Desde el otro lado

Sheinbaum frente a la protesta

Claudia Sheinbaum elevó la protesta al nivel de una conspiración internacional y envió a la policía a contener a los violentos de una forma que jamás vimos con López Obrador.

Apenas la semana pasada destacaba, en este mismo espacio, que después de una reacción inicial muy frontal ante la indignación y las críticas por el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, la presidenta tuvo la sensibilidad para dar un paso atrás y reconocer el ánimo social provocado por ese crimen. Un gesto muy distinto al de López Obrador, quien en circunstancias similares nunca daba marcha atrás y más bien solía doblar la apuesta.

Después de esa rectificación, que me pareció muy acertada, me resulta sorprendente —casi inconcebible— la forma en que reaccionó a las marchas del sábado pasado. Hay quien dice que esta vez sí acudió al “manual de López Obrador”, desacreditando la movilización y colocándose como víctima. En realidad, creo que en esta ocasión rebasó “por la derecha” al expresidente. De hecho, parece que no siguió ningún manual o, si acaso siguió alguno, fue el del PRI de los viejos tiempos.

López Obrador seguramente habría desacreditado a los marchistas y sus motivaciones, pero los habría minimizado y descartado. Sheinbaum, en cambio, elevó la protesta al nivel de una conspiración internacional y envió a la policía a contener a los violentos de una forma que jamás vimos con él. La magnificó y colocó toda la atención nacional e internacional sobre ella.

Luego se declaró invencible, más fuerte que nunca. Y, casi de inmediato, vino la cascada de desplegados y manifestaciones: rechazo a la violencia y apoyos de líderes partidistas, legisladores e incluso de la Suprema Corte. Un reflejo que remite directamente a la época del PRI.

¿Qué motivó una reacción tan desproporcionada? Tal vez la presidenta creyó realmente que enfrentaba una conspiración impulsada desde el exterior. O quizás la 4T, que siente tener el monopolio de la representación de los jóvenes, no pudo digerir ver marchas de la generación Z en su contra.

También es posible que anticiparan movilizaciones muy nutridas y quisieran desacreditarlas desde las convocatorias, o que buscaran cambiar la conversación para salirse del tema de Carlos Manzo. Incluso pudieron haber querido mandar un mensaje de firmeza tras las tensiones internas por el huachicol fiscal y “La Barredora”. A la 4T no le inquietan el PAN ni el PRI, pero un movimiento de base, como el de los sombreros, sí les plantea un reto distinto y mucho más serio.

Es imposible saber exactamente qué detonó ese resorte en la presidenta. Pero, más allá de las motivaciones, están las consecuencias. Y ahí sí hay mayor claridad.

En primer término, la respuesta presidencial muestra poca disposición a escuchar. Se montó en la idea —heredada de López Obrador— de que las únicas voces con legitimidad para manifestarse son las de su movimiento.

Pero ahora se levantaron murallas de hierro, se usó la fuerza pública de manera más agresiva y la óptica del aparato acabó transmitiendo la imagen de un gobierno que se siente inseguro, asediado, incluso atemorizado. Con todo lo que puede decirse de las reacciones del expresidente ante movilizaciones, siempre proyectaba seguridad y fortaleza. Eso no fue lo que quedó exhibido esta vez.

La presidenta, como López Obrador, se forjó en la protesta. Ahora se muestra no solo hostil, sino también intranquila ante quienes protestan en su contra. En cierta forma, exhibió un flanco débil que no habíamos visto antes. Y, además, uno innecesario en una mandataria que tiene el control de prácticamente todos los órganos del Estado mexicano.

Del otro lado de la ecuación, la lectura es igualmente preocupante. Para quienes tienen agravios, el mensaje es que el gobierno no está dispuesto a escucharlos y que además los estigmatiza.

Como decía este martes en el programa La Hora de Opinar Jimena Cándano, de la Fundación Reintegra, refiriéndose a los jóvenes: “Después de esta marcha no sé si me atrevería a llevar a mis hijos. Fue un mensaje muy claro de ‘hasta aquí llegaron’. Primero los borro, los invisibilizo: ustedes no tienen derecho a marchar porque no son de izquierda, ustedes los están manipulando. Y la violencia que se da después… a mí se me hace un mensaje brutal para los jóvenes”.

Y, por último, está el rebote internacional, sobre todo en los medios de derecha estadounidenses, en buena medida porque la propia presidenta magnificó la marcha. Fox News y medios digitales como Infowars la trataron como evidencia del “desgobierno” en México, lo que llevó a que el presidente Trump afirmara que vio “problemas muy graves” al sur de la frontera.

En suma, tras todo lo ocurrido, quién sabe qué motivó a la presidenta a reaccionar como lo hizo, pero lo cierto es que no le salió bien y no le suma ni a ella ni al país. Ojalá sepa rectificar en adelante, como lo hizo en el caso de Carlos Manzo. Escuchar, calibrar y corregir es mucho más afín a la presidenta que dice querer ser, y mucho más necesario para el momento que vive México.

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