Todos cargamos una etiqueta que nos ponen los demás. Todos tenemos una marca personal. ¿Hay manera de ‘diseñarla’?
Confieso que me atrae la labor de los “product managers” que se las arreglan para que ustedes deseen comprar ese dispositivo o bajar esa “app”. Una digna representante de esa grey me retó recientemente a averiguar cómo gestarse una marca personal. Accedí.
Lo primero: hay que definir para qué quieren su marca. Con ello es posible definir el público. ¿Es para conseguir un mejor trabajo? ¿Para ganar votos? ¿Para conseguir la oportunidad del ‘pitch’ que me consiga inversionistas para mi empresa? Cada quien decide.
Ya definido aquello, contemplen los ingredientes básicos de la marca personal, de esa que va asociada con su nombre de pila: percepción y realidad.
Hay que ser lo más cercano a lo que ustedes quieren que crean de ustedes. No pueden decir que saben de tecnología si nunca han leído de blockchain. En el cruce de percepción y realidad está su marca personal.
El brillante despotismo de Jamie Dimon, de JP Morgan, es su marca personal; la seductora sencillez de ‘El Diablo’ José Antonio Fernández Carbajal; la valiente convicción de la ecologista ‘Pati’ Ruiz Corzo. Con todos ellos he hablado de cerca más de una vez y su marca converge en un punto: duele. Conviene repetirlo: crear una marca propia duele.
Requiere de trabajo. Quizás admiren a un ‘influencer’. ¿Cuántas veces ‘postea’? ¿Cuántos videos edita? ¿Cuánto tiempo invierte en eso?
Eso no es distinto para un emprendedor. Debe forjar su idea, trabajar en ella, experimentar, fracasar y repetir. Decenas de veces. Eso le brindará una marca. No hay manera de que una marca propia brille por la inacción. Es la acción lo que identifica a las personas o a quien quiere verse justamente como un emprendedor.
A Gabriel García Márquez le atribuyen esta frase como la fórmula que lo consolidó como escritor: “Es uno por ciento de inspiración y 99 por ciento de transpiración”.
Se necesita ese rigor, decía ‘Gabo’: a una hora se comienza y a otra se termina.
¿Es posible cambiar de camino y ganar una nueva marca personal? La experiencia de líderes como Elon Musk, que mutó de emprendedor ‘fintech’ con Paypal, a fabricante de cohetes con Spacex, parece confirmarlo.
Uno puede cambiar de opinión, pero no cambiar de ser. Quien se sienta cómodo con saco y corbata debería usarlo siempre. Lo mismo a quien le acomoda una camiseta.
Algo similar ocurre con lo de adentro. Si uno va a ser un cínico debe serlo siempre. El comediante Groucho Marx decía: “Estás son mis convicciones; si no te gustan, tengo otras”. No puede inventarse la personalidad. El introvertido Bill Gates se adueñó de una imagen nerd que nadie cuestiona.
Uno nace con lo que es y quien mejor nos conoce somos nosotros mismos y Google. Tal identidad merece, cuando menos, una defensa a muerte.
La marca personal debe socializar. No es necesario que el individuo socialice, pero su marca requiere exposición a otros: a quienes sirve o a quienes incomoda.
¿Usar medios masivos o redes sociales? No necesariamente. ¿Qué tal si el público que me interesa está en el edificio en el que trabajo? Ganar mil seguidores en Acapulco servirá de poco. Quizás convenga más ser quien pone orden en las fiestas ‘del trabajo’.
¿Qué tal asistir a todas las cenas? ¿Qué tal ser tú quien las organiza?
Es más importante decidir qué medios no me sirven y ahorrar energía siempre tan escasa.
Pero hoy muchos persiguen un reconocimiento social masivo. Quieren seguidores. De nuevo, definan cuáles. Luego, reconozcan si saben hablar con soltura.
Si lo suyo es el texto, mejor vayan a lo que queda de Twitter. Quizás YouTube es para otras personalidades. Si no soy bueno para escribir y me entumo en los videos ¿mejor tomo fotos para Instagram?
Asunto relevante: la personalidad que forja una marca personal sale sola… si la dejan salir.
El periodista mexicano Carlos Tomasini refirió una declaración del cineasta Alejandro González Iñárritu con la que explica por qué triunfa en Hollywood: él vomita. Cuando alguien tiene una idea, ésta debe salir del cuerpo, le dijo. Como cuando vomitas. No puedes dejarla adentro.
Finalmente, para aquellos que han conseguido hacerse de una marca poderosa… ¿Qué pueden hacer con ella? Si la frivolidad les empapa, tal vez irán por dinero.
En las universidades estadounidenses de mayor prestigio (Ivy League) tienen una sugerencia: “If you want money, ask for advice”. Compartir es humano y casi nadie se niega a dar un consejo. Es una buena manera de usar el poder de su marca.
Otra cosa sucede con ésta cuando van de lleno y directamente por el dinero.