Estados Unidos ya enseñó el cobre. El secretario de Comercio, Howard Lutnick, declaró que el Tratado entre México, EU y Canadá (TMEC) “definitivamente” se va a renegociar en 2026. No será una simple revisión, y por lo tanto México debe prepararse para ese escenario.
La política arancelaria de la administración Trump nos proporciona una guía valiosa para entender por dónde van a venir los golpes. Para empezar, EU ha demostrado que le tiene sin cuidado el violar sus compromisos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) al incrementar los aranceles de Nación Más Favorecida (NMF). Asimismo, ha violado todos sus tratados comerciales, incluido el TMEC, al incrementar los aranceles de manera unilateral bajo el argumento de seguridad nacional y/o emergencia económica internacional (IEEPA). Es cierto que la estrategia de negociación y no confrontación de la presidenta Sheinbaum ha logrado que el TMEC sea el único tratado comercial que Trump ha respetado parcialmente. Pero recordemos que dicho “respeto” no está anclado en un acuerdo vinculante, sino que depende del estado de ánimo del inquilino de la Casa Blanca y, por lo tanto, es sumamente volátil e incierto.
Los acuerdos que EU está negociando con otros países contienen promesas de reducciones arancelarias que no regresarían los aranceles a los niveles originales que se tenían antes de la llegada de Trump a la presidencia. Adicionalmente, dichos acuerdos incluyen el establecimiento de cupos (límites cuantitativos) para la importación de productos considerados como estratégicos para EU, como es el caso de los automóviles. Todo esto debe ser visto como evidencia de que Trump no va a querer preservar el libre comercio en el TMEC.
El Artículo 34.7 del TMEC establece que para el 1º de julio de 2026, los ministros encargados del comercio en México, Canadá y EU tendrán que reunirse para analizar cómo se está implementando el Tratado, y en su caso presentarán recomendaciones sobre cómo mejorar su funcionamiento. Esto no impide que uno o más de los países miembros del TMEC soliciten una renegociación parcial o total del acuerdo, y todo indica que esto es lo que pedirá Estados Unidos. ¿Qué podemos hacer ante este escenario?
Estados Unidos llegará a la mesa con dos prioridades principales que guiarán su estrategia de negociación. La primera es la obsesión con la penetración de productos chinos en Norteamérica y la creciente inversión china en México. Esta preocupación ya se había manifestado en menor medida en la negociación original del TMEC, cuando EU solicitó la inclusión de una “cláusula anti-China” que buscaba prohibir que los miembros del TMEC pudieran negociar un TLC con ese país. Esta propuesta fue rechazada y en su lugar quedó una disposición “sin dientes” en la que los países se comprometieron a intercambiar información en caso de que decidieran negociar tratados con economías que no son de mercado.
Es muy probable que en TMEC 2.0 Estados Unidos busque reabrir capítulos como Reglas de Origen para cerrarle el acceso a los componentes chinos, principalmente en el sector automotriz y en la manufactura avanzada en general. Inversión, para implementar un mecanismo trilateral de revisión y autorización del origen de la inversión extranjera en sectores estratégicos, similar a lo que ya tiene en vigor Estados Unidos (CFIUS). Laboral, para hacer más estricto el Mecanismo de Respuesta Rápida que protege los derechos de democracia sindical. Comercio Digital y Propiedad Intelectual, para establecer reglas trilaterales y fortalecer la ciberseguridad y la protección de patentes y secretos comerciales, entre otros. Sin duda, China va a ser un jugador esencial en esta renegociación, sin estar sentado en la mesa.
La segunda prioridad para el presidente Trump será su énfasis en los déficits comerciales y la convicción de que los aranceles son un instrumento de política industrial que enriquecerá al país a través de “cientos de miles de millones” de dólares en ingresos y al mismo tiempo propiciará un auge manufacturero en Estados Unidos. Ambas premisas son falsas y no reflejan la realidad económica, pero eso no impide que Trump las haya adoptado casi como mantras religiosos. Esta visión del comercio como un juego “suma cero” hace altamente probable que EU ponga sobre la mesa muchas de las propuestas tóxicas que intentó insertar durante la primera negociación del TMEC, y que busque establecer esquemas de comercio administrado para limitar las exportaciones mexicanas no solo en temas relacionados con China y el sector automotriz, sino también en agricultura y productos agroindustriales, textiles, etcétera.
Es esencial tomar en cuenta estas dos líneas estratégicas de Estados Unidos y que el sector privado trabaje de la mano con el Gobierno de México en el diseño de posturas para cada capítulo del TMEC. No debemos simplemente reaccionar de forma defensiva a las propuestas estadounidenses que busquen mermar el libre comercio, sino diseñar una estrategia que nos permita fortalecer los intereses de los exportadores e inversionistas mexicanos. Entre los temas prioritarios para México deberían destacar el evitar la imposición de cupos y otros mecanismos de comercio administrado; impedir el establecimiento de barreras sanitarias y fitosanitarias y obstáculos técnicos al comercio; el uso discrecional de remedios comerciales en contra de nuestras exportaciones agrícolas; preservar los mecanismos de solución de disputas; promover un marco trilateral para fomentar y regular el uso de la inteligencia artificial; y fortalecer el capítulo de competitividad del Tratado, cuya función es diseñar estrategias trilaterales que le permitan a Norteamérica desarrollar capacidades para competir con el resto del mundo, entre muchas otras.
Para lograr esto se requerirá de un Cuarto de Junto robusto y con representatividad de todos los sectores productivos, incluidos los sectores emergentes de alta tecnología en manufactura avanzada, TICs, inteligencia artificial, fintech, etcétera. Además del establecimiento de mecanismos eficientes de comunicación y retroalimentación entre el gobierno y el sector privado y la sociedad civil, un elemento fundamental en este proceso será la labor de abogacía y cabildeo que lleven a cabo las empresas mexicanas a través de sus redes de contactos, clientes y aliados estratégicos en Estados Unidos. Este esfuerzo empresarial ha sido esencial en todas las negociaciones comerciales que México ha llevado a cabo con Estados Unidos desde que se negoció el TLCAN a principios de los años 90.
Queda claro que la única manera de contrarrestar la narrativa contra el libre comercio que promueve la administración Trump será a través de la movilización de empresarios y trabajadores estadounidenses a nivel local (Grassroots), para que alerten a sus diputados, senadores y gobernadores acerca de la importancia del TMEC para la generación de empleo y bienestar económico en sus comunidades. Esta gran campaña debe tener como objetivo convencer a los tomadores de decisiones en Estados Unidos de la indispensabilidad del TMEC y de la economía mexicana para que EU logre competir con éxito con China en lo que resta del siglo XXI.
Todavía tenemos tiempo para desarrollar una estrategia de negociación exitosa y una campaña eficaz de cabildeo en Estados Unidos. Esta debería ser la gran prioridad nacional para este año y el 2026.