Internacionalista de la Universidad Iberoamericana

Arancelitis crónica

Juan Pablo Calderón Patiño analiza la iniciativa para modificar la LIGIE, los aranceles dirigidos a China, el impacto en el sector automotriz y las implicaciones políticas y económicas para México.

“Se acabó la fiesta que hemos estado celebrando por décadas en la industria automotriz. Tenemos que cambiar de estrategia” Oliver Blume, Director Ejecutivo de VW Global

La presidenta de México, aun teniendo facultades constitucionales para cambios en materia arancelaria, decidió, también en uso de sus facultades legales, enviar el 9 de septiembre a la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma a la Ley de Impuestos Generales y de Importación (LIGIE). La reforma pretende salvaguardar los empleos (en la era de la robotización), defender al mercado interno y la industria nacional, objetivos que pocos podrían no estar de acuerdo. La realidad se impone y con el nuevo elefante en la sala que es China no es difícil desentrañar que es una reforma para complacer al mandatario estadounidense que cree que el mundo puede volver a ser al que fue hace 80 o 100 años con la hegemonía de su país. Del otro lado, la maraña ideológica morenista culpa a la era neoliberal de la alta dependencia de las importaciones como si el T-MEC no tuviera su origen en esa época. De hablar del sistema mundial de comercio, el gobierno mexicano hace mutis para no enfrentarse a Washington.

Con una confusión de saber cómo se hizo la iniciativa presidencial, la pregunta sigue en el aire ¿cómo presentar reformas o nuevos aranceles para casi 1500 fracciones arancelarias con impacto en diversos sectores productivos, pero sin duda con dedicación al sector automotriz? La propia interacción de diversos liderazgos del sector privado con la Secretaría de Economía (SE) abrió la puerta para más que lecturas confusas, despejar una realidad que es obvio, nadie del gobierno confirmará: la iniciativa salió del Palacio Nacional sin estudio previo y consulta con la cabeza del sector empresarial, que en el deber ser es la propia SE.

Es entendible que la titular del Ejecutivo haya ganado tiempo para la espera de negociaciones entre Washington y Pekín que relajarían las tensiones entre las dos potencias económicas y comerciales. También es posible que “la ofrenda arancelaria” a Trump haya sido parte del paquete de variopinta, que va desde la entrega de viejos capos del narcotráfico hasta aranceles a los países con los que México no tiene tratados de comercio, es decir, dedicatoria a China, el elefante en la sala. Sin embargo, al tener el oficialismo una mayoría legislativa aplastante es imposible pensar que “el tema lo tiene el Congreso y no la SE”, como se argumentaba desde el Ejecutivo. En un régimen de un presidencialismo omnipotente, con el poder centralizado que desarma los pesos y contrapesos es ilusorio pensar que los legisladores harán, por cuenta propia, una reforma a la LIGIE. Eso sí, Sheinbaum en un espejismo democrático se separó de la decisión de otras economías cuyo tema de arancelitis crónica lo dictan los ejecutivos y no los congresos. Tendrían muchos que ver en México y en el mundo, que los resortes de contrapesos, que aún perduran en la Unión Americana, afirman que los aranceles impuestos desde la Casa Blanca por Donald Trump son ilegales.

A bote pronto también es oportuno el atento recordatorio que aparece en el libro de La era de la revancha de Andrea Rizzi (Nuevos Cuadernos Anagrama, Barcelona, 2025) cuando menciona que, en el 2002, el PIB de China representaba un 12% del estadounidense, mientras que hoy representan un 62%. A ello, se suma que en el tránsito del Acuerdo General de Aranceles y Tarifas (GATT) a la Organización Mundial de Comercio (OMC) el 80% de los países del globo tenían a Estados Unidos como primer socio comercial. En 2018, China lo era para dos terceras partes del planeta, un logro que representa un formidable activo de conexión e influencia de ese elefante que seguirá en la sala por más que muchos lo quieran fuera. No se puede esconder al paquidermo debajo del tapete cuando China es después de los dos socios del T-MEC el más importante destino a las exportaciones estadounidenses, el segundo destino para las exportaciones canadienses y el tercero para las exportaciones mexicanas. Sin contar que los mexicanos recibimos de China el 20% de las importaciones donde apenas juntando las importaciones procedentes de Alemania, Japón y Corea del Sur son la mitad de las chinas en las que la mayor parte son bienes intermedios.

En corto, México está poniendo a diversos países la “medicina de arancelitis” que el propio Trump ha impuesto en sectores estratégicos como el automotriz y el del acero y aluminio, nada más y nada menos, que a sus dos principales socios comerciales: México y Canadá.

