Aquí puedes escuchar a Jonathan Ruiz Torre con esta columna Parteaguas (IOS). Disponible también en Spotify.
¿A partir de cuándo podemos atribuir a Checo Pérez lo que ocurre con la marca Cadillac? ¿Desde ayer, o incluso antes, cuando comenzaron los rumores sobre su potencial llegada a la nueva escudería de la compañía en Fórmula 1?
Las ventas de Cadillac en México llevan una buena inercia. De acuerdo con la AMDA, hasta julio acumulaban un impresionante ascenso del 70 por ciento este año respecto al anterior. Han vendido mil 144 coches en siete meses completos.
Hay muchos asuntos relevantes en el ambiente. Podría hoy escribir del trancazo que el presidente de Estados Unidos dio al dólar al involucrarse en asuntos del Banco de la Reserva Federal, ‘Fed’, la institución que imprime y distribuye dólares en el mundo.
Se me antoja opinar sobre cómo la Casa Blanca, por alguna extraña razón, golpea la confianza sobre la administración de la moneda de su país, pero no. Hoy estoy de otro ánimo y quiero tocar un tema menos polémico:
La selección que hizo Cadillac de sus pilotos de Fórmula 1, que ayer quedó confirmada: alineará al finlandés Valteri Bottas y al mexicano Sergio Pérez.
El primero es hábil, muy simpático y proveniente de una nación grande que la mayoría de mexicanos y estadounidenses no podrían señalar en un mapa.
El segundo es defendido a muerte en redes sociales por casi todos los que nacieron entre el río Bravo y Guatemala.
Interesante momento el que eligió Graeme Lowdon, director de Cadillac, para seleccionar a un piloto que proviene de la nación que aglutina –a decir de un ala política radical estadounidense– el origen de todos los males de ese país vecino.
En cualquier caso, el mercado no parece haberlo tomado a mal.
Cadillac pertenece a GM, la empresa conducida por Mary Barra, que esta semana ha ganado casi dos dólares en el valor de cada una de sus acciones, llegando al cierre de ayer a 58.37 dólares.
Parece que la subida responde más a la perspectiva de una mayor venta de coches eléctricos para lo que resta del año, en Estados Unidos.
Los consumidores de ese país quieren aprovechar los 7 mil 500 dólares que aún otorga su gobierno a quien compre uno de estos vehículos, lo que reduce dramáticamente el costo de su adquisición. La oferta vence al final de septiembre.
Aquí expuse hace unos días que Cadillac allá también va muy bien. Se convirtió, de acuerdo con Barra, en la marca número uno de los Estados Unidos, en lo concerniente a coches eléctricos de lujo. En general, GM, ocupa ya el segundo lugar, después de Tesla, que continúa tropezando a la velocidad de los deslices de su director general, Elon Musk.
Pero, bueno. Eso es allá. ¿Cómo se explica un alza tan dramática en la venta de estos coches de alta gama en México?
El brinco de Cadillac es extraordinario y los concesionarios de esta marca aún se rascan la cabeza tratando de entender la razón, pues aquí en México no hay incentivos para la compra de estos autos, que en algunos casos son hechos en este país que desayuna con frijoles y tortillas ‘azules’.
Permítanme incluir una hipótesis. Quienes instalan nuevas tiendas, nuevos centros comerciales o nuevas fábricas, son los ricos. Los ricos mexicanos pisaron el freno este año, con una baja de más de seis por ciento en la inversión fija bruta, respecto a la del año pasado.
Es decir, siguen siendo ricos, pero no están metiendo dinero al negocio.
No obstante, la carga de la Secretaría de Hacienda continúa ahí y comprar coches a su gusto puede permitir ciertos beneficios fiscales por la vía de deducciones, a la vez que satisfacen sus instintos consumistas. ¿Hay ahí una razón del incremento?
Porque no solo sube Cadillac. Las ventas de su competencia Lincoln subieron 5 por ciento y Porsche, un tremendo 36 por ciento; las de BMW, 4 por ciento… y así podemos seguir analizando datos basados en estadísticas de la AMDA que encabeza el buen Guillermo Rosales.
Cadillac ya vive un boom en México. ¿Si Checo y Bottas influyen en un mayor ascenso, cómo podríamos llamar ese fenómeno? Los leo en mis redes.