El intercambio de amenazas y agresiones entre Gustavo Petro, presidente de Colombia, y Donald Trump ha elevado el tono y provocado tensiones mayores.
Por un lado, están los ataques y hundimientos de distintas embarcaciones —van 7 oficialmente— por parte de fuerzas de inteligencia americanas en contra de lo que señalan como transportadoras de drogas y estupefacientes a los Estados Unidos.
Petro acusó al gobierno americano de asesino tras la muerte de un colombiano a bordo de una de dichas embarcaciones.
Trump reaccionó con la furia que le caracteriza: en primer lugar, aranceles a Colombia —el arma favorita del presidente estadounidense— y, en segundo, el retiro de la ayuda para el combate al narcotráfico, después de afirmar que no hacen lo suficiente para contenerlo.
Petro en respuesta lo acusa de ignorante y grosero. Nuevamente la prudencia y el equilibrio de Claudia Sheinbaum salen a relucir con relumbrante asertividad.
Trump no entiende ni acepta premisas de derecho internacional. De equidad y equilibrio entre Estados; su lenguaje es la fuerza, es la dominancia del poderoso frente al débil, de la potencia frente a otra nación de menor proporción, economía, poderío militar. Por ende, subyuga, humilla, acorrala, amenaza y castiga.
Gustavo Petro, envalentonado frente a sus huestes tal vez, pretende subirse al ring con un peso completo, argumentando igualdad entre las naciones y otros principios que el señor Trump no reconoce ni mucho menos respeta.
Se equivoca Petro al pensar que está en igualdad de circunstancias. Es muy romántica la narrativa de los Estados igualitarios en el “concierto de las naciones”, sin importar su peso geopolítico o su poderío económico.
En la praxis diplomática, esos principios se subordinan a la prudencia, la inteligencia y la pericia para relacionarse con los gigantes.
Petro carece de esa pericia y acusar de asesino a Washington es un craso error. La señora Sheinbaum podría ofrecerle algunos consejos en materia de relación con nuestro volátil y mercurial vecino.
Cómo acordar sin conceder, cómo ceder sin subordinar. No es fácil, se trata de una tarea gigantesca conservar el equilibrio, la mesura y aguantar la presión, la amenaza —velada en nuestro caso— franca y abierta en contra de Colombia, que provocará medidas y sanciones negativas para la economía y el pueblo colombiano.
Trump ha lanzado una guerra abierta, extrajudicial y extraterritorial en contra de los cárteles del narcotráfico. Todo indica que esto es apenas el inicio de operaciones más sofisticadas, invasivas y ofensivas.
Los hundimientos de las barcazas y el submarino exponen un grave problema al derecho internacional y a la facultad de operar estos ataques en aguas internacionales. Extrema gravedad.
Pero todos los gobiernos deben entender que Donald Trump no se somete al marco jurídico internacional. Ha dado los pasos necesarios, aunque ilegales, para construir un supuesto sustento legítimo a sus incursiones.
Notificó al Congreso acerca de “un conflicto armado en contra del narcotráfico”. Se filtró una lista del Departamento de Justicia que señala 20 organizaciones en América Latina como blancos de ataque por introducir estupefacientes a territorio estadounidense y, en consecuencia, atentar contra la seguridad nacional americana.
Además, ha autorizado 7 ataques reconocidos en contra de embarcaciones en el Caribe como supuestos transportes de droga.
Las señales son claras; estas operaciones van a continuar, aunque al interior de Estados Unidos, voces jurídicas e incluso republicanas cuestionan la “legalidad” de estas operaciones.
Librará la batalla judicial interna, pero en los hechos, atacará de forma creciente a sembradíos, laboratorios, vías de transporte o túneles de acceso fronterizo, abundantes entre México y Estados Unidos.
Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, México y otros países que sirven como productores, transportadores o puntos de enlace de todo tipo de sustancias ilegales a Estados Unidos deben prepararse para enfrentar lo que vendrá.
Una vía, como en el caso de México —la más acertada—, es la colaboración. La información compartida y, eventualmente, el involucramiento de tropas locales en los operativos.
La otra, la errática y fatídica, es la de Petro al desafiar al explosivo presidente americano.
Podremos tener todos los debates sobre derecho internacional y la fuerza del poderoso frente al débil, pero por lo pronto, es recomendable cooperar, comunicar y colaborar. El trato y las posibilidades de ganancia y éxito compartido podrán ser mejores.