Aquí puedes escuchar a Jonathan leyendo su columna Parteaguas
Salvo por el de mi madre, no recuerdo algún comentario de asombro por mi título universitario. Cuando alguien no me conoce, pregunta por mi oficio, pero les da igual mi licenciatura.
Ocurre algo distinto cuando el tema de conversación es un certificado para el que estoy estudiando en materia de inteligencia artificial, o bien, acerca de uno que recibí de análisis de datos.
Ayer no resistí hacer esa pregunta a la experta en educación de una de las más grandes empresas del mundo. ¿Quién va ganando la carrera entre el título profesional y las habilidades?
“Lo ves en línea, dondequiera que vayas, los certificados están cambiando la conversación”, me dijo este miércoles Kim Majerus, vicepresidente de Educación Global, Gobierno Estatal y Local de Amazon Web Services (AWS), en Estados Unidos.
“Las organizaciones comerciales no preguntan si tienes un título de X, Y o Z. Y, por cierto, llevo 30 años trabajando. Pienso, mi título de hace 20 años realmente no importa. No es relevante. Pero tengo estos certificados laborales, estos proyectos finales que conozco y entiendo cómo aprovechar la tecnología para resolver problemas. ¿Porque, adivinen qué? Tengo valor. Conozco un mercado. Conozco la tecnología al nivel que necesito. Solo necesito un par de certificaciones adicionales que me permitan mostrarlo. Y esa es la carrera, se llama mapeo de carrera o mapeo de certificados”.
Para ser claro: lo que pierde relevancia es el título en sí mismo (particularmente en carreras que no son científicas, técnicas o de ingeniería).
Pero los conocimientos y las habilidades que se aprenden en la universidad, además de las conexiones y contactos que obtienes de manera personal en la escuela, resultan invaluables durante la trayectoria profesional.
Coinciden conmigo especialistas con los que tuve contacto esta semana en la capital de Estados Unidos durante el AWS Summit Washington, DC, un encuentro organizado por esa compañía para difundir innovación de los gobiernos y organizaciones científicas.
Durante el otoño asistí a GITEX, un encuentro similar en Dubai, Emiratos Árabes Unidos, nación que registra los avances personales de sus habitantes en afán de guiar su vocación a lo largo de su vida.
Un software gubernamental cuestiona a cada individuo y hace recomendaciones de certificaciones que le permiten avanzar en su oficio o carrera profesional. Todo, a través de su computadora o smartphone.
Desde Estados Unidos, la compañía Pearson hace algo parecido, incluso con niños.
Basada en miles de datos puede analizar el perfil de los estudiantes de educación básica y hacer recomendaciones a sus maestros o a sus padres acerca de juegos o actividades que permiten encauzar a los menores de edad con base en su perfil, en lugar de aferrarlo a un esquema único y preestablecido de educación.
Desafortunadamente, el sistema de una sola educación para todos prevalece en México, incluso en Estados Unidos y en muchos lugares del mundo.
¿Están al tanto de la conciencia creciente en torno a la “neurodivergencia”?
Es un concepto que reconoce y valora la diversidad natural en la forma en que los cerebros funcionan y se manifiestan. Implica que no hay una única “forma correcta” de pensar, aprender y procesar información, sino que existen múltiples formas válidas y, en ocasiones, únicas.
Es esa diversidad, sumada a un aprendizaje interminable lo que caracterizará a las nuevas sociedades desarrolladas. Curiosamente, percibo un entusiasmo creciente en torno a lo que ocurre en México y en el resto de Latinoamérica, por parte de individuos estadounidenses bien calificados en materia tecnológica.
Comentan que la región muestra al exterior un avance acelerado de aprendizaje de habilidades digitales.
Contrario a la visión que domina en México, fuera del país celebran información acerca de avances de los mexicanos, por ejemplo, en manufactura administrada mediante inteligencia artificial.
Refieren puntualmente escenarios como el de Querétaro o Chihuahua, en donde destaca la producción de partes para aeronáutica.
Si ustedes están en el grupo que sustenta tal percepción, bien harían en validar sus habilidades con un certificado. No le resta valor al título que cuelga en la pared.