El Globo

Ataques a Cárteles

El Pentágono y la Secretaría de Seguridad Interna en Estados Unidos se preparan para lanzar precisos, quirúrgicos y selectivos ataques contra cárteles del narcotráfico.

Parece el principio, pero si ligamos los acontecimientos, el Pentágono y la Secretaría de Seguridad Interna en Estados Unidos se preparan para lanzar precisos, quirúrgicos y selectivos ataques contra cárteles del narcotráfico.

La primera señal la dio la oficina jurídica de la Casa Blanca informando al Congreso hace unos 10 días que EU libraba un “conflicto armado contra el narcotráfico” y detalló en esa declaración “el fentanilo, las metanfetaminas, la heroína y la cocaína” para evitar cualquier confusión. Está perfectamente claro qué organizaciones de tráfico de estupefacientes con penetración en territorio estadounidense están en la mira.

Después vino un operativo masivo, 637 personas detenidas en territorio americano, más otras dos docenas en México, a cargo de la DEA, en contra de las redes y aparato de distribución y venta del Cártel Jalisco Nueva Generación con operaciones cotidianas en ese país.

Ahora se “filtra” una supuesta lista del Departamento de Justicia que señala a varias organizaciones relacionadas con el tráfico de estupefacientes, varias de ellas incluso no calificadas como terroristas, como blanco potencial de supuestos ataques por parte de las Fuerzas Armadas o las agencias del gobierno de los EU.

Si ligamos cada uno de los hechos públicos, debe haber muchos más que aún permanecen en el ámbito del secreto, la seguridad nacional y otros candados ultrasecretos. La información publicada apunta a que el gobierno americano prepara una serie de ataques muy específicos contra diversas organizaciones criminales de América Latina, por lo pronto.

La región es relevante porque, según estudios de la DEA, desde nuestro continente ingresa a la Unión Americana casi el 76% del total de drogas y precursores para el mercado interno. El restante 24% se calcula que puede provenir de Asia, Rusia, China, India y África.

El blanco principal son las organizaciones latinoamericanas, los cárteles mexicanos, colombianos y ahora, las barcazas y rutas que desde Venezuela pretenden llegar a Miami. Hasta ahora, han atacado y destruido dos.

La meta es hacer a un lado el burocratismo, el papeleo, los planes de la DEA, la infiltración de organizaciones, el seguimiento puntual y detallado a lo largo de meses.

Trump tiene prisa, quiere dar resultados y golpes concretos a quienes, según el discurso republicano, inundan las calles y las plazas de substancias y drogas que pervierten a la juventud americana. No se ría, así lo dicen. Lo que no dicen es que la juventud americana pide, demanda y paga por esas sustancias. Pero ese es otro problema; lo más simple es siempre culpar al proveedor.

Y en esa lista están varias organizaciones basadas y operadas en México y desde México, que han sido muy eficientes en el tráfico, la venta y la distribución al interior de EU. Trump ha dado instrucciones precisas de eliminarlas, neutralizarlas, incapacitar su esquema operativo, rutas de tránsito, cabezas de operación, suministro de sustancias.

La directriz es “obviar” todo proceso de autorización judicial y curso por comisiones del Congreso, y saltar cualquier obstáculo jurídico bajo dos argumentos que han construido con contundencia. Primero, son organizaciones terroristas, lo que significa que el marco legal otorga al gobierno americano la facultad para atacar en cualquier rincón del planeta. Segundo, son una amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos.

Ya hundieron y aniquilaron dos lanchas rápidas con unos 11 tripulantes a bordo, provenientes de Venezuela en aguas internacionales, con alta tecnología de misiles disparados desde drones en el aire, que ni siquiera son detectables a la vista humana.

Debemos esperar acciones semejantes a las células del narcotráfico mexicano, ubicado en múltiples puntos del territorio nacional: Sinaloa, Tamaulipas, Michoacán, Jalisco, Guerrero y tantos otros donde se ubican laboratorios, centros de reclutamiento, adiestramiento y comandos operativos. Hay ya demasiadas alertas en el escenario para pretender evitarlas.

Es comprensible que la narrativa de la soberanía nacional, recientemente defendida vehementemente por la presidenta Sheinbaum en su discurso de cierre de gira por el primer año de gobierno (“no toleraremos intervenciones extranjeras de ningún tipo”), demuestre que la preocupación existe.

La lectura de estas señales confirma que el gobierno mexicano observa los mismos operativos estadounidenses en contra del narcotráfico internacional. El Congreso americano está avisado, el Departamento de Justicia tiene su lista y seguramente el Pentágono estudia planes de acción, ataques de precisión y el uso de drones.

¿Qué margen de acción tiene el gobierno de México? Me atrevo a sugerir la acción coordinada, inteligencia compartida, información mano a mano en cada paso del proceso. Las dudas en Washington, complicidad y mandos militares mexicanos infiltrados o comprometidos.

En México, se tiene la certeza de que Washington actuará con o sin el consenso del gobierno mexicano. Por lo tanto, acordar acciones conjuntas, compartir estrategias y contar con la participación de fuerzas locales puede ser el único recurso —siempre y cuando sea efectivo— para que la opinión pública mexicana lo perciba como un plan binacional de ambos gobiernos.

El reloj sigue avanzando.

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