El Globo

La paz escurridiza

A Trump le urge anotarse una victoria en el terreno internacional después de sus erráticas políticas arancelarias, mientras que Putin aprovecha la oportunidad y la exprime al máximo.

Todo parece indicar que Vladímir Putin juega con Trump y con el mundo.

Dice que sí, pero no dice cuándo. Dice que acepta pláticas y condiciones generales, pero luego se contradice y se retracta: que siempre no.

Así han transcurrido las últimas semanas, en las que Donald Trump anuncia y promete un avance y un logro significativo, y al día siguiente Rusia bombardea por centésima o milésima ocasión Ucrania.

Es así, simple y llanamente, una tomadura de pelo.

Putin juega a la política ganadora, extiende la liga, prolonga los diálogos, reconsidera las condiciones, exige más territorio, minerales, concesiones —la renuncia de Zelensky— la realización de elecciones inmediatas.

Pareciera que disfruta —sin duda lo hace— volver a la escena internacional en calidad de interlocutor de peso, por el escritorio de quien deben pasar todas las soluciones.

Desde la primera invasión a Ucrania (2014), Putin fue expulsado prácticamente de todos los foros internacionales de peso y de relevancia. Del G8, que volvió a ser el G7, del G20, de las cumbres climáticas, de múltiples foros multilaterales de los que fue marginado, desinvitado, cancelado. Literalmente, un paria global al que nadie le abriría la puerta. Hasta que Trump cambió eso desde su primera victoria en 2016 y ahora de forma definitiva.

Vladímir y su tejido para el regreso al mundo han tomado 9 largos años de sanciones económicas, comerciales y financieras de Europa y también parcialmente de Estados Unidos.

Su refugio fue China. Ahí Rusia encontró un aliado, un colega comerciante, un potencial socio en múltiples esferas, incluso militar.

De tal forma que en este momento, con 2 horas de conversación telefónica con Trump el día de ayer para delinear —esta vez se puso más específico el presidente americano, después del desplante anterior— un potencial acuerdo de paz con Ucrania.

No hablamos de un cese al fuego temporal con vigencia limitada.

Conversaron acerca de sentar las bases para la paz definitiva.

Después de los fracasos anteriores y el franco ridículo al que Putin sometió a Trump la vez pasada, ayer hubo un largo intercambio de puntos y visiones.

Pero prevalece la diferencia de tono y de mensaje: Trump habla de que todo está listo para iniciar el proceso de paz, e involucró al nuevo papa y al Vaticano para que sean los anfitriones de dichos acuerdos. Putin, por su parte, lo ve con desdén, no parece entusiasmado y proyecta la impresión de que no le han garantizado todas sus peticiones.

Mientras todo esto sucede, Europa y la Unión sugieren aún más sanciones a Rusia si no aborda el proceso de paz.

Todos dicen que quieren lo mismo, pero a diferentes velocidades y sobre muy distintas condiciones.

Ucrania pretende recuperar su territorio invadido y regresar a los límites fronterizos previos a la invasión de 2014; Rusia afirma que el territorio ruso que ya está bajo su control no volverá nunca a ser Ucrania.

Rusia pide elecciones y garantías perpetuas contra el ingreso a la OTAN por parte de Ucrania, mientras que esta última exige su libertad para elegir sus alianzas internacionales.

Muy complejo proceso en el que, a pesar de los esfuerzos ciertamente meritorios y reconocibles de Washington y del propio presidente Trump, no consigue equiparar las condiciones para sentar a ambos países en conflicto a la mesa de negociaciones.

La escurridiza paz se niega a concretarse en diálogos específicos, porque cada quien quiere condiciones diferentes y de hecho contradictorias.

Si bien pareciera que Zelenski ha concedido ya la entrega de minerales y territorio a Estados Unidos, Rusia da señales de demandar el fin absoluto de las sanciones por parte de Europa y de la Unión Americana.

Trump presume en declaraciones y en sus redes que ya está planchado el acuerdo para el inicio de negociaciones; Putin voltea con desidia y dice que hubo un lacónico “avance positivo”.

A Trump le urge anotarse una victoria en el terreno internacional después de sus erráticas políticas arancelarias, mientras que Putin aprovecha la oportunidad y la exprime al máximo. Es un líder mundial que alcanza la categoría de global, por el alcance y las consecuencias de sus acciones bélicas.

Y quiere ganar todas para su país: territorio, condiciones, energía, elecciones, adiós a la OTAN y, de facto, control absoluto del país invadido.

Trump ofrece a cambio acceso a los mercados americanos desde Rusia, importaciones, exportaciones, créditos y financiamiento, retirar aranceles, para hacer atractiva la negociación a Putin, quien, por lo pronto, los observa con sorna desde Rusia.

Habrá que esperar.

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