Se acabó la era en la que México, sus instituciones públicas y gubernamentales, intentaron, mediante múltiples mecanismos, profesionalizar áreas, tareas de la administración pública, procesos en la toma de decisiones.
Es la herencia de Andrés Manuel: la improvisación campechana de kiosko provinciano en todos los rincones. Se acabaron los profesionales, se anularon servicios profesionales de carrera en múltiples áreas. Ahora estamos invadidos por los simpatizantes de la 4T que desempeñan cargos y responsabilidades delicadas, sin el conocimiento ni la experiencia requeridas.
Sucedió en el gobierno anterior, pero lamentablemente se extiende al presente.
Industrias tan delicadas como Pemex en manos de un agrónomo, quien, por cierto, ahora construye (al frente del Infonavit) sin tener la menor idea de lo que hace.
Lo vimos también en Hacienda, en Comunicaciones, en tantas obras de infraestructura encargadas a militares. Hoy tenemos trenes que se descarrilan y teleféricos que dejan de funcionar por días debido a problemas técnicos. ¡Aguas con Mexicana! Aerolínea del Estado en manos, ¿de... ? vaya usted a saber, pero ciertamente no experimentados profesionales.
Morena y Andrés guardan profundo desprecio a los profesionales de carrera. Los consideran una desviada herencia neoliberal. Prefieren el instinto primitivo de la que llaman “gente honesta”, que a la larga provocará más daños al erario y al país. El desastre de Pemex, las obras subsidiadas por mala planeación y ejecución del Tren Maya o de la Refinería Dos Bocas, se sustentan con cifras de pérdidas multimillonarias.
Ahí tiene usted a periodistas desempeñando cargos de embajadores, provocando una sensible humillación al servicio diplomático de carrera que ha tomado décadas construir y elevar su reconocido prestigio a nivel internacional. Para el gobierno, resulta mejor incluir a políticos de tercer o cuarto nivel, que se rindieron ante Morena.
O politólogos como el propuesto antier para embajador en Italia, sin la menor experiencia diplomática o consular.
De la misma forma sirve desde hace años una impresentable en Estambul. Es un rosario de improvisados, simpatizantes, aplaudidores del régimen que deposita nulo valor en la experiencia y el conocimiento.
Lo importante es respaldar a la 4T, a Morena y a sus líderes.
Ya sucedió con la trágica reforma y elección del Poder Judicial, cuyo resultado será la llegada de mexicanas y mexicanos muy bien intencionados, con un hipotético compromiso con “el pueblo” que servirá de poco para una justicia expedita, transparente y eficaz.
Ahora sucederá con el INE, frente al desmantelamiento —ya en proceso— del Instituto, colonizado por morenistas que han desplazado a profesionales de carrera cuya trayectoria y experiencia había contribuido a construir el prestigio y la aplastante credibilidad nacional de que gozó el INE. Ahora hay seguidores del régimen, recién llegados, aprendices que entorpecerán el conocimiento acumulado de décadas y docenas de elecciones limpias y transparentes.
Con la ambiciosa reforma electoral, terminarán por destruir un andamiaje que garantizó elecciones creíbles, con docenas de transiciones pacíficas en estados, municipios y, por supuesto, a nivel federal.
Llegarán los favoritos del régimen, no importa que no sepan, como claramente sucedió en el gobierno de AMLO y ahora de Sheinbaum.
Se acabaron los profesionales, los perfiles de experimentados servidores públicos y funcionarios que se formaron en áreas de especialidad. En Hacienda, en Banco de México —otra institución gravemente disminuida—, en ¡Salud! —y vea usted las consecuencias en distribución de medicamentos, suministro a clínicas y hospitales—, una de las áreas más gravemente afectadas por el morenismo.
Mucho se presume y con razón de los 13 millones de mexicanos que salieron de la pobreza en los últimos años… ¡Fantástico! Pero todos esos ahora pagan de su bolsillo la atención médica primaria de consulta y receta. ¡Lamentable!
Sólo la seguridad pública en manos de Omar García Harfuch se salva hoy del predominio de la mediocridad.
Se trata de reconstruir un Estado fuerte y poderoso en manos de incompetentes, traidores a la democracia como Pablo Gómez, que defiende el uso de su “fuerza legislativa” para imponer una reforma electoral de grupo y de partido.
Vivan los embajadores mal pagados y sin personal —por recorte presupuestal, en sedes diplomáticas mal mantenidas— que se ganaron su cargo mediante el aplauso y la lisonja a los poderosos.
Larga vida a un gobierno que destruye la capacidad y el talento institucional, para instalar a personas de mediano nivel, sin preparación ni mérito profesional.
Muchos años tomó a este país deshacerse del partido único que pretendía saber y entender de todo, para dar paso a la formación de profesionales por disciplinas y áreas de especialidad.
Hoy el péndulo va de regreso a gobiernos muy políticos y rebosantes de ideología, pero carentes de habilidades técnicas y de conocimiento profundo.
Se privilegia a los matraqueros y apoyadores, por encima de los experimentados.