En estos días, la narrativa oficial descalifica la marcha autonombrada de la ‘Generación Z’ del pasado sábado. Esto ha desatado una discusión intensa y productiva sobre el célebre ‘Bloque Negro’ que irrumpe en manifestaciones ciudadanas recientes de la capital del país.
No es la primera vez que aparecen, pero siempre con claros actos de una violencia virulenta que ataca tanto a propiedad privada como pública. Tal vez este último elemento pretendiera proyectar la imagen de unos anarquistas rebeldes e irredentos.
La discusión apunta a una serie de cuestionamientos que son inexplicables: ¿por qué solo aparecen en marchas de la oposición o en manifestaciones de organizaciones civiles críticas al gobierno? ¿Por qué no participan en protestas o plantones sindicales, que sí han ocurrido? O mejor aún, ¿en una movilización de Morena?
Hay reportes de una estrecha liga entre el ‘Bloque Negro’ y la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México. Reportes que señalan control, coordinación, operación y financiamiento para desestabilizar protestas ciudadanas, arrebatarles la narrativa, diluir la queja, manchar la expresión pública de inconformidad.
Desde su aparición en la década pasada durante la administración del presidente Peña Nieto, parecía la expresión radical de grupos inconformes con un gobierno al que atacaban por corrupto, ineficiente e incapaz. ¿Y ahora?
La primera lógica obliga al análisis de un autoboicot, de una autoprueba para desviar la atención. Sin embargo, parece que hay más. Manifestantes que se suman a una marcha la desvirtúan ante los ojos de la ciudadanía, disfrazados de hipotéticos críticos al gobierno.
Vaya perversidad política. Nada que haya faltado en el movimiento morenista y su caudillo fundador.
El control de grupos violentos desde el poder es una técnica utilizada en México desde los revoltosos años 60. Permitía a gobiernos, autoridades y fuerzas del orden desatar operaciones de brutal represión, justificada en hipotéticos ataques al orden público, a la propiedad privada y a la ciudadanía en general.
Desde el poder se activaban estas células de embozados manifestantes, que atacaban a las fuerzas del orden en lo que se denominaba un “acto de provocación”.
Es la historia de los Halcones en el 68 y el 71. Guardias, soldados, policías, cuerpos de élite entrenados para la guerrilla urbana que salían a detonar la chispa para la represión descomunal. El argumento final de la autoridad: “Nos atacaron, tuvimos que responder” (Tlatelolco, el Halconazo, etcétera).
La presidenta afirma que esa era ha terminado, y que la libre expresión de las ideas está garantizada. Pero el sábado presenciamos imágenes de policías desbocados, golpeando a diestra y siniestra a manifestantes que presenciaban, azorados, a los violentos infiltrados.
¿Qué pasó? ¿Perdieron la paciencia? ¿Se sintieron amenazados y tuvieron que mostrar una fuerza que tenían guardada? ¿O el gobierno cambió de postura y estrategia?
Es inverosímil pensar que la Fiscalía capitalina no tenga amplios expedientes de los integrantes del célebre grupo explosivo, saboteador de manifestaciones.
Resulta increíble ver en las imágenes y redes el nivel de violencia y el ataque a fuerzas de seguridad, y la respuesta furibunda de la policía capitalina, que no granaderos, aunque la semejanza sea apabullante.
Hoy sabemos que fueron detenidas 121 personas, según el reporte oficial, y que 3 fueron remitidas por intento de asesinato al reclusorio.
De la misma forma, varios policías fueron separados para investigación. Ahí sí, para variar, el reporte es vago, ambiguo, sin números ni detalles.
El ‘Bloque Negro’ consigue boicotear y sabotear una marcha pacífica. Tiende una sombra sobre una expresión que cuestiona de fondo la actuación de este gobierno para garantizar la perdida seguridad ciudadana. El asesinato del alcalde Carlos Manzo en Uruapan detonó una justificada ola de indignación que el gobierno desacredita, rechaza, literalmente denigra al no reconocer la autenticidad de la inconformidad ciudadana.
¿Por qué les resulta tan difícil aceptar que la gente de muchas regiones del país está hastiada de la violencia y de la impunidad reinantes?
Es encomiable el cambio de rumbo encabezado por Claudia Sheinbaum en materia de combate al crimen, pero los avances son cosméticos en comparación con el nivel de control, cinismo e impunidad con que los criminales se manejan.
No habrá inversión sin seguridad, no habrá economía pujante ni en ascenso si no se controla al crimen, a la extorsión, al derecho de piso, al secuestro de camiones de carga y mercancías.
El gobierno no lo entiende, no lo acepta y no es capaz de reconocerlo. Las narrativas no alcanzan para explicar el hartazgo ciudadano en Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Colima, Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua y tantos otros estados.
Es más sencillo desacreditar, desvirtuar, boicotear para acusar a la ¡derecha internacional! Vaya despropósito.
¿Ustedes ven a Trump y a Marco Rubio, con Milei o Meloni de Italia, planeando una protesta en México? Están más ocupados en sus propias crisis.