Sus productos resultan difíciles de explicar, pero hacerlo antes de la pandemia era casi imposible.
Ahora la gente sabe que contra el COVID-19 existen las vacunas de Moderna y Pfizer, que de algún modo trabajan con el RNA de las células, estos ácidos ribonucleicos presentes en la memoria de muchos, pero en la conciencia de pocos.
La industria que hizo posible la manipulación de esta materia existe desde hace tiempo, aunque explotó cuando un coronavirus urgió la manufactura de una vacuna.
Andrey Zarur conoce bien el funcionamiento bioquímico de los seres vivos, del RNA, y aquí he explicado antes la relevancia de su trabajo.
Saltó a la luz con un proyecto para producir en masa vacunas propias y de otros laboratorios en el ánimo de inmunizar al mayor porcentaje posible de gente y acabar así con los contagios de la actual pandemia.
No obstante, ayer el fundador y director de Greenlight Biosciences salió al público por otra razón.
Tocó el timbre de operaciones en el Nasdaq. Este químico mexicano celebró las operaciones de su empresa en el mercado más importante de tecnología del mundo.
Su discurso distó de la tibieza, por el contrario:
“(Estamos) en la catedral del capitalismo, rodeados de nombres que transformaron nuestro mundo como Apple, Tesla y PayPal. Y quiero que todos ustedes piensen en el cambio que esas empresas trajeron al mundo, esto es fundamentalmente dramático.
“Pero les diría que ninguno de esos cambios es tan profundo e increíblemente importante como el que nosotros en Greenlight podemos generar en nuestro planeta”.
Luego, retó a la audiencia en el simbólico piso de remates de Nasdaq -conformada en buena medida por su equipo de trabajo- a que nombrara una sola compañía que como la suya, sea capaz de impactar los dos más grandes mercados de consumo del mundo: el de los alimentos y el de las medicinas.
¿Habrá recordado ahí los días en los que animaba a su equipo de béisbol en los campos de la UNAM en donde él jugaba en los ochenta? Porque luego vino la dedicatoria a eso, al equipo basado en Boston que se dio una vuelta por Nueva York.
“No se trata de mí hoy, se trata realmente de todos ustedes. Todos ustedes ‘greenlighters’ han hecho realidad este siguiente paso y nuestro máximo sueño de cambiar fundamentalmente nuestro planeta, así que, en primer lugar y por último, quiero agradecerles a ustedes”.
Hace tiempo pude hablar con Zarur. Su discurso es consistente. Yo le pregunté sobre esa nominación a la medalla Belisario Domínguez que entrega el Senado y que no obtuvo, pero él se concentró en hablar de su meta:
Conseguir fondos suficientes para llenar de equipo su fábrica de vacunas, instalada en donde alguna vez la Kodak empacó productos fotográficos.
También en sustituir con ciencia biológica los químicos tóxicos que destruyen la vida natural en los suelos agrícolas, mismos que quedarán inservibles por la sobreexplotación mediante fertilizantes, herbicidas e insecticidas que la gente consume en forma de frutas y verduras.
Su ambición es el suministro de sus productos en cualquier país y no solo en los desarrollados.
Para conseguirlo, ahora busca gente. Los puestos que tiene abiertos en Linkedin son para quien sepa de vacunas, de biología molecular o de ingeniería en manejo de capital.
Hasta ahora, Bloomberg no tiene registro de analistas que sigan oficialmente esta empresa. Se capitalizó en buena medida al asociarse con una SPAC llamada Environmental Impact Acquisition Corp (ENVI).
Cargadas de una volatilidad característica de las que recién cotizan, ayer las acciones de Greenlight subieron casi 7 por ciento.