Cada semana, la presidenta Sheinbaum enfrenta una nueva embestida de Donald Trump. Si no acusa a México de abusar comercialmente de Estados Unidos, señala que los migrantes son criminales o insinúa que el gobierno mexicano colabora con los cárteles. En todos los casos, la crítica viene acompañada de una amenaza: aranceles, deportaciones o acciones militares unilaterales contra los cárteles en territorio mexicano.
Esta semana, Trump confirmó que, en una conversación telefónica con Sheinbaum, le propuso enviar tropas estadounidenses a México para combatir al narcotráfico. Dijo que sería “un honor” hacerlo. Añadió, además, que la presidenta rechazó su oferta porque “les tiene tanto miedo a los cárteles que ni siquiera puede pensar con claridad”.
Desde la mañanera, la presidenta Sheinbaum evitó polemizar. Se limitó a señalar que, en esa llamada, su respuesta fue clara: “Podemos compartir información, pero nunca vamos a aceptar la presencia del Ejército de Estados Unidos en nuestro territorio”.
El tema no se agotará con el rechazo a la “honrosa” oferta de Trump. Su planteamiento no fue una ocurrencia, sino la expresión de una idea que ha sostenido durante años y que cuenta con el respaldo de buena parte de su equipo cercano. Distintos reportes confirman que no es una ocurrencia aislada, sino una ruta ya considerada y delineada por su equipo.
Desde su primer mandato, Trump ya traía la idea en mente. Así lo reveló su entonces secretario de Defensa, Mark Esper, en su libro A Sacred Oath, donde relata que en al menos dos ocasiones en 2020, Trump sugirió lanzar misiles a laboratorios de droga en México de forma encubierta. “Nadie sabría que fuimos nosotros”, habría dicho el presidente.
Desde la campaña presidencial, Trump dejó claro que estaba dispuesto a usar recursos militares contra los cárteles mexicanos. Prometió designarlos como organizaciones terroristas extranjeras y cumplió. Su plataforma contemplaba el uso de fuerzas especiales, ciberguerra y operaciones encubiertas. Ya como presidente, ha comenzado a ejecutar esa visión: militarizó la franja Roosevelt en la frontera sur, reforzó la vigilancia aérea con drones y elevó el discurso oficial en torno al uso directo de fuerza contra objetivos del narcotráfico. Lo que antes era advertencia hoy parece ser política de seguridad.
Si bien desde el inicio de su mandato la presidenta Sheinbaum dejó atrás la política de “abrazos, no balazos” y ha adoptado una postura mucho más frontal en el combate al narcotráfico, Trump sigue sugiriendo que México no hace lo suficiente ni tiene la capacidad para hacerlo. Y eso no augura nada bueno para México.
De las tres áreas de conflicto con Estados Unidos, el combate al narcotráfico es la más delicada para Sheinbaum. Por algún tiempo, el tema migratorio parecía que sería el más apremiante, dadas las amenazas de Trump durante la campaña de deportar a millones de indocumentados. La expulsión masiva de migrantes habría desatado una crisis humanitaria en la frontera. Pero ese escenario no se ha materializado.
En el ámbito comercial, el vaivén de los aranceles ha afectado a la economía mexicana, pero no ha escalado a un conflicto mayor. Sheinbaum ha evitado la confrontación y ha mantenido abierto el diálogo con Washington. Además, es probable que muchas empresas estadounidenses hayan presionado para frenar una guerra comercial. Trump concretó sus amenazas, pero México evitó lo peor del impulso proteccionista y un desplome económico.
En el tema del narcotráfico, una acción militar en territorio mexicano cerraría cualquier espacio para el diálogo. ¿Puede evitarse? La presidenta ha hecho todo lo posible, mostrándose abierta a la colaboración, pero eso no garantiza nada. Contener a los cárteles es tan difícil como evitar que Trump actúe impulsivamente. En su primer mandato, Trump aún contaba con asesores que le recomendaban cautela y entendían las implicaciones de una acción así. Ya no es el caso.
El equipo que lo rodea hoy está formado por leales que tienden a reforzar sus impulsos, no a contenerlos. Además, como evidenció el Signalgate, carecen de experiencia y muestran una peligrosa tendencia a ignorar las consecuencias de sus actos. Bastaría un malentendido para que Trump activara un operativo. Si a eso se suman los riesgos propios de una frontera sur militarizada, el peligro es claro y mayúsculo. El escenario es ominoso y potencialmente explosivo. La amenaza ya no es retórica ni hipotética.
El lenguaje, los nombramientos, los planes y las declaraciones muestran que la posibilidad de una acción militar unilateral contra México está viva. Sheinbaum ha mantenido prudencia en medio del asedio, pero si esa amenaza se concreta, no tendrá ya más opción que la confrontación. Este podría ser el verdadero punto de ruptura. Nada asegura que no lleguemos a ese punto.