Para acudir a Kananaskis, Alberta, Canadá, del 15 al 17 de junio a la Cumbre del G7, se necesita audacia, inteligencia y agenda. Claudia Sheinbaum cuenta con las dos primeras, sin duda, y su equipo debe trabajar con eficacia la tercera.
México fue invitado al G7 como socio clave en un escenario global volátil. No son la cortesía diplomática o la amistad entre los pueblos los motivos por los que nuestro país es invitado a una cumbre en la que se reúnen los líderes de Canadá, Francia, Estados Unidos, Italia, Japón, Reino Unido, Alemania y la Unión Europea para “proteger las comunidades y el mundo, luchar contra la delincuencia transnacional, abordar las presiones globales que impulsan la migración, construir seguridad energética, acelerar la transición digital, asegurar las alianzas del futuro con coaliciones de socios confiables, crear empleos mejor remunerados y la infraestructura del futuro”.
Son intereses estratégicos los que llevaron al primer ministro canadiense, Mark Carney, a extender la invitación a México, la India y Brasil. En el caso mexicano, Goldy Hyder, presidente del Business Council of Canada, la mayor organización empresarial de Canadá, con 170 compañías que producen más de la mitad del PIB del sector privado, insistió en que se invitase a Claudia Sheinbaum, con quien ya se había reunido en enero pasado.
Es conveniente entender que el G7 es un club informal de poderosos en el que se toman decisiones que influyen en el escenario global occidental del siguiente año y marcan tendencia. Al cumplir 50 años el G7, México es invitado y se abren 8 oportunidades:
1. Mover ficha en el tablero geopolítico. No se va a renegociar el TMEC en Alberta, pero Canadá y México pueden poner en común ciertos incisos, cuando menos, el de no ser esquirol el uno del otro. Se pueden dejar agendados temas de conversación bilaterales y designados los responsables. Carney y Sheinbaum pueden intercambiar su juatsap encriptado y designar mensajeros de confianza.
2. Gestionar la relación con Trump sin las emboscadas del Despacho Oval. Puede haber una ventaja, si el primer encuentro presencial con el mandatario estadounidense se da en terreno aparentemente neutral, aunque no podemos olvidar que en la cumbre anterior que presidió Canadá, Trump retiró su firma de la declaración final y desairó a Justin Trudeau. Si se da o no una reunión entre los tres, en cualquier caso, la crítica está amortizada y el saldo solo puede ser positivo.
3. Impulsar agenda directamente con los mandatarios de las otras cinco economías, estableciendo interlocutores de confianza, con un marco de intereses en común, en medio de la guerra comercial intermitente de Trump.
4. Abrir ventanilla con los inversionistas de la Unión Europea y Canadá con información sobre seguridad jurídica, avances e intenciones en energía limpia, manufactura y estabilidad macroeconómica.
5. Alianzas climáticas. El G7 compromete 100 mil millones de dólares anuales para financiamiento climático en países emergentes. México podría acceder a estos recursos si armoniza proyectos con estándares ambientales para el Tren Maya y el Corredor Interoceánico e impulsa energías renovables en hidrógeno verde y energía eólica marina, sectores donde se tiene potencial subexplotado.
6. Fortalecer el bloque Sur Global y el diálogo con India y Brasil en temas como reformas al sistema financiero internacional.
7. Tecnología y regulación digital. El G7 prioriza la gobernanza tecnológica, especialmente en inteligencia artificial (IA), ciberseguridad y comercio digital. Para México, participar es clave para reducir la brecha competitiva, prepararse ante amenazas globales de ciberataques y explotar las oportunidades de la IA. El futuro de la tecnología no se negocia en la ONU, se negocia en el G7.
8. Imagen internacional postelecciones judiciales: evitar el aislamiento diplomático y ofrecer garantías de estabilidad jurídica a las economías más importantes del mundo para equilibrar la información publicada por parte de la prensa internacional.
En Alberta 2025, México puede aprovechar su rol de puente entre el Norte y el Sur global y actuar en un mundo donde las reglas se reescriben sin consenso. La presidenta mexicana podrá practicar una diplomacia de contrapesos al asumir un riesgo calculado contra el costo de no actuar.
Acudir al G7 no es para fotos con líderes, sino para una estrategia de inserción global inteligente. Claro, importa el saludo a Trump y hay que estar preparados con la frase que matice su decir temerario (“ningún ser humano es ilegal”, “si no quieres a California y a los californianos, yo sí los quiero, devuélvela”).
Lectura sugerida: Historia mínima de las relaciones multilaterales de México de Claude Heller (Colmex).
Gracias a LGCH por su apoyo invaluable.