Geoeconomía

Del T-MEC al TME

Resulta más difícil entender la renuencia de Sheinbaum a aceptar la invitación para asistir al G7.

A finales de la semana pasada, hubo declaraciones en Washington, Ottawa y la Ciudad de México que indican que la relación comercial entre Canadá, Estados Unidos y México será mucho más compleja y costosa –en términos económicos y políticos–, incluso con mayores restricciones, pero, sobre todo, más distante que hasta ahora, lo que puede traducirse en mayores fricciones entre las partes. Así como los derechos laborales, el cuidado del medioambiente y el combate a la corrupción se incorporaron a la agenda comercial, parece inevitable que se sumen la migración y el tráfico de estupefacientes y la seguridad nacional adquiera mayor relevancia. Y que las diferencias ideológicas de la 4T con sus socios comerciales de la región sobre el papel del mercado y su buen funcionamiento deriven en acuerdos bilaterales.

El jueves el secretario de Comercio, Howard Lutnick, declaró en una comparecencia ante el Comité de Asignaciones Presupuestales de la Cámara Baja, que es necesario determinar, junto con las autoridades mexicanas, las industrias a las que México “se debe dedicar, como la minería y la refinación”, pues no es posible continuar permitiendo que el país siga atacando a los trabajadores estadounidenses y robando empleos, como ha sucedido a partir de la entrada en vigor del TLCAN. Esta es la postura mercantilista de Trump que pretende que Estados Unidos produzca bienes de alto valor agregado para venderlos a cambio de insumos, materias primas y bienes intermedios, profundizando las diferencias en el nivel de desarrollo con el resto del mundo. Esto no refleja una relación entre iguales y deja entrever algunas de las restricciones que ese gobierno pretende incorporar en la renegociación del tratado, como el establecimiento de cuotas para el comercio de productos considerados estratégicos.

Ese mismo día, el embajador de Estados Unidos en Canadá, Pete Hoekstra, declaró a la prensa canadiense que el primer ministro Mark Carney está negociando con Trump un acuerdo marco sobre comercio y seguridad bajo la mayor secrecía, en el que participan unos cuantos ministros, como Dominic LeBlanc, responsable de las relaciones comerciales y Gary Anandasangaree, ministro de Seguridad. Posteriormente, Carney declaró en la cámara de los Comunes que estas negociaciones tomarán el tiempo que Canadá considere necesario, en referencia a las presiones a las que se vio sujeto el gobierno de Justin Trudeau para cerrar las negociaciones del T-MEC, y que sólo tomará represalias si fallan las negociaciones. Hasta ahora, Carney tiene el apoyo de los premieres provinciales, incluyendo el de Ontario, Doug Ford, quienes están al tanto del proceso.

Por su parte, la presidenta Sheinbaum dijo durante su conferencia de prensa del viernes que, durante la reunión de hoy con el subsecretario de Estado, Christopher Landau, se le planteará un acuerdo permanente que guíe la relación bilateral en materia de seguridad, migración y comercio y así dejar de estar a expensas de los constantes cambios en la política comercial de Estados Unidos, y que se firmaría durante la próxima visita del secretario Marco Rubio. Hasta la fecha, México no ha tomado ninguna represalia por los aranceles de Estados Unidos, a pesar de que más del 80 por ciento de su PIB está relacionado con el comercio exterior. Además, después del aumento del arancel al acero y al aluminio al 50 por ciento, enfrenta un arancel efectivo de casi 21 por ciento, el cuarto más alto después de China, Japón y Corea del Sur.

Ante este panorama, resulta más difícil entender la renuencia de Sheinbaum a aceptar la invitación para asistir al G7, donde podrá hablar directamente con Trump cobijada tanto por Carney –que necesita de su apoyo en la renegociación del T-MEC a nivel trilateral– como por los demás líderes. Al negarse a asistir indica que poco le interesa la relación con Canadá y pierde la oportunidad de promover el Plan México en un foro con la mejor audiencia a la que puede aspirar. La inversión extranjera directa para nuevos proyectos viene cayendo trimestre a trimestre desde hace dos años y las empresas de Estados Unidos, que ha sido el principal inversionista, pueden dejar de invertir en otros países para evitar sanciones de su gobierno. Si la intención es evitar las presiones de Trump, estas continuarán por otros medios.

Sheinbaum no puede continuar como su predecesor sin asistir a foros internacionales y continuar aislando a México, lo que hace más vulnerable al país y a ella misma, en un entorno caracterizado por las redefiniciones de los bloques.

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