Ha revivido la película Fight Club, cuya ficticia convocatoria es secreta. Nadie debe decir cuándo o en dónde ocurren sus reuniones.
“La primera regla del Club de la Pelea es: no se habla del Club de la Pelea. La segunda regla del Club de la Pelea es: no hables del Club de la Pelea”, advierte el personaje de Brad Pitt al de Edward Norton, en esta historia cuyo final deja muda a la audiencia.
En el mundo se gesta un nuevo club de una dimensión incuantificable: el club del carbón, en cuyo seno ayer, alguien quizás metió la pata.
Esto supera al tratado comercial de Norteamérica. Pero no tiene sentido que avisen a Raquel Buenrostro o a su equipo en la Secretaría de Economía, quienes hoy tienen deberes más inmediatos que les quitaron toda su capacidad de atención.
El caso es que ayer Frans Timmermans habló del “club del carbón”. Es uno al que a partir de lo que dijo, pronto podrían pertenecer las naciones más poderosas del mundo, incluyendo las de Europa y Estados Unidos. Si ustedes fabrican lo que sea, conviene que pongan atención.
Timmermans es el Jefe de política climática de la Unión Europea, región metida en líos políticos entre otras razones porque para mantenerse en el poder, sus líderes deben establecer normas de producción que detengan la destrucción ambiental.
Han castigado a gigantes como Shell por incumplir con compromisos de reducción de emisiones de bióxido de carbono.
Ofendidos, los representantes de esas enormes empresas pidieron recientemente suelo parejo: el establecimiento de barreras para productos procedentes de otros países a fin de que cumplan con estándares de ese continente, o de lo contrario paguen multas, o aranceles de algún tipo para entrar a ese lado del mundo.
Sintiéndose aludidos, unos meses después los estadounidenses respondieron con la misma medida y empezaron a planear sus propios impuestos a la importación de materiales como acero y aluminio. Eso bloquearía a muchas empresas interesadas en meter sus productos a ese país.
Si quieren profundizar en el tema, vayan a Google y busquen “carbon border tax”.
Notarán que India ya contestó. El país de donde proceden grupos industriales como TATA Steel, Vedanta y JSW Steel, también analiza su propio muro de carbón con impuestos a la importación. De continuar este ritmo, la OMC puede convertirse en una broma. Entre las misiones de ese grupo multinacional está la de reducir las barreras comerciales globales, lo que hasta hace poco iba justamente en ese curso.
¿En qué parte de la historia entra el europeo Timmermans? Aquí: Ayer, este personaje fue a dar una conferencia a la Universidad de Columbia, en Nueva York, y dijo:
“Si Estados Unidos tiene la misma trayectoria que tenemos nosotros en términos de reducción de emisiones, entonces... el ‘club del carbón’ está sobre la mesa.
“Porque eso significa que la huella de carbono de una tonelada de acero en Estados Unidos es comparable a la huella de carbono de una tonelada de acero en Europa, entonces no se necesita un mecanismo de ajuste fronterizo de carbono”.
En otras palabras, el flujo comercial entre esas dos regiones continuaría como hasta ahora, mientras que el resto de los países tendría que pasar por la báscula. México, Brasil, India, China y los demás, a pagar “cuota” para venderles materiales.
No está de más recordarles la existencia de compañías como Grupo México o AHMSA, que dependen de que no le muevan mucho al mercado mundial de las materias primas.
Muchas reglas avanzan paralelamente para castigar productos contaminantes. Al final del año, la poderosa Securities and Exchange Commission (SEC) debe liberar el nuevo modelo bajo el cual, las compañías que cotizan en el NYSE o en NASDAQ, tendrían que reportar trimestralmente sus emisiones de Alcance (Scope) Uno, Dos y Tres.
Si Ford, GM o Stellantis producen coches en México, deben detallar la contaminación de su oficina; la de la CFE que les surte electricidad, y la de empleados y clientes que usan sus productos. Habrá que ver qué tan rígida resulta finalmente esa normativa que enfrenta opinión. En cualquier caso, es parte de lo que necesita el país vecino para pertenecer al “club del carbón”.