Desde el otro lado

El tiro por la culata

Mientras Donald Trump puede redefinir narrativas y cambiar el tema con el caso Epstein, Claudia Sheinbaum debe tomar decisiones concretas que definirán el rumbo de su presidencia.

En México y Estados Unidos, los casos más ruidosos de las últimas semanas han puesto a Trump y Sheinbaum en una posición profundamente incómoda. Ahora se ven confrontados con el mismo tipo de acusaciones que sus movimientos solían dirigir contra sus adversarios. El caso del Comandante H ha expuesto a Morena a señalamientos de vínculos con el narco, mientras que los archivos de Epstein han confrontado a MAGA con sus propias teorías sobre pactos oscuros entre élites. Sin embargo, aunque Trump probablemente superará esta crisis como ha hecho antes, Sheinbaum está en una posición más comprometida.

La manzana de la discordia en México es Adán Augusto López, gobernador de Tabasco cuando Hernán Bermúdez se desempeñaba como secretario de Seguridad del estado y, presuntamente, como líder de la banda criminal La Barredora. Diversas voces, dentro y fuera de Morena, lo acusan de haber sido, cuando menos, negligente, y uno tras otro, analistas cercanos a la 4T se han pronunciado a favor de su expulsión del partido. Lo que hace este debate particularmente explosivo es que uno de los ejes de ataque de los morenistas al pasado corrupto —y en particular a Felipe Calderón— ha sido el expediente de Genaro García Luna. El caso de Hernán Bermúdez, al tocar a Adán Augusto López, de alguna manera “empata” el marcador frente a las críticas que los morenistas solían hacer a sus adversarios.

Algo similar sucede en Estados Unidos con los archivos del caso Epstein. Durante años, Trump y el movimiento MAGA promovieron este caso como prueba de que las élites operaban una red de pedofilia y corrupción, prometiendo que los archivos revelarían la conspiración y los nombres de los involucrados. Pero cuando el propio gobierno de Trump, a través del FBI y el Departamento de Justicia, concluyó que no existía una lista de clientes ni indicios de encubrimiento, la decepción vino incluso de voces conservadoras cercanas al movimiento, que alertaron sobre el daño a la credibilidad presidencial. De pronto, Trump quedó en la posición que solía criticar.

Los paralelismos son evidentes: casos que dividen a los movimientos en el poder y que les quitan argumentos frente a sus adversarios. Sin embargo, la forma en que cada mandatario puede manejar su crisis —y las posibilidades de sortearla con éxito— son muy distintas.

Trump, como suele hacerlo, opera en el terreno de la comunicación y ha sido extraordinariamente exitoso para definir la agenda pública. En el tema Epstein aún no ha logrado darle un vuelco al debate, pero es muy probable que, de no surgir información nueva, lo consiga.

Su figura está construida sobre una multiplicidad de agravios que su base proyecta contra las “élites”: el rechazo a Obama, la corrección política, las universidades de élite y los medios tradicionales. Por eso, pronto encontrará cómo colocar otro de esos agravios por encima de todo para sortear esta crisis. Todo esto, además, se mueve en el terreno simbólico de las conspiraciones, importante para un grupo de sus votantes, pero no el único ni el más decisivo. A esto se suma que Trump es el líder indiscutible de MAGA y mantiene control casi absoluto de su partido.

La situación para Sheinbaum es más peligrosa. Está atrapada entre la espada y la pared. No hacer nada la deja expuesta a la crítica de que su promesa de superioridad moral es solo retórica, y abre la puerta a acusaciones cada vez más agresivas sobre la narcopolítica desde Washington. Si Adán Augusto permanece como coordinador de los senadores de Morena, el tema no solo seguirá presente en el debate público, sino que alimentará los argumentos de quienes acusan a México de no hacer lo suficiente para combatir al narco. Como jefe de Hernández Bermúdez y luego secretario de Gobernación, resulta prácticamente insostenible afirmar que no sabía nada.

Pero deshacerse de Adán Augusto podría no ser suficiente para quienes sostienen que no se ha combatido la narcopolítica, aunque sí bastaría para tensar la relación con López Obrador. Dada la cercanía entre ambos —el expresidente lo considera su “hermano”—, una fractura no sería impensable. Sheinbaum ha procurado cuidar esa relación por encima de todo.

Es un dilema complejo, sin salidas cómodas. Trump probablemente superará su crisis porque opera en el terreno de la narrativa y los símbolos. El problema de Sheinbaum es de poder real, de alianzas, de sobrevivencia política. Y eso es mucho más difícil de resolver.

Mientras Trump puede redefinir narrativas y cambiar el tema, Sheinbaum debe tomar decisiones concretas que definirán no solo su relación con López Obrador, sino el rumbo de su presidencia. Desmarcarse de Adán Augusto y promover un cambio en la coordinación de la bancada de Morena en el Senado tiene sus riesgos, pero la alternativa —quedar atrapada entre dos fuegos— es peor.

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