Jorge Berry

Jordan y Cresencio

Jordan, desde siempre, ha sido un defensor rabioso de Trump. Sostiene que la insurrección del 6 de enero de 2021 fue “un paseo turístico de buenos ciudadanos”.

La Cámara de Representantes de Estados Unidos, como se preveía, está convertida en un circo. El mejor ejemplo de ello es el Comité de Justicia, que preside el republicano radical Jim Jordan.

Jordan, desde siempre, ha sido un defensor rabioso de Donald Trump. Es de los que sostiene que la insurrección del 6 de enero de 2021 fue “un paseo turístico de buenos ciudadanos”. Siempre expresó su deseo de presidir este comité, porque afirmaba que desde ahí realizaría las investigaciones pertinentes para derrumbar los argumentos demócratas, y exponer las tropelías de lo que llama “la empresa criminal Biden”.

Lo cierto es que quieren involucrar al hijo de Biden, Hunter, en negocios cuestionables en Ucrania y China. Pero ya hasta los republicanos le están dando la espalda a Jordan, porque van cinco años de investigaciones, y no han podido comprobarle nada.

Para desviar la atención de ese fracaso, Jim Jordan decidió expedir un citatorio a Alan Bragg, el fiscal de Manhattan, quien está llevando el caso que llevó a Trump a ser arrestado: los sobornos ilegales que usó para silenciar a mujeres que habían sostenido relaciones con él. Esto es totalmente irregular. Viola la separación de poderes, pero además, Jordan sólo tiene facultades a nivel federal, y el caso contra Trump es local. Bragg, con justa razón, se negó a atender el citatorio, que fue interpretado como una manera de intimidar al fiscal. Así lo consideró el juez del caso, y advirtió a Trump que no toleraría la intimidación al fiscal, a los eventuales jurados, ni a él mismo, exhibiendo una caricatura que subió Trump a redes, donde aparece amenazando a Bragg con un bate de beisbol. Si Trump reincide, el juez puede ordenar prisión preventiva.

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Preocupa el deterioro de las relaciones de México con Estados Unidos. El presidente López Obrador no cesa en sus agresiones verbales contra el vecino. La más reciente, acusa al Pentágono de espiar a las Fuerzas Armadas de México. Creo que el Presidente requiere de mejor información.

Para empezar, la administradora de la DEA, Anne Milgram, fue quien anunció el operativo que llevó tres años, para infiltrar hasta las más altas esferas del Cártel de Sinaloa. Ahí se derrumba, entre otros, el cuento de que la DEA ya no operaba en México. A principios del sexenio, AMLO prohibió que operadores de la DEA actuaran en México. Estados Unidos respondió que mandaba retirar a todos sus agentes del país. Pero no se fueron. Siguieron sus labores como si nada. Ahora, rindieron frutos, y López Obrador está furioso. Pero en el informe de Milgram no aparece nada sobre nuestras Fuerzas Armadas, lo cual revela, entre otras cosas, una total falta de confianza en nuestra capacidad de mantener secretos.

El espionaje a las Fuerzas Armadas provino de los documentos dados a conocer en la filtración de ellos que hizo un jovencito, que ya fue arrestado. Ahí se detalla el malestar de Estados Unidos ante la enorme acumulación de poder y dinero que se le ha otorgado a la Sedena. La gota que derramó el vaso fue la nueva responsabilidad de controlar el espacio aéreo mexicano que ahora tiene el Ejército.

Ya había rumores en los pasillos de Palacio sobre un conflicto entre los secretarios de la Defensa y de Marina. Quedó comprobado ante la prohibición de la Secretaría de Marina de compartir información con Sedena. Ya de la afirmación presidencial de que en México no se produce fentanilo, ni hablamos. Hay pruebas gráficas de los laboratorios.

En medio de todo esto, surge la información de los viajes millonarios del general secretario Cresencio Sandoval. La tropa debe estar asombrada.

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