A días de terminar el período ordinario de sesiones del Legislativo mexicano y bajo convocatorias express a diversos sectores productivos nacionales, más como una escenografía que una consulta profunda, debatida y con capacidad de articular un genuino esfuerzo de Estado, no de régimen alabado por parte de la oposición que compró el argumento que la sola imposición arancelaria es una defensa de la economía mexicana, los cambios ofrecidos, para muchos especialistas son meros caramelos que comprometen la capacidad de continuidad de cadenas productivas de valor además de generar nuevos hoyos donde antes no existían, como la relación con los surcoreanos e incluso con países estratégicos como Japón, que aunque existe un acuerdo comercial con Tokio, marcas icónicas japonesas importan vehículos de países a los que hoy se les impone aranceles. Destacan Indonesia que junto con Corea del Sur y Turquía conforman con México el grupo MIKTA. La A que representa a Australia tiene otro tratamiento comercial por el Tratado de Integración Progresista de Asociación Transpacífica (TIPAT), pero a los otros “aliados estratégicos” se les impone, hoy, aranceles….

En nada contribuye a la verdad pensar que en plena era de robotización y de transición energética en la movilidad, los aranceles son la solución. Hasta el cansancio se ha señalado en la industria automotriz que no sólo son las nuevas marcas chinas, sino lo que pocos hablan, las importaciones de vehículos de marcas estadounidenses y europeas que fueron armados en China que pueden entrar libres de arancel a territorio nacional por el decreto automotriz que libra de aranceles hasta el 10% del monto de lo que producen en México. Sumado a ello, temas como el freno al oprobio de la regularización de los vehículos de contrabando, la actualización de la deducibilidad fiscal, la ampliación de una reforma financiera, la creación de una auténtica política de renovación del parque vehicular en donde participen el sector público, la banca de fomento y el propio sector automotriz, son vetas para desarrollar un mercado interno fuerte, cohesionado y amalgama para el fortalecimiento de las cadenas productivas. Incluso muchas medidas contenidas en el Plan México en materia de manufactura y producción nacional podrían tener espacio en un esfuerzo serio que involucre al gobierno y a los núcleos productivos en áreas estratégicas como la industria automotriz y la electrónica de alta especialidad. Desde que se presentó hace casi un año el Plan México, por diversas razones que abonan en tiempos retadores, han cerrado ya dos armadoras, CIVAC en Morelos y COMPAS en Aguascalientes. Ante tiempos inciertos no se puede seguir retrasando el instrumentar una política industrial auténtica e incluyente.

México, sigue en las grandes ligas del sector automotriz global, es el 5º. productor de vehículos, pero con un mercado interno, el 13º del mundo donde más del 65% de las unidades son importadas de países con los que incluso no se tienen acuerdos, India y China, lo ejemplifican. En otros lustros, Estados Unidos y Brasil, con acuerdos comerciales fueron los primeros proveedores de vehículos a México. Pertinente fue John M. Keynes cuando dijo que “el mercado puede permanecer irracional más tiempo del que uno puede permanecer solvente”.

Hoy, China produce el 33% de los vehículos del planeta y la zona T-MEC es el segundo lugar con el 18% de la producción global. América del Norte dividida estará más lejos de China, pero si no se revisa el nuevo modelo que reclama una política industrial para concentrar en el mediano plazo la producción de lo que importan marcas occidentales de China a América del Norte, no habrá manera realista de saber competir con China. Eso pasa por una amplia regulación y por hacer del mercado interno de los tres países del T-MEC un mercado intrarregional en el que la racionalidad forzar, más temprano que tarde, a una negociación con China en instrumentos, materiales o piezas que hoy por hoy, sólo se producen en el gigante asiático. Mientras, se espera en el Legislativo el desahogo de la LIGIE que una vez que entre en vigor elevará el riesgo inflacionario que afectará al consumidor en los servicios posventa en refacciones y otras áreas, asunto que los conocedores hasta el cansancio han mencionado. Los cambios a la iniciativa presidencial serán parte, más que del Legislativo, de la directriz del Ejecutivo siendo en algunos casos “dadivosos” en no sostener los aranceles de la iniciativa original, pero al final elevándose en diversas proporciones.

Hoy, legisladores de parte de la oposición y los oficialistas que creen ser salvadores del sector automotriz mexicano deben recordar que en este momento tiene más bajo arancel exportar un vehículo a Estados Unidos desde Corea del Sur, Reino Unido o Europa comunitaria que desde México. La arancelitis aguda puede nublar…y hacer creer que el elefante ya no está en la sala.

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