Si hay algo que los políticos están empezando a entender —algunos más rápido que otros— es que una fuerza laboral capacitada en inteligencia artificial (IA) será uno de los activos más importantes que un país pueda tener en las próximas décadas.
China lleva años entrenando a niños y jóvenes en herramientas de IA desde edades tempranas como parte de su estrategia nacional. Y del otro lado del mundo, Google acaba de lanzar “AI Works for America”, una ambiciosa iniciativa de formación que busca capacitar gratuitamente a trabajadores y pequeños negocios en Estados Unidos para que aprendan a utilizar herramientas de IA en sus actividades diarias. Esto incluye desde análisis de datos hasta automatización de tareas administrativas o soporte en programación.
Este tipo de programas no son casualidad: reflejan un entendimiento profundo de hacia dónde va el mercado laboral global. Así como saber usar una computadora se volvió un requisito básico para acceder a miles de empleos en los años noventa, saber interactuar con sistemas de IA será pronto una habilidad indispensable.
Y no hablo de desarrollar modelos complejos desde cero. Me refiero a tareas tan simples como resumir reuniones, generar ideas para una presentación, buscar oportunidades de negocio o incluso escribir código con ayuda de un copiloto. La IA ya está aquí, y quien sepa usarla tendrá una ventaja enorme.
Sobre este punto, Jeremy Utley, profesor en Stanford y coautor de Ideaflow, insiste en que la IA no debe verse como un sustituto de nuestro trabajo, sino como un asistente que nos ayuda a pensar mejor y más rápido. En sus palabras, “cuando usamos estas herramientas con intención y propósito, nos convertimos en mejores profesionales, no en versiones reemplazables de nosotros mismos”. La clave está en ver a la IA como una extensión de nuestras capacidades, no como una amenaza.
Por eso, mientras más rápido los gobiernos entiendan esto, más rápido sus ciudadanos podrán aprovechar la oportunidad de aprender con y gracias a la IA. Y aquí es donde México tiene una decisión urgente por tomar.
Toda legislación o política pública que hable de inteligencia artificial —ya sea en regulación, educación o transformación digital— debería incluir obligatoriamente un apartado sobre programas de capacitación gratuitos y accesibles. Si dejamos esta formación únicamente en manos de universidades privadas o escuelas especializadas, corremos el riesgo de profundizar aún más la brecha entre quienes pueden pagar por educación de calidad y quienes dependen del sistema público.
Mi recomendación para quien esté leyendo esto: acérquense a sistemas como ChatGPT, Claude, Perplexity o Gemini. Exploren, hagan preguntas, aprendan de temas nuevos, mejoren su productividad. Eso sí, manteniendo siempre una mirada crítica y sabiendo que estas herramientas no son perfectas. Pero si se usan con criterio, pueden convertirse en un gran acelerador de carrera.
El futuro no será de quien domine la IA. Será de quien sepa colaborar con ella.