Parteaguas

El difícil impuesto en el que piensa Carstens

‘La primera mejor solución para detener el cambio climático y reducir la emisión de gases de efecto invernadero es gravar la emisión de carbono con un impuesto pigouviano’.

El IVA o el ISR los cobra el gobierno para tener dinero. ¿Existen impuestos que el SAT y la Secretaría de Hacienda preferirían no cobrar?

¿Cuánto gasta el IMSS o la Secretaría de Salud en el tratamiento del cáncer? ¿Cuántos casos son provocados por gases en el ambiente? ¿De dónde vienen esos gases?

Piensen en una televisión de cualquier marca. Producirla requirió de plástico hecho con base en derivados del petróleo que para ser transformado necesitó electricidad producida probablemente con petróleo y gas. Algo similar requirieron sus componentes de cobre y otros metales. Lo mismo pasa con un coche que además requiere de acero y aluminio que demandan mucha energía para su producción.

Durante su vida útil ambos aparatos requerirán de electricidad o gasolina que también vendrá del petróleo.

Los productores de televisiones, coches y petrolíferos hacen negocio porque sus costos no incluyen la afectación indirecta que provocan en la salud de los demás. La atención de médicos, enfermeros y laboratorios para los afectados la terminan pagando los contribuyentes que mantienen al IMSS o la Secretaría de Salud. Por la razón que ustedes quieran, la gente está conforme con eso.

El problema es ahora el ‘cisne verde’ del que he escrito esta semana. Lo puso en la mesa el Banco de Pagos Internacionales (BIS) a cargo de Agustín Carstens, basado en Suiza.

Gases como el CO2 y el metano que emite cierta gente en procesos industriales provoca el calentamiento global que ya incide en el cambio del comportamiento del planeta.

Ese cambio rompe ventanas, inunda fábricas y comercios o congela los ductos por los que transita el gas en Texas, por ejemplo. Es la llegada de un suceso ‘sorpresivo’ para el cual todo el mundo parece tener ahora una explicación; el cambio climático es un cisne verde, de acuerdo con el BIS y viene a cambiar las relaciones humanas.

¿Quién va a pagar ahora por eso? ¿Los mismos de siempre?

“Naturalmente, la primera mejor solución para detener el cambio climático y reducir la emisión de gases de efecto invernadero es gravar la emisión de carbono con un impuesto pigouviano”, expuso Carstens en un libro publicado hace un año por el BIS que advierte sobre la llegada del cisne verde.

El asunto vendrá a colación al arranque de junio cuando, a propósito del tema, gobernadores de bancos centrales y premios Nobel coincidan en un evento a ser transmitido durante tres días a través de medios virtuales.

¿Qué es un impuesto pigouviano? Es un gravamen que pretende desincentivar prácticas o conductas que dañan a la sociedad. Fue propuesto por el inglés Arthur Pigou el siglo pasado y saldrá ahora a la discusión pública como un modo de contener el calentamiento global.

¿Cuál es la lógica? Si el gobierno cobra dinero por cada kilo de carbono que emiten las empresas para su operación o para que funcionen los aparatos que venden, esas compañías tratarán de reducir esas emisiones para pagar menos al gobierno.

“Pero una política de nuevos impuestos tan ambiciosa requiere la construcción de consensos y es difícil de implementar”, reconoció el mexicano en el prólogo del referido libro.

Los bancos centrales y los gobiernos necesitan involucrar a todos los responsables para resolver este problema colectivo en conjunto, expuso Carstens.

Los mexicanos pueden ver este discurso lejano, pero se acerca peligrosamente a la economía, pues el problema de las emisiones excesivas ya fue reconocido por naciones europeas y regiones estadounidenses como California.

Una amenaza grave puede llegar cuando la Casa Blanca o el gobierno de Alemania revisen dónde están hechas todas las partes, digamos, de un Ford o de un BMW producidos en México. Si encuentran que para fabricar sus piezas, estas empresas requieren de electricidad producida en el país con carbón, diésel o combustóleo, esas compañías podrían enfrentar la disyuntiva de pagar impuestos adicionales a sus gobiernos, o de plano cerrar la fábrica que les ocasione dolores de cabeza a sus directivos.

Este texto cierra una serie de tres, relacionados con la aproximación del cisne verde advertido por el BIS y sobre el cual esa organización dará detalles a partir del 2 de junio. Aquí les explicaré lo que allá digan.

El autor es director general de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero.

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