El mundo está revuelto y podría estarlo durante los próximos cuatro años si todo sigue igual en la Casa Blanca.
En la cultura mexicana brilla un destino a manera de refugio geográfico cuando en el escenario sociopolítico no abundan soluciones: Mérida, Yucatán. Hay una circunstancia nueva, empero, en ese posible interés: a Mérida ya no va el que quiere, sino el que puede.
Los precios de la vivienda subieron durante años por encima del promedio nacional, particularmente al norte de la ciudad, en la ruta al mar. Ya no hay casas económicas. No se engañen con terrenos baratos que se ofrecen vía redes sociales. Si compran, suerte con eso.
Otro asunto: mucha comida debe llegar desde Veracruz, la Ciudad de México o Puebla, por lo que, hasta en el Costco, hay que pagar un sobreprecio por el transporte.
Súmenle a ese gasto miles de pesos bimestrales por el costo de la energía para mantener una casa fresca en tardes de 40 grados.
Quizás por esas razones, esta ciudad peninsular cambia paulatinamente el perfil de sus visitantes y aumentan las opciones para atender un mercado que, además de Los Cabos o Punta Mita, pocos destinos brindan en México: el del lujo.
Va un ejemplo en corto. Piensen en Louis Vuitton, que es parte del corporativo LVMH, que también vende botellas de Moët & Chandon y Veuve Clicquot. Su dueño, Bernard Arnault, es un francés propietario de una fortuna estimada por Bloomberg en 158 mil millones de dólares y, desde hace un par de años, también de la Hacienda Katanchel del siglo XVII, en Tixkokob, al oriente de Mérida. Es un refugio de más de 200 hectáreas que incluye un cenote, donde su marca Belmond ofrecerá 35 habitaciones para 2027.
Esta cadena es dueña también del hotel Maroma en la Riviera Maya, que presume de ocupar el lugar 18 entre los más bonitos del mundo, y en donde la renta de una habitación comienza en unos 20 mil pesos por noche.
La apuesta de Yucatán como destino high end tiene antecedentes en aventuras inicialmente dispersas, como los inmuebles turísticos de Coqui Coqui, del argentino Nicolás Malleville.
También, la recuperación de la Casona de El Minaret con el restaurante Yerba Santa, en Paseo de Montejo, de un grupo de “entusiastas de la belleza” encabezado por Adrián Álvarez Ponce de León, de la Ciudad de México, que ahora prepara un proyecto en otra mansión, en el renacido barrio centenario de Itzimná.
La tendencia ha sido acentuada recientemente por inversionistas locales.
La familia Chapur, que controla The Palace Company, reconstruyó una zona del centro histórico meridano con Paseo 60, un inmueble con hoteles y un centro comercial conectado con la mansión de la Quinta Montes Molina.
Basados en esa experiencia, buscaron socios en sus paisanos de la familia Abraham y, a un costado, revitalizaron la Casona 333, en cuyos terrenos aledaños ahora venden departamentos cuyos precios comienzan en unos 6 millones de pesos. Curiosamente, ofrecen una modalidad que no es de vivienda, sino de asociación en un negocio turístico administrado por Tivoli Hotels and Resorts, para compartir beneficios de su alquiler para turistas.
Ahí puede estar la clave de la diferenciación en la oferta yucateca de lujo: en los precios. Pues al menos por el momento, son relativamente bajos comparados con los de ciudades grandes. Las mansiones que siguen en venta son ofrecidas en una fracción de lo que costarían inmuebles similares en ciudades más grandes de México o del mundo.
La variedad cuenta. Entre Mérida y Chichén Itzá se sumó la oferta de un club selvático para consumidores de alto poder adquisitivo con intenciones de recargar su conexión con unas 250 hectáreas de naturaleza.
Entreselvas ofrece acciones que inician en 150 mil pesos, disponibles solo “por invitación”, para tener acceso, entre otras cosas, a senderos para ciclismo diseñados con la marca Scott.
Sus inversionistas previamente revitalizaron la hacienda más lujosa de la ciudad, San Antonio Hool, que puede hospedar a 18 personas por tarifas que inician en unos 4 mil 500 pesos.
Aquí no hay espacio para escribir de otros que también proponen productos de alto valor, pero prometo ponerles al tanto de vez en cuando, acerca de cómo se mueve el mercado de la ‘Ciudad Blanca’, en lo que vemos qué escenarios pintan al mundo desde la Casa Blanca.