Parteaguas

¿Y su guerra?

Meta de Facebook, TikTok y YouTube pretenden lo mismo: captar la atención de los jóvenes distrayéndolos.

Desde el lunes, la gente esperaba ansiosamente la respuesta. El fin de semana, Estados Unidos escaló un conflicto entre Israel e Irán al bombardear territorio de esta última nación.

El lunes triunfaron los mezquinos. En afán de ganar atención vaticinaban a través de Instagram y Tiktok lo que podía ser una “tercera guerra mundial”. En cada casa se agitaron las aguas. ¿Habrá una guerra? ¿Qué va a pasar? ¿Compro dólares? Aunque… ¿Ya para qué?

He vivido lo suficiente como para haber visto decenas de titulares que pronostican ‘el fin del mundo’… desde los años ochenta.

Este martes la realidad de nuevo decepcionó a los catastrofistas. Un simbólico contraataque de Irán en Catar, del que pocos de sus habitantes se enteraron, cerró un ciclo.

En teoría, como represalia por el ataque ordenado desde la Casa Blanca, el gobierno iraní golpeó instalaciones militares estadounidenses, con la buena fortuna de no hacer ni un rasguño a la infraestructura energética del país que surte de gas a casi toda Europa. Vaya tino.

La gente pudo soltar el aire contenido. La relativa paz en la que vive la mayoría, regresó a sus pulmones.

No fue necesaria una encuesta para reconocer la tranquilidad global. Si hay algo sincero en este mundo es la avaricia y ésta se expresa en los mercados internacionales: inmediatamente, el precio del petróleo se desplomó, el precio del Brent bajó de casi 80 dólares a menos de 70 dólares, en minutos. El mundo supo que Irán ‘la brincó’, no habrá escasez de su petróleo, al menos en el corto plazo.

¿Estamos fuera de riesgo? Nunca lo estamos, pero lo que destaco es la trivialización de la información que consume la mayor parte de la gente.

Hoy un potencial tirano recibe votos; una guerra deriva en memes.

Hace dos semanas estuve parado en una banqueta frente a la Casa Blanca, del lado de la Plaza Lafayette. Hubo una pequeña manifestación de una docena de personas que en ese momento se opusieron a la realización de un próximo desfile militar motivado por el aniversario de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. El más joven era cuarentón.

Me llamó la atención un muchacho de unos 25 años que llevaba en las manos una cartulina con una leyenda: “Young people, where are you?” (¿Gente joven, en dónde estás?)

Resumió mi percepción de un fenómeno que no recuerdo en otras épocas: la ausencia de las manifestaciones de los chavos. En cualquier país.

No siempre tienen la razón, pero sin sus ideas la sociedad difícilmente se moverá en su favor y hoy la trivialización de temas tan serios como una potencial “tercera guerra” ha derivado en su desdén.

Su buen humor es indispensable, salvo cuando deben enojarse. Hoy no se nota su enojo, para nada. Tal vez están felices. Pero si lo están, también podrían hacer evidente la razón.

A mí me preocupan los de México, que son los que tengo cerca.

Meta, a través de Facebook y Meta; Bytedance por vía de Tiktok; Google, con Youtube, pretenden lo mismo: captar su atención, distrayéndolos. Dependen de que su audiencia crezca para tener mayores ingresos. Aspiran a que no se vayan, para cautivarlos más tiempo.

Los creadores de las nuevas herramientas de inteligencia artificial generativa aprendieron la lección. Quieren lo mismo. Avísenme cuando ChatGPT, de OpenAI y Microsoft o Llama y Gemini les muestren rechazo. ¿Ya tienen a alguien en casa que los use como sicólogo?

Todos son negocios legítimos y útiles en el mejor de los casos. Pero son negocios. Responden a sus accionistas, antes que a la sociedad.

Quizás deberían observarlos con ojo más crítico. Saber y entender el juego jugamos todos y sí, manifestar el camino que a su juicio, el de los veinteañeros, deberían seguir estas plataformas a la hora de diseminar información que genera pánico, desánimo, incertidumbre.

Tal vez deberían poner atención a que los cerebros de esas compañías, sus centros de datos, no los controla el gobierno de su país, sino organizaciones externas que responden a otras instituciones.

Idealmente, los chavos de México deben ‘funar’ a promotores del caos. Usar en su favor estas herramientas y saber que éstas sí quieren entrar en su cabeza, tal vez como en otra era lo hicieron los primeros libros que eventualmente aprendimos a usar en nuestro beneficio.

La guerra continúa en Ucrania, en Palestina, para bien de una minoría que no está en el campo de batalla, en detrimento de sus pueblos. Pero una guerra mundial es un juego que nadie vivo sabe, ni quiere jugar.

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