Desde el otro lado

Elogios dulces, realidad amarga

Para infortunio de Sheinbaum, en materia de seguridad nada detendrá a Trump. Por más entendimientos que se alcancen o grupos que se instalen, la capacidad real del gobierno mexicano para contener a los cárteles es limitada.

La buena noticia de la visita de Marco Rubio a México es que colmó de elogios a Claudia Sheinbaum. La mala es que esos elogios no significan mucho para Donald Trump.

“Nunca en la historia de ambos países habíamos visto el nivel de cooperación que tenemos ahora”, declaró Rubio. El secretario de Estado expresó su “gran respeto y admiración” por el trabajo de la presidenta, celebró la extradición de 59 “objetivos de alto valor” y aseguró que “no hay otro gobierno que esté cooperando tanto con nosotros en la lucha contra el crimen”. Un reconocimiento notable, viniendo de un gobierno para el que nunca nada es suficiente.

Para Sheinbaum, ha de haber sido grato escuchar semejantes palabras. Es, de alguna manera, un logro: el reconocimiento público de lo mucho que ha trabajado para evitar que el polvorín bilateral explote. Que haya hablado con Trump 14 veces en lo que va del año—como reveló Rubio—no solo es histórico, sino que atestigua la importancia que le ha dado la presidenta a esta relación volátil.

Más allá de las declaraciones, frente a las expectativas creadas por la propia presidenta, los resultados se quedaron cortos. Desde mediados de julio, Sheinbaum venía prometiendo un acuerdo de seguridad inminente. Al final, lo que se logró fue un “entendimiento” de cooperación y la instalación de un grupo de alto nivel para coordinar compromisos.

La experiencia muestra que ese tipo de grupos solo funcionan cuando los presidentes logran alinear a todos los actores para operar dentro de un mismo marco. Así ocurrió con el Grupo de Contacto de Alto Nivel creado por Zedillo y Clinton, que coordinó la cooperación antidrogas, elaboró diagnósticos y estrategias conjuntas, y facilitó múltiples extradiciones. En cambio, el grupo derivado de la Iniciativa Mérida, bajo Calderón, tuvo un alcance mucho más limitado: la preferencia de ambos gobiernos por trabajar con la Marina y no con el Ejército impidió una coordinación efectiva y lo volvió prácticamente irrelevante.

Hoy, las dificultades para que el grupo anunciado estructure realmente la cooperación provienen del lado estadounidense. Trump no se ciñe a marcos formales ni siquiera a acuerdos oficialmente suscritos. Además, en su administración no todos los actores son tan diplomáticos como Rubio ni necesariamente se alinearán con lo que establezca o acuerde el Departamento de Estado.

Es más probable que secretarios y jefes de agencias con injerencia en la agenda bilateral busquen congraciarse con el presidente reaccionando —y yendo más allá— a cada declaración o provocación que lance. Lo harán según lo que consideren que les gana puntos, al margen de los entendimientos o mecanismos formales con México.

De hecho, horas antes de llegar a México, el propio Rubio advirtió que Estados Unidos “usará todo su poder para erradicar a los cárteles de droga, sin importar desde dónde operen”, comentario que vinculó al bombardeo contra una lancha venezolana y que acompañó con la advertencia de que operaciones así “volverán a suceder”. Pete Hegseth, secretario de Defensa, fue todavía más tajante: “Esta es una misión mortalmente seria para nosotros, y no se detendrá”.

Aunque estas declaraciones no se refieren específicamente a México, dejan claro hasta dónde está dispuesto a llegar Trump. Por eso, si la parte mexicana se queda corta frente a sus expectativas, es imposible anticipar qué tipo de acciones podrían emprender. Ni siquiera el diplomático Rubio podría evitar que, si Trump fija la mira en otra dirección, la respuesta sea frontal.

Para infortunio de Sheinbaum, en materia de seguridad nada detendrá a Trump. Por más entendimientos que se alcancen o grupos que se instalen, la capacidad real del gobierno mexicano para contener a los cárteles es limitada. Además, es imposible saber qué considerará suficiente Trump; probablemente nada lo sea.

Apenas el lunes, después de decir que la presidenta es una mujer “impresionante” y que le cae muy bien, Trump declaró en Daily Caller que “México está gobernado por los cárteles” y que Sheinbaum “está muy asustada”. Entre los elogios de Rubio y la crudeza de Trump se define la relación entre ambos países: México puede ganar reconocimiento cuando coopera, pero tiene enfrente a un presidente que no reconoce límites.

Para la presidenta, el escenario no ha cambiado. Deberá seguir trabajando directamente con Trump, reforzando la cooperación, endureciendo las acciones contra el narco y entregando capos. No hacerlo tendría costos en otras áreas —como la comercial, donde Rubio la urgió a eliminar las barreras que ha levantado la 4T— y abriría la puerta a una acción unilateral estadounidense en territorio mexicano.

Los elogios de Rubio son apenas un respiro en una relación que sigue caminando sobre dinamita. La probabilidad de que este tema siga siendo explosivo es altísima.

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