Desde el otro lado

Doblar la apuesta o corregir el rumbo

Claudia Sheinbaum perdió el juego de vencidas con quienes la criticaron por su reacción inicial en Uruapan, pero su rápida rectificación le permitió despresurizar el tema de manera notable.

En Estados Unidos, Donald Trump acaba de salir victorioso de una larga batalla política por el cierre del gobierno federal.

En México, Claudia Sheinbaum está tratando de salir de una de las crisis más delicadas de su presidencia tras el asesinato del alcalde de Uruapan y la indignación que generó.

Ambos enfrentaron situaciones de alto riesgo político. Y ambos reaccionaron de manera muy distinta.

Trump enfrentó un cierre del gobierno federal que se prolongó por más de 40 días. El paro se produjo porque los demócratas condicionaron su apoyo al presupuesto a la extensión de subsidios para seguros médicos.

Querían evitar que, a fin de año, millones de estadounidenses enfrenten una fuerte alza en el costo de sus primas de seguros. Trump no solo se negó a conceder. No se movió un milímetro. No negoció. Esperó. Y ganó.

Un grupo de senadores demócratas, presionados por la creciente impopularidad del cierre, terminó por romper filas y votar con los republicanos para reabrir el gobierno.

Lo hicieron en contra de la voluntad de la mayoría de su bancada y sin haber conseguido la extensión de los subsidios. A cambio, obtuvieron apenas una promesa de que el tema se discutirá en diciembre.

Para Trump, fue una victoria política clara. No cedió en nada, dividió a la oposición y logró su objetivo. Y, sin embargo, al rehusarse a extender los subsidios, los republicanos se han colocado en una posición complicada: cuando el costo de los seguros médicos suba, como se anticipa, tendrán que cargar con la factura política.

Paradójicamente, de haber cedido, podrían haberse acreditado el alivio a los asegurados. Pero esa no es la forma en que Trump juega, al menos no en el plano de la política interna.

A diferencia de lo que hemos visto, por ejemplo, en las negociaciones con otros países sobre los aranceles, frente a los demócratas no negocia, doblega.

En México, Claudia Sheinbaum tuvo una respuesta muy distinta ante una situación de presión. El asesinato del alcalde Carlos Manzo, en Uruapan, Michoacán, desató una oleada de indignación.

No solo por la violencia del hecho, sino porque Manzo había alertado en múltiples ocasiones sobre los riesgos que enfrentaba y había pedido ayuda sin obtener respuesta.

La reacción inicial de la presidenta fue mala. Más que solidarizarse con la familia o acusar recibo del reclamo social, utilizó la conferencia matutina para atacar a la oposición y a los medios.

Anunció, no una investigación sobre el asesinato, sino una sobre las cuentas de redes sociales que lo habían convertido en tendencia. Era la jugada clásica del manual de López Obrador: doblar la apuesta, no ceder.

Pero al día siguiente, Sheinbaum corrigió. Invitó a Palacio Nacional a la viuda del alcalde y ofreció una versión mucho más empática.

Anunció un plan de seguridad para Michoacán, con medidas concretas y despliegue de fuerzas. Fue un giro de 180 grados. Dio un paso atrás.

Difícil imaginar que López Obrador hubiese hecho algo así. En momentos similares, el expresidente redoblaba la ofensiva. Como Trump, jugaba a las vencidas. Sheinbaum no es así. Puede tener reflejos similares, pero es capaz de calibrar y rectificar.

Visto como pulso político, Sheinbaum perdió. Dentro del ala más dura de su propia coalición habrá quien diga que mostró un flanco débil, que cedió ante la presión de la “ultraderecha”. Pero esa lectura es miope.

Al reconocer el ánimo social generado por el asesinato, Sheinbaum minimizó el golpe a su popularidad que sin duda iba a tener, justo cuando encuestas como la de El Financiero muestran una tendencia descendente. Aún goza de niveles de aprobación muy altos, pero tiene que cuidar ese capital.

Porque Sheinbaum no tiene el arrastre social ni los anclajes políticos de su antecesor, su popularidad importa.

Si ha logrado mantenerla en niveles incluso superiores a los del expresidente, es en parte porque no resulta tan polarizante y goza de una aceptación más amplia en la opinión pública. Y eso exige saber cuándo rectificar.

La aprobación de Trump apenas ronda el 40 por ciento, pero ese núcleo duro no se mueve, y con eso le basta para salir al combate todos los días. Sheinbaum, en cambio, cuenta con un respaldo más extenso y busca conservarlo.

Trump ganó la batalla del shutdown, pero queda vulnerable a que se le responsabilice del alza en el costo de la salud.

Sheinbaum perdió el juego de vencidas con quienes la criticaron por su reacción inicial en Uruapan, pero su rápida rectificación le permitió despresurizar el tema de manera notable. Lo que para uno fue prueba de fuerza, para la otra ha sido un ejercicio de calibración.

En política, no siempre gana más quien se impone, sino quien entiende mejor cuándo ceder.

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