Uno de los argumentos favoritos de Donald Trump para justificar el uso de aranceles es que Estados Unidos es el mercado más grande, por lo que el resto del mundo tiene que pagar derechos para hacer negocios con la Unión Americana. Esta aseveración contrasta con la postura del presidente Obama, que impulsó la negociación del Acuerdo Trans-Pacífico (conocido como el TPP) y de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión con la Unión Europea (en inglés TTIP) –ambos cancelados por Trump – aduciendo que 94% de los consumidores viven fuera de la región de América del Norte y que la población con mejores expectativas de crecimiento en su ingreso se encuentra en la región de Asia-Pacífico.
Trump insiste que Estados Unidos debe aplicar aranceles como represalia al maltrato y a la discriminación de la que han sido objeto los productores estadounidenses alrededor del mundo, en particular desde la creación de la Organización Mundial del Comercio, y que se refleja en que el déficit de la balanza comercial haya alcanzado casi 690 mil millones de dólares en los primeros seis meses del año. Para revertir el déficit, es indispensable repatriar a territorio estadounidense la producción de diversas manufacturas, entre ellas, la de autos, productos farmacéuticos e instrumentos de comunicación, que actualmente se encuentran en otros países, aún cuando ello genere fricciones con otras naciones, según el Representante Comercial (USTR), Jamieson Greer. Cabe destacar que, de acuerdo con la Oficina del Censo, Estados Unidos mantuvo un superávit comercial durante el primer semestre del año con 132 de los 233 países y territorios con los que mantiene relaciones comerciales.
No hay duda de que las amenazas arancelarias serán una constante durante este segundo periodo de Trump, pero la decisión de aumentar el arancel a las importaciones de la India al 50%, cuando todo indicaba que ambos países estaban por anunciar un acuerdo comercial que se empezó a trabajar en marzo, generan nuevas dudas sobre la confianza que se pueda tener al negociar con el presidente estadounidense. Hasta el momento, el gobierno del PM, Narendra Modi, ha respondido postergando la compra de vehículos de combate Stryker, producidos por General Dynamics Land Systems; misiles antitanques Javelin fabricados por Raytheon y Lockheed Martin; seis aviones Boeing P8I de reconocimiento; y sistemas de apoyo para la marina india, con un valor superior a los 6,000 millones de dólares.
La decisión de aumentar los aranceles a la India, que es el noveno proveedor más importante de la economía estadounidense, argumentando las compras de petróleo a Rusia – a quien Trump no ha aplicado ningún arancel y que tuvo un superávit de 2,212 millones de dólares durante el primer semestre del año – se une al incremento en los aranceles a Brasil, también al 50% en base al juicio político que se le sigue en ese país al expresidente Jair Bolsonaro, y a peticiones que Estados Unidos ha puesto sobre la mesa con otras naciones: a Canadá le ha pedido aumente sus aportaciones al presupuesto de la OTAN y mayor colaboración para la implementación del Domo Dorado, y a Singapur y a otros países con grandes flotas de cargueros les propuso votar en contra de los esfuerzos por reducir las emisiones de efecto invernadero que generan estos buques.
Podemos agregar las declaraciones del secretario Ebrard un par de días antes de la última llamada entre Trump y la presidenta Sheinbaum: “Ya todo lo que México tenía que hacer está hecho. Tenemos que esperar a las decisiones que tome el presidente Trump con su equipo”. El problema se vuelve más complejo en tanto que la oficina del USTR no tiene todo el personal que necesita para las negociaciones y el secretario Lutnick hoy te puede decir una cosa y mañana te dice otra, dependiendo de lo que le diga Trump.
Ante este panorama, Sheinbaum tiene dos claras líneas de acción: generar canales confiables de comunicación con ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos y presionar tanto como sea posible para que se haga el anuncio del proceso que se seguirá para la renegociación del TMEC. Es indispensable que el Congreso de Estados Unidos participe en la renegociación del tratado para evitar estas decisiones caprichosas de Trump. De lo contrario, y mientras no se ratifique el fallo en contra del uso de los aranceles en base a la IEEPA, Trump no tiene un contrapeso efectivo. Esperemos que la visita de Carney a México ocurra en las próximas dos semanas y se avance en este proceso.