Aquí pueden escuchar en su Iphone a Jonathan Ruiz Torre con esta columna Parteaguas. (También disponible en Spotify).
En su sitio web, Sanborns ‘mató’ a sus búhos, el logotipo en la parte superior exhibe ahora el nombre S@nborns, sin dibujos alusivos a animales.
Es señal de los tiempos, dirán unos, es una nimiedad y no tiene importancia, dirán otros.
Pero estamos en una era mediática en la que la comunidad actúa intempestivamente con base en sentimientos, responde a las ‘vibes’ reproducidas en un ‘timeline’ y eso se traduce en dinero. Si tienen a un veinteañero cerca, pregúntenle.
Esta semana dos asuntos que debieron ser menores, despertaron polémica en marcas que son relativamente bien conocidas para los mexicanos, principalmente, para los de la frontera norte: Target y Cracker Barrel. Ambas se depreciaron en cuestión de horas.
La razón del impacto para estas compañías fue de forma, no de fondo.
Target cambió de director general y sus acciones cayeron 6.3 por ciento el miércoles cuando anunció que quien toma el cargo es el director de operaciones, Michael Fiddelke.
¿Y luego? Pues él dijo que Target necesita revitalizar su enfoque en productos “elegantes” y únicos, y en experiencias de cliente excepcionales. Vaya, sin aplicar aún estrategia alguna, los inversionistas “percibieron” un retorno a una era que sentían superada.
Target es siempre punto de referencia para quienes van de ‘shopping’. Te veo en el mall en donde está el… o nos vemos a un lado del…
Pero sepan ustedes que como el resto del comercio tradicional, esta compañía está en problemas ante la persecución de empresas como Mercadolibre, Amazon y crecientemente Walmart, en Estados Unidos.
Target vale ahora 60 por ciento menos que en 2021 y analistas e inversionistas del mercado esperaban un ‘volantazo’ en su dirección. No precisamente una vuelta en U.
Cracker Barrel Old Country Store también perdió más del 60 por ciento de su valor desde esos días.
Quizás recuerden sus tiendas que parecen una gran cabaña con mecedoras en la entrada ocupadas por hambrientos comensales en espera, que suelen comprar decoraciones o souvenirs en los pasillos aledaños a su comedor.
Su logo diseñado en 1977 se caracterizaba por el dibujo de un veterano con overol, creado para evocar nostalgia en los clientes.
Esta semana la compañía desapareció al “Tío Herschel”, como la gente llamaba a la figura en alusión al pariente del fundador de Cracker Barrel, Dan Evins.
Después del cambio, la empresa llegó a perder hasta 20 por ciento de su valor en unas horas. Ayer sus acciones todavía cotizaban 4 dólares más baratas que el lunes.
Esta cadena de restaurantes trata de escapar del destino de Friday’s, Hooters y Red Lobster que recientemente apelaron a leyes de bancarrota en Estados Unidos. Empresas similares nadan para no ahogarse.
Sanborns está en una lucha por la supervivencia, como el resto del comercio tradicional. Cierra tiendas y hace lo que puede en comercio electrónico, por ejemplo, cambiando su imagen digital, aunque eso signifique poner sus búhos en peligro de extinción.
La evolución es inherente a los negocios, pero estamos más bien en una era de disrupción, lo que acelera procesos de deterioro que antes tomaban meses.
El mercado se llena de jóvenes (y no tan jóvenes) que –porque quieren o porque influyen en ellos los algoritmos– cambian sus preferencias aceleradamente. Incluso de lenguaje.
Luego profundizaré en el tema, pero habrán notado cómo las conversaciones se abrevian.
Los saludos se volvieron dispensables y, como escribir en Whatsapp con minúsculas ahorra tiempo, las conversaciones se tornan directas, al punto. Las formalidades mutan en adorno.
Con el afán de simplificar, la tristeza o la emoción se explica con emojis y conversaciones más profundas implican el uso de stickers, por ejemplo, de perros chihuahua gruñendo.
Lo anterior no es queja, sino descripción de mi experiencia al convivir diariamente con centennials. Venderles a ellos implica reducir el mensaje, hacerlo sucinto.
O al menos eso supone quien quitó al Tío Herschel de Cracker Barrel y también el diseñador del logo alternativo del Sanborns, que retiró a los tres búhos que teóricamente representaban a fundadores del negocio: Frank Sanborn y los dos tecolotes más pequeños, Francis y Jonathan. Tocayo.
Ya seguiremos con este asunto de la “economía de la atención”.