Aquí pueden escuchar a Jonathan Ruiz Torre con esta columna Parteaguas. También disponible en Spotify.
No han visto la suya los graduados que tienen unos cinco o 10 años trabajando. ¿Viene una oportunidad para ellos?
Quienes ganan unos 20 mil pesos mensuales en México no tienen los suficientes ingresos para aplicar a una hipoteca que les permita comprar una casa cerca de la actividad de una ciudad relevante en este país.
Tampoco son lo suficientemente pobres como para esperar que el gobierno los incluya en ese Programa Nacional de Vivienda preparado para quienes ganan dos salarios mínimos o menos, equivalentes a unos 17 mil pesos mensuales.
Ellas y ellos, posiblemente jóvenes, están en el limbo de un mercado que les abandonó.
Su esperanza puede estar contenida en reportes que hablan del alto nivel que alcanzaron ya los precios de los departamentos y las casas en México y de una contracción de transacciones que debe alertar a los desarrolladores y a los bancos.
Estos quizás necesitan atender a otros mercados si quieren que el negocio continúe próspero. A decir de sus precios y las tasas actuales, hasta hoy parecen tener en la mira únicamente a las personas con altos ingresos.
Los casos más notorios son los de la Ciudad de México y Nuevo León, que se han separado del resto. Pero no son los únicos.
El precio de un metro cuadrado de vivienda en esos estados ya superó 57 mil y 54 mil pesos, respectivamente. Vaya, un departamento de 100 metros cuadrados cuesta en promedio 5.7 millones y 5.4 millones de pesos, respectivamente, en esas entidades.
Los datos están contenidos en el Indicador Banorte de Precios de Vivienda.
Asumiendo un enganche del 20 por ciento, el interesado deberá pagar más de 40 mil pesos mensuales por una hipoteca típica a 20 años y a una tasa anual del 10 por ciento que ofrecen hoy los bancos.
No es una circunstancia muy distinta la que encaran habitantes de estados alejados geográficamente de esos dos ejemplos.
Una lista de otras entidades en las que puede ser necesario pagar más de 20 mil pesos mensuales de hipoteca incluye a Yucatán, San Luis Potosí y Puebla.
Éstas ocupan las posiciones seis, siete y ocho, entre las entidades con los precios más altos por metro cuadrado. Van de 26 mil pesos en Puebla, a 31 mil pesos por metro cuadrado en Yucatán.
Los mexicanos con acceso al IMSS, muchos de ellos profesionistas, tienen un salario medio mensual equivalente a 18 mil 420 pesos. Es prácticamente imposible que paguen una casa promedio bajo las condiciones de mercado actuales.
Y hablamos de los favorecidos por trabajar en el ambiente formal de la economía.
¿Qué hay para ellos? ¿Viene en camino alguna vía de acceso a su casa? Probablemente sí, por la vía de la oferta. BBVA prendió una luz amarilla la semana pasada:
Advirtió que el mercado de vivienda en México atraviesa “una contracción significativa”, marcada por la caída del crédito hipotecario y el debilitamiento del poder adquisitivo de los hogares.
En el primer semestre de este año, el número total de hipotecas otorgadas disminuyó 9 por ciento respecto al año pasado. El monto total de esos préstamos, en dinero, también cayó 4.5 por ciento.
Hay otro dato que refleja problemas: algunas personas están dejando de pagar su casa, con los riesgos que eso conlleva. BBVA expuso que la tasa de morosidad alcanzó 3 por ciento, que “no es un signo de alarma”, “pero sí evidencian mayores dificultades de pago”.
“La apreciación de la vivienda, que se mantiene por encima del 8 por ciento anual, ha superado ampliamente el crecimiento de los ingresos, agravando la falta de asequibilidad”, agregó BBVA.
¿Qué posible solución ven factible desde ese banco? Es todo un desafío: Ampliar el acceso al crédito hipotecario y garantizar una mayor oferta de vivienda accesible.
Ya México intentó sin éxito algo similar en el pasado. Hubo supuestas soluciones de vivienda barata que derivaron en la construcción de casas en zonas desiertas.
La nueva oferta, si llega, debe ser cercana a los centros de trabajo. Próxima a Polanco y San Pedro Garza García, o a estaciones de transporte público digno que permitan un transporte eficiente hasta esas zonas.
Todo lo demás podría resultar inútil para el mercado, e injusto para quien paga una hipoteca.