Aquí pueden escuchar a Jonathan Ruiz con esta columna Parteaguas
Es pequeño, pero ya está operando. Hoy puede verse para su reparación en ese lugar, una enorme plataforma petrolera originaria de Singapur que estuvo operando en Campeche.
Yucatán sigue esperando la inversión de los italianos de Fincantieri que tienen prometido ‘el más grande astillero de América’. En lo que eso se concreta, una inversión relativamente modesta de la empresa local Diques Peninsulares, Dipensa, ha cambiado la historia económica del Puerto Progreso.
Nunca antes un ‘artefacto marino’ de la dimensión que requiere la perforación en el océano había llegado a esa costa para recibir mantenimiento. Ahora esperan que barcos de hasta 4 mil 500 toneladas, como los que trabajan en el Golfo de México, arriben con un propósito similar.
Los de más edad recuerdan un eslogan radiofónico que repetía mi abuelo: “De Sonora a Yucatán se usan sombreros Tardán”. Esos dos estados representan en estos días la recuperación de una oportunidad perdida en el negocio portuario, a la que vale la pena poner atención ahora que faltan opciones tangibles.
Quienes celebran más una reciente modernización de la infraestructura del puerto sonorense de Guaymas, son los estadounidenses.
La gente de Arizona –el estado vecino de California que no tiene salida al mar– buscó durante décadas oportunidades para poder embarcar sus productos de una manera eficiente para envíos ultramarinos de lo que sale de sus fábricas.
Hasta ahora, su gente pelea espacios en el puerto de Long Beach para meter contenedores, consiguiéndolos a precios a veces ridículos por los tiempos de espera.
Guaymas les queda a una distancia similar que ese destino californiano, a través de Nogales, y recientes inversiones en esa localidad mexicana y en vías de tren que conducen a ésta, cambian el panorama para sus exportadores.
Atención, Arizona es el estado que recibe las mayores inversiones para la producción de semiconductores. La más relevante empresa del mundo en la materia, TSMC, invierte en la zona en un proyecto de más de 100 mil millones de dólares. La economía que esa actividad derramará en diversas cadenas de suministro, derivará en una enorme actividad regional.
El mayor promotor de Guaymas hoy es Jim Farley, CEO de Ford, quien controla una planta de producción en Hermosillo, en la que resolvió problemas logísticos para enviar por barco sus productos como la Ford Bronco, a Chile y otros países de Sudamérica.
Estimaciones extraoficiales calculan que concluidas todas las obras, esta compañía tendrá ahorros por alrededor del 30 por ciento en sus costos locales, solo por la mejora en envíos.
La inversión de CFE en una granja solar en Puerto Peñasco que en última instancia debe entregar mil megawatts de capacidad, ofrecerá argumentos a inversionistas que demandan manufactura de bajo impacto en carbono.
Lejos de ahí, Progreso, Yucatán, debe recibir vías de tren y una inversión federal para la ampliación en 80 hectáreas útiles para un gran astillero del que he escrito antes.
Pero una semilla de esa actividad fue plantada con otra inversión privada, independiente, de Dipensa, sumada a la venia de autoridades locales y de la Secretaría de Marina. No es poca cosa ese acuerdo.
La empresa concluyó en Progreso una inversión de 300 millones de pesos en un espacio de dos hectáreas que activó una zona de mantenimiento de 152 metros lineales en agua, para embarcaciones de hasta 7 metros de calado, en donde se ubica hoy la plataforma ‘West Titania’.
Ahora, la compañía representada por su director comercial, Daniel Padilla, organiza a escuelas locales para capacitar personas con habilidades como la de soldadura para embarcaciones.
El proyecto debe habilitar una zona de reparación en seco en 2027 y en 2030 habrá aplicado una inversión total de mil 600 millones de pesos (unos 80 millones de dólares), útiles para atender simultáneamente hasta seis embarcaciones en tierra, además de otras en agua.
El Plan México de la Presidencia contempla inversiones gubernamentales por más de 32 mil millones de pesos en puertos, Ensenada, Acapulco y otros deben beneficiarse de una actividad que durante décadas estuvo detenida en México.
¿Por qué? Dicen que lo que no suena lógico, suena a metal.
Es una pena. México, con 9 mil 300 kilómetros de costas, genera hoy una actividad de unos 10 mil millones de dólares en ingresos; Singapur, a sus 193 kilómetros de línea costera les saca unos 40 mil millones de dólares anuales y ya van a ampliar su puerto principal.
Por cierto, me dicen que el Primer Ministro de Singapur, Lawrence Wong, vendrá a México en noviembre, para quien pretenda contactar a quienes saben de este negocio.