Parteaguas

La verdadera ‘shark’ del equipo de Marcelo

A Cecilia Bañuelos Barrón le toca cargar con la organización del encuentro Science and Technology in Society (STS) Forum promovido por una Secretaría de Economía casi famélica de recursos, precisamente económicos.

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Olviden la ciencia si quieren, por puro interés de negocios vale la pena viajar a Cuernavaca durante la primera semana de diciembre.

Una creciente ola de ingenieras e ingenieros mexicanos están creando productos que pueden convertir en empresas siempre y cuando alguien les enseñe de negocios, que no es lo suyo. Y a eso voy con lo de Cuernavaca.

Si esto fuera futbol, esa ciudad estaría albergando la Copa América; pero el evento en cuestión es una convención nerd hecha para quienes gustan del riesgo, es la edición para América Latina y el Caribe del Science and Technology in Society (STS) Forum. Y ahí es en donde ella destaca.

En estos días, la gente de negocios con más influencia en el mundo envía a sus empleados a grandes eventos de manufactura.

Mientras ellos, dueños de fortunas, en calidad de “tiburones inversionistas” prefieren buscar oportunidades en la ciencia, que es mucho más rentable. Ya sea en Silicon Valley… o en Shenzhen, en donde nacieron Huawei, Tencent y DJI.

Acá en la liga latinoamericana juntaremos los proyectos con potencial tecnológico de Brasil, Colombia, Argentina o México, en la capital del estado de Morelos, a unos 80 kilómetros de la Ciudad de México.

A Cecilia Bañuelos Barrón le toca cargar con la organización del encuentro promovido por una Secretaría de Economía casi famélica de recursos, precisamente económicos.

El presupuesto total para este año de la dependencia es de 3 mil 533 millones de pesos, que suena mucho para un mortal, pero compárenlos con los 20 mil 908 millones que tuvo hace 10 años.

Ojo, es el presupuesto para todo lo que hace la Secretaría, lo que debe incluir la contratación de abogados y asesores para negociar con el equipo del presidente Donald Trump la nueva redacción del T-MEC.

Ni hablar, es lo que hay y a Cecilia le toca trabajar con lo que tiene.

¿Quién es ella? Es una ingeniera biotecnóloga por el IPN, con un doctorado en patología experimental, que fue directora de Investigación en Salud y Medio Ambiente en el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal, cuando Marcelo Ebrard fue jefe de Gobierno.

Hoy es la directora de Innovación de la secretaría de Economía federal que encabeza ese conocido funcionario.

Ella persigue proyectos de gente como Gloria Soldevila Melgarejo, de la UNAM, a quien Ebrard le prometió públicamente un millón de dólares hace unos meses.

¿Se acuerdan? Durante el verano, la secretaría de Economía organizó su propio “Shark Tank” e invitó a Arturo Elías Ayub y Rodrigo Herrera Aspra, empresarios protagonistas de ese show mediático, para calificar proyectos tecnológicos merecedores de una inversión.

Soldevila presentó su empresa Incell TX durante ese encuentro llamado Hecho en México, Mentes en Acción.

La pequeña compañía es dueña de un tratamiento a nivel celular para impedir que el cuerpo rechace órganos donados, como los riñones.

Es el tipo de proyectos que interesan a Cecilia, que actúa como un verdadero tiburón de productos innovadores que luego son revisados por su jefe, Ebrard, para promoverlos ante inversionistas.

La semana pasada ella conoció de un invento para reducir dramáticamente el peso de baterías para dispositivos móviles; otro dispositivo para analizar la capacidad real de sistemas de generación de energía fotovoltaica en grandes proyectos de paneles solares y uno más que es una suerte de biodigestor que puede generar energía para una casa a partir de los 50 kilos anuales de excremento que genera cada humano que la habita.

Todos, provenientes de una sola institución: el Centro de Investigación Científica de Yucatán, CICY.

Conocer a estos inventores puede ser tan emocionante como decepcionante.

Sus proyectos pueden resolver problemas reales, lo que les ofrece un gran potencial de mercado. Pero de inmediato revelan la carencia de un plan de negocios, ante la falta de un ecosistema que los complemente, y capital que los detone.

Eso lo tiene Silicon Valley, que junta a un Wozniak con un Jobs para que nazca Apple o a un Altman con un Musk para que nazca OpenAI.

Pero por algo se empieza y ustedes pueden empezar en Cuernavaca. Busquen a Cecilia.

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