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Las acciones de Tesla valen casi 30 por ciento menos que en aquel 17 de diciembre cuando marcaron un récord.
En esos días, la posibilidad de construir una planta armadora de esta compañía en Santa Catarina quedó disuelta en una efímera amistad del magnate Elon Musk y el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Unos meses antes, el director general de Tesla se subió a un helicóptero para recorrer esta zona fronteriza de Nuevo León con Coahuila.
Pidió al piloto bajar y ahí, al pie de los cerros y cerca de la carretera a Saltillo, sin mucho más, decidió que sería instalada en ese lugar semidesértico una nueva fábrica que eventualmente produciría un modelo económico de Tesla. Un tipo de coche, por cierto, que aún no ve la luz.
Luego abordaron de nuevo la aeronave para trasladarse al Club de Industriales instalado en la cima de la Loma Larga que divide los municipios de San Pedro y Monterrey; en el camino platicó con Mariana Rodríguez, la esposa del gobernador Samuel García.
Le preguntó sobre el modo en el cual hizo fama en redes sociales. Me dicen que el actual propietario de lo que fue Twitter, mostró un interés sincero.
Luego, la narrativa hostil del presidente Trump en contra de la manufactura extranjera y la imposición de aranceles, acabó con el propósito. La planta de Tesla en México se convirtió en anécdota. Pero vaya que el mundo dio vueltas desde la Navidad.
Musk, que tuvo un horizonte abierto desde los balcones de la Casa Blanca, se enemistó con el político más poderoso de Estados Unidos y la empresa ahora enfrenta un escenario distinto, no solo por el cambio en la influencia política de su líder.
Hasta entonces parecía ser la única empresa relevante de coches eléctricos en el mundo.
Hoy hay más de 30, dijo el mes pasado Mary Barra, directora general de GM, que orgullosamente presume el segundo lugar de ventas que ostenta su compañía precisamente en esos productos en la nación vecina al norte.
En julio, Volkswagen tomó la delantera en Europa en colocación de vehículos eléctricos; Tesla cayó al séptimo lugar y Volvo se vio superada allá por BYD, la gigante china que anunciaba hasta hace poco un aplastante dominio del mercado global en la categoría.
Sus ventas crecían a un ritmo de 36 por ciento hasta el arranque de este año –cifras más recientes disponibles– cuando facturó a un ritmo equivalente a 260 millones de dólares diarios. Nada mal, comparados con los 214 millones de dólares que reporta Tesla.
Por eso hay algo que no cuadra. Las cifras de estas dos compañías que ofrecen productos comparables tienen niveles similares, salvo en lo concerniente al valor de la empresa en sí misma.
Tesla vale más de un billón de dólares (one trillion); BYD apenas 153 mil millones (153 billion).
Vaya, la estadounidense vale seis veces más, de acuerdo con datos recopilados por Bloomberg, la misma fuente que alerta en otra estadística: 27 por ciento de los analistas que siguen a la compañía sugieren vender sus acciones. Por otro lado, nadie sugiere deshacerse de los papeles de BYD.
La alta cotización de Tesla está basada en expectativas. La gente, los inversionistas, esperan que esta compañía emerja nuevamente con algún producto que sorprenda al mercado.
Las apuestas de Musk están en el Robotaxi que empieza a poner a prueba en Estados Unidos, y en Optimus, un androide que debería pronto ayudar a doblar la ropa en casa.
¿El problema? Que parece ir tarde. Google lleva ya un largo camino recorrido con sus vehículos autónomos Waymo y en materia de robots, Boston Dynamics ya tiene productos en el mercado. Ni hablar de las compañías chinas, de las que hay una lista: Cloudminds; Siasun; Robot CSST; Hangzhou Robot Technology; Unitree Robotics…
Tesla es “too big to fall”. El impacto de una eventual baja repentina en el valor de sus acciones es un riesgo que pesa sobre todo el mercado. Entre sus propietarios están Blackrock y Vanguard, que administran incluso dinero de las Afore mexicanas.
La empresa es un puntal al que como a los elotes, le cayó ‘el chahuistle’ luego de suspender su aventura mexicana. Ese hongo perjudica las cosechas. Ojalá que Elon encuentre el remedio, independientemente de que regrese o no a Santa Catarina.
Esta columna entra en receso. Regresa en un par de semanas. Gracias por el favor de su lectura.