensacionalista se suman al ecosistema de una sociedad fragmentada, donde la verdad es frágil y elástica.
Lectura sugerida: La mentira en la propaganda política y la publicidad de Guy Durandin (Paidós).
Gracias, LGCH.