La presidenta Claudia Sheinbaum se valió en días recientes del muy manoseado argumento de que la percepción de inseguridad entre la ciudadanía es producto de la “desinformación” de los medios de comunicación masiva; incluso dijo los medios convencionales. Este, amable lector, no es un argumento nuevo.
Desde Vicente Fox, los presidentes de todos los colores y partidos señalan a los medios como responsables de “inflar” o “inflamar” la visión o percepción pública respecto a la inseguridad y el crimen.
La creación de organismos observadores y cuantificadores de secuestros, extorsiones, asesinatos y desapariciones como el Observatorio Ciudadano y otros varios es resultado de construir una base numérica creíble, que diera una versión más objetiva y apegada a la realidad, en franco contraste con las cifras oficiales, eternamente maquilladas y disminuidas.
López Obrador fue un profesional en disminuir las cifras, en contabilizar los muertos y en segregar a los desaparecidos, cifra escandalosa que raya en el conflicto armado.
Pero todos lo han hecho: Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña y López Obrador. Es una constante que los gobiernos aspiren a ofrecer un mejor panorama del que verdaderamente enfrenta el país.
Todos ellos coincidieron en dos cosas: en la manipulación de las cifras y en culpar a los medios.
Es la radio y la televisión, la prensa escrita “amarillista” que destaca, difunde e informa de múltiples actos de violencia que producen una percepción popular “mucho más grave de lo que es”.
¡Qué pena! Que la muy estudiada y docta Claudia Sheinbaum —atributos de los que carecía su antecesor inmediato— recurra al mismo discurso pobre, panfletario y exculpatorio de sus antecesores.
Los medios no matan ni producen secuestros o desapariciones; los medios no extorsionan ni cobran derecho de piso.
Algunos medios, sometidos o amenazados por organizaciones criminales en distintos estados de la República, se convierten en cajas de resonancia e instrumentos de comunicación entre cárteles, pero siempre a la baja y en sentido opuesto a la “glorificación del crimen” como tantas veces han dicho.
Es una excusa barata y pueril acusar al mensajero de los hechos ocurridos y no a los verdaderos responsables.
Pero aun así, es tristemente preocupante que han pasado 25 años, y México, en vez de reducir la actividad criminal, ha sido un patio de recreo para los hampones, corruptos. Criminales de cuellos blancos, azules, de cuadritos o del que sea.
La impunidad es el tono predominante de esta sociedad, donde no se castiga a los asesinos, no se detiene a los ladrones y, mucho menos, se investiga a los políticos corruptos.
Cuando los medios consignan los hechos y exhiben evidencias, la autoridad se molesta. Se muestra ofendida por las irrefutables pruebas de crímenes, operativos, presencia de matones, delincuencia y tantas otras actividades ilegales. Los videos y fotografías les parecen excesivamente ofensivos, innecesarios.
Llevamos más de dos décadas recibiendo a funcionarios en los medios que nos piden “matizar”, “reducir las imágenes”, “editar la sangre y los cuerpos” para no ofender a las santas y buenas conciencias.
Señora presidenta, los medios no son responsables de que la percepción pública en materia de inseguridad y criminalidad vaya al alza. Es la incapacidad de las policías y la Guardia Nacional para contener la oleada criminal creciente que heredó el gobierno anterior.
Se reconoce y aplaude el esfuerzo del titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, en su profesional esfuerzo por combatir el crimen.
Celebramos y festejamos que este gobierno, a diferencia de las criminales ausencias del pasado en esta materia, inacción, pasividad, permisividad total y tantos daños causados entre el 2018 y el 2024, este gobierno, decíamos, se atreva a hacer un viraje profundo en el combate y detección de criminales.
Sin embargo, el discurso barato y, sobre todo, mil veces repetido por los gobiernos anteriores de que “son los medios”, resulta ofensivo para la ciudadanía, porque en el fondo le está diciendo al “amado pueblo”: ustedes no saben, se dejan engañar, la situación no es tan grave como la pintan estos manipuladores tramposos.
En eso, doña Claudia, Andrés y toda su runfla de mentirosos son idénticos a los otros.
Serían felices los funcionarios presentes y pasados de que los medios no dijeran nada más allá del discurso oficial. Las muertes bajan, los homicidios dolosos van en claro y consecutivo descenso, ¡ya es tendencia! —claman—. Se acabaron los feminicidios, los secuestros, el derecho de piso.
Pero la realidad es otra, y obedece a múltiples causas de las que los gobiernos, este y los anteriores, debieran dejar de señalar a enemigos baratos para salir del paso.