Aquí puedes escuchar a Jonathan Ruiz con esta columna Parteaguas
¿Cómo durmió? Cada minuto cuenta para Marcelo Ebrard. El éxito o fracaso de una negociación de aranceles con Estados Unidos será registrado en el currículum del secretario de Economía.
Le quedan dos días para impedir que el presidente Donald Trump ejerza su amenaza de aumentar las barreras a los productos nacionales.
Pero ya llegaron las cuentas de medio año de las empresas estadounidenses y sus directores revelan secretos de los golpes que reciben por esos impuestos creados durante la presente administración de la Casa Blanca. A decir de positivas cifras nacionales de exportación y de los estables precios en la nación vecina, aparentemente, hasta ahora quien está pagando esa carga son los dueños de esas empresas, sus accionistas. ¿Serán aliados de Marcelo?
A la conocida perforadora petrolera Halliburton le significaron una carga de 27 millones de dólares. A General Motors (GM), los aranceles le costaron mil 100 millones de dólares este trimestre que acabó en junio. Hasta Hasbro, la juguetera que vende pistolas Nerf y plastilina Play Doh, enfrenta el peso de pagar nuevos gravámenes.
Todas evitan subir sus precios, hasta donde pueden. Si lo hacen, sus clientes pagarán los impuestos de Trump, pero corren el riesgo de perder mercado.
El equipo de Ebrard debería desvelarse estos días leyendo páginas y páginas de documentos que salen de las llamadas trimestrales que tienen en estos días los directivos de empresas estadounidenses con inversionistas, para reportar al público sus resultados de medio año.
Los mexicanos enlistarían datos que les darían argumentos y lo más importante: la confianza necesaria para negociar eficientemente durante el rudo intercambio que enfrentan.
El impacto de los aranceles cae por rutas inesperadas a las empresas.
Vean a Halliburton. Es un mal año para las petroleras en general, pues la incertidumbre motivada por la guerra comercial de Trump sumada a conflictos bélicos detuvo planes que tenían los inversionistas para crecer este año. Menos decisiones significan menos dinero en nuevas fábricas y en centros comerciales, menos empleos.
Menos movimiento económico se traduce en una menor demanda de petróleo y precios más bajos; menos interés en perforar y sacar crudo del subsuelo, que es lo que hace Halliburton.
A falta de perforaciones, esta compañía “chupa” pozos viejos que se quedaron sin presión, mediante lo que llaman “artificial lift” o extracción artificial que consiguen bombeando para que al “soplar”, el petróleo salga. ¿De dónde vienen esas bombas? De afuera de Estados Unidos, de China, por ejemplo. Les llueve sobre mojado.
Un caso parecido, pero más contado es el de GM. La empresa de Mary Barra encara la realidad de traer piezas y coches de medio mundo. Para reducir su dependencia ejerce un plan de unos 4 mil millones de dólares para construir fábricas propias en Estados Unidos que deben operar en 2027. Mientras tanto, pagan aranceles.
Pero atención, el equipo de Mary Barra, líder de esa compañía, trabaja bajo el supuesto de que habrá algún tipo de acuerdo esta tarde o mañana con los mandatarios de Corea del Sur, México y Canadá. No parece haber un plan público que contemple eliminar sus plantas extranjeras. Aquí les dejo las palabras textuales del director de finanzas de la compañía:
“Como Mary mencionó en sus comentarios, los acuerdos comerciales con México, Canadá y Corea serán importantes. No especulamos sobre cómo se verán en el futuro, pero existe la posibilidad, y la probabilidad, de que finalmente se establezca un arancel más bajo, lo que a la larga reduciría ese impacto”, dijo la semana pasada Paul Jacobson.
Expertos en manufactura me dicen que a México le afecta principalmente el arancel de 50 por ciento al acero y el aluminio, que si bien es para todos los países, saca de competencia estos productos nacionales frente a los hechos en Estados Unidos.
Reducirlo o eliminarlo es el tipo de contiendas que debe pelear Ebrard en afán de elevar la competitividad de los mexicanos. Rechazar aranceles adicionales es naturalmente otra meta.
Pero asumir una posición de debilidad representaría una falta de comprensión de lo que ofrece México: costos bajos de producción, pero cada vez más, calidad y atención al detalle.
Vean lo mal que le fue al multimillonario Bernard Arnault en Texas, que instaló allá una fábrica de bolsas de su marca francesa Louis Vuitton para congraciarse con Trump, durante su primer mandato. La planta se ha clasificado sistemáticamente entre las de peor rendimiento para LVMH a nivel mundial.
Vienen dos días duros. Pero cabeza arriba, Marcelo. Hay argumentos.