Desde el otro lado

El PAN se relanza… hacia el vacío

El llamado del PAN parece más una ocurrencia de último momento que el resultado de un proceso cuidadosamente preparado. En una estrategia de fondo, la marcha habría sido el gran final de una serie de consultas.

A menos que el Partido Acción Nacional tenga preparada una gran sorpresa que decida revelar durante la marcha de este fin de semana, su anunciado “relanzamiento” no será mucho más que un cambio de empaque.

Lo que han dicho sus dirigentes, y la forma en que lo han presentado, hace pensar en una operación cosmética más que en una redefinición política. En realidad, hasta donde la conocemos, la iniciativa más bien confirma que el PAN sigue sin encontrar un propósito claro frente a la aplanadora de Morena.

Desde la derrota de 2018, la oposición en México anda perdida. El PRI se hundió por completo: perdió el país, gobierna solo Coahuila y Durango (en alianza), es la cuarta fuerza en el Senado y la quinta en la Cámara de Diputados.

El PAN mantiene bastiones históricos —Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato y Querétaro— y sigue siendo la segunda fuerza electoral. Pero si no se hundió, sí se evaporó. Tiene presencia, pero carece de sentido de misión. El PRI está en ruinas; el PAN sobrevive, pero está desdibujado y sin voz.

Como acto central de su relanzamiento, el PAN convocó a una marcha del Monumento a la Revolución al Ángel de la Independencia. Según Jorge Romero, presidente nacional del partido, se trata de “una transformación de fondo, no solo un cambio cosmético”.

El PAN promete apertura total a ciudadanos sin militancia, especialmente jóvenes, y una “nueva frecuencia propositiva”. “Hoy, con la mirada puesta en el futuro, damos un paso firme hacia adelante”, publicó el partido en redes sociales.

Kenia López agregó que la marcha busca “fortalecer la presencia del partido y visibilizar sus propuestas”. Todo esto sin abandonar “los valores fundacionales: la defensa de la Patria, la Justicia, la Familia y la Libertad”.

El llamado parece más una ocurrencia de último momento que el resultado de un proceso cuidadosamente preparado. En una estrategia de fondo, la marcha habría sido el gran final de una serie de consultas, foros y deliberaciones internas entre militantes y bases para definir el rumbo del partido. No ha ocurrido nada de eso. Tampoco ha habido una presencia fuerte de líderes panistas en los medios para explicar el sentido del relanzamiento o convocar con convicción a la ciudadanía.

De hecho, fuentes dentro del grupo directivo del PAN dicen no tener claro qué significa exactamente esta iniciativa. Esperan enterarse el sábado.

Si el propósito era entusiasmar, no lo han logrado. Lo que dicen ahora es que van a cambiar el logo, abrirse a la sociedad, ser más propositivos. Lo podían haber dicho hace un año o hace seis. No hay nada que trascienda la mercadotecnia.

Ninguna definición ideológica renovada, ninguna idea estratégica de cómo enfrentar a Morena, nada en el plano conceptual que permita decir que ya les “cayó el veinte”.

Puras generalidades que no responden a las preguntas fundamentales para su futuro: ¿cómo piensa reinventarse el PAN? ¿Cómo pretende reconectarse con un electorado que lo rechazó? ¿Y qué propone para recuperar su papel histórico como alternativa real de poder?

La campaña de 2024 con Xóchitl Gálvez dejó claro que no tienen respuesta a esas interrogantes. Por más que intentaron “vestirse de pueblo” a través de su candidata, no supieron plantear nada consistente más allá de despertar de la “pesadilla de la 4T” para retomar el rumbo perdido.

No entendieron que ese pasado, ese rumbo, es precisamente lo que la mayoría del electorado estaba rechazando. Se presentaron como una restauración del pasado, no como una alternativa de futuro.

La comparación con los demócratas en Estados Unidos es ilustrativa. Ellos tampoco han encontrado del todo cómo posicionarse frente a Trump, quien los mantiene a la defensiva. Pero la reacción reciente de gobernadores demócratas ante la presencia de la Guardia Nacional en sus ciudades y la disputa por el financiamiento de programas sociales, incluso a costa de paralizar temporalmente al gobierno federal, muestra algo distinto: tienen una fuerza incomparablemente mayor y están intentando construir una alternativa real.

Los demócratas tienen historia, base social y músculo político. Sus gobernadores, legisladores y alcaldes ensayan discursos, definen causas y tratan de articular su identidad frente a Trump y los republicanos. No lo han logrado, pero al menos se siente que están en ese proceso.

El PAN, en cambio, ni siquiera parece estar intentándolo. No hay un debate interno visible sobre cómo reconectarse con el país ni una narrativa clara sobre el rumbo que propone frente al dominio de Morena.

El PAN fue la oposición histórica al PRI y quien finalmente logró sacarlo de Los Pinos. Hoy no queda mucho de eso. Carece de liderazgo, discurso y horizonte. Quizá el sábado sorprendan con algo sustancial.

Pero lo dicho hasta ahora sugiere que seguirán deambulando sin rumbo, esperando que Morena implosione por sí sola. Esa no es una estrategia; es apenas una espera.

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