Seguramente a lo largo de las últimas dos semanas, las autoridades mexicanas se percataron de la gran atención con la que otros países, alrededor del mundo, están monitoreando y analizando todo lo relacionado con la eventual renegociación del T-MEC, debido a las implicaciones que el resultado tendrá para el régimen internacional de comercio. Primero con la participación del secretario Ebrard en la cumbre de APEC en Corea del Sur hace diez días, y luego con la visita del presidente Macron a nuestro país, funcionarios asiáticos y europeos tuvieron la oportunidad de conversar con los responsables del proceso en México y la prensa de esos países destacó el tema de manera prominente en los principales diarios de esas regiones.
Los efectos más inmediatos serán sobre el monto y la composición de las exportaciones de México y Canadá hacia Estados Unidos, que por mucho es el principal socio de ambas economías, 83 y 73% respectivamente durante los primeros ocho meses del año. El secretario Howard Lutnick ha dicho en varias ocasiones que Estados Unidos no quiere ni los autos ni el acero de sus vecinos, quienes debido a la cantidad de recursos con que cuentan, se deben dedicar a la minería y a la refinación, entre otras actividades. Esta postura implicará un enorme desgaste político para el gobierno de Sheinbaum, cuando las exportaciones del sector automotriz representan 25 de esos 83 puntos porcentuales.
Por su parte, el Representante Comercial de Estados Unidos (USTR), Jamieson Greer, ha declarado en diversos foros que la estrategia comercial de este segundo periodo de gobierno de Trump es repatriar diversas manufacturas y medicamentos de primera generación que se consideran estratégicos para la economía, aunque ello implicará un costo político que puede ser importante en algunos casos, pero que no hay alternativa. La reacción de Mark Carney ha sido reconocer que la época del libre comercio ha terminado y que las relaciones con quien fue su principal socio comercial desde el final de la Segunda Guerra Mundial han cambiado fundamentalmente, por lo que es indispensable la búsqueda de nuevos mercados.
Trump ha dicho que de una u otra manera, el nuevo T-MEC incluirá aranceles, con lo que la ventaja comparativa y competitiva de los productos de México y Canadá se reducirán significativamente y puede haber pérdidas de mercado importantes. La tarea entonces será buscar nuevos mercados para colocar la producción mexicana, la que enfrentará la competencia de otros productos que están siendo desplazados del mercado de Estados Unidos por los aranceles, lo que cada empresa debes considerar iniciar a la brevedad posible, sobre todo aquellos productos que no cuenten con un posicionamiento firme o una clara diferenciación de sus competidores.
El segundo efecto será sobre el monto y las características de la inversión extranjera que llegue a México a partir del próximo año. El tamaño del mercado garantiza que seguirá fluyendo la inversión extranjera hacia el país, aunque la reforma judicial puede ahuyentar proyectos de alta tecnología y la permanencia de algunas empresas. Diversas organizaciones empresariales de Estados Unidos han incluido este y otros temas relacionados con el régimen de inversión en México en sus comentarios que enviaron al USTR con motivo de la audiencia pública que se celebrará del tres al cinco de diciembre en Washington y que son públicos.
La solución que ofrezca el gobierno mexicano a las quejas del USTR sobre las barreras no arancelarias generadas durante el sexenio pasado tendrán un efecto directo sobre la agenda de negociación del nuevo tratado, pero también permitirá o será un obstáculo para atraer nuevas inversiones de otros países, pues estas barreras afectan la inversión extranjera en general. La experiencia con la planta que Tesla iba a construir en Nuevo León debe servir como ejemplo.
Otra razón para atender las quejas y comentarios de los organismos que participen en la audiencia del USTR es que también serán relevantes para la ratificación del nuevo tratado comercial con la Unión Europea, que México pretende firmar el próximo año. La firma es un acto protocolario, pero lo importante será la ratificación por parte de cada uno de los diferentes gobiernos europeos, para lo que el gobierno de Sheinbaum debe ofrecer las garantías necesarias para su debida implementación. El nuevo tratado con la Unión Europea es mucho mejor que el actual y ayudará a la generación de nuevos mercados, pero de poco servirá sin ser ratificado.