Javier Murillo

La IA generativa no piensa por nosotros

Un estudio reciente que está ganando atención global —The Cybernetic Teammate (Dell’Acqua et al., 2025)— documenta cómo la IA generativa mejoró la colaboración y el desempeño en equipos de Procter & Gamble.

El entusiasmo global por la inteligencia artificial generativa, desde ChatGPT hasta Copilot y Gemini, ha desatado una ola de transformaciones en cómo trabajamos, colaboramos y tomamos decisiones. Pero entre la fascinación tecnológica y los titulares grandilocuentes, olvidamos una verdad fundamental: la IA generativa no piensa por nosotros. No innova por nosotros. No lidera por nosotros. Es una herramienta, y como cualquier herramienta poderosa, amplifica las capacidades… o las carencias de quienes la usan.

Un estudio reciente que está ganando atención global —The Cybernetic Teammate (Dell’Acqua et al., 2025)— documenta cómo la IA generativa mejoró la colaboración y el desempeño en equipos de Procter & Gamble. Los datos son contundentes: incrementos del 40 por ciento en productividad, reducción de silos funcionales, y emociones positivas entre los participantes. Pero sería un error interpretar esto como prueba del reemplazo del juicio humano. Lo que el estudio demuestra, en realidad, es que la IA generativa funciona mejor cuando se integra en equipos bien diseñados, con liderazgo claro y con colaboradores que saben usarla estratégicamente.

Otros estudios llegan a conclusiones similares. Investigaciones del MIT y Stanford muestran que los trabajadores menos experimentados mejoran más con IA, pero solo cuando están entrenados para usarla. Y un informe del FMI advierte que, sin liderazgo inclusivo, esta tecnología podría agudizar desigualdades: beneficiando a quienes ya tienen mayor formación o acceso, y marginando al resto. La IA no elimina las brechas, si no la guiamos, las puede profundizar.

También están surgiendo alertas sobre temas que no se están estudiando suficientemente. Por ejemplo: ¿qué pasa con la subjetividad de los trabajadores cuando la creatividad se terceriza a un algoritmo? ¿Qué impacto tiene la estandarización de outputs algorítmicos en la diversidad de pensamiento dentro de las organizaciones? ¿Y quién es responsable cuando un sistema de IA toma una mala decisión que antes recaía en un ser humano?

Estos puntos ciegos nos obligan a hacernos preguntas incómodas. La más urgente: ¿quién lidera la IA en nuestras organizaciones? Porque si no hay un marco ético, si no hay claridad estratégica, si no hay formación crítica, lo que tendremos no será innovación, sino automatización ciega. Tendremos empresas que toman decisiones sin saber cómo se tomaron, y trabajadores que ya no entienden cómo aportar valor más allá de validar lo que la máquina les escupe.

Pero el principal punto ciego, dado que esta tecnología encontró su camino de los empleados hacia las corporaciones, es: ¿quién usa y para qué usa herramientas de inteligencia artificial en nuestra organización, sin que nadie lo sepa?

En este contexto, el liderazgo importa más que nunca. Pero no cualquier liderazgo: necesitamos líderes que no sólo comprendan el potencial técnico de la IA, sino su impacto organizacional, emocional y político. Líderes capaces de construir culturas donde la tecnología complemente, no desplace; donde democratice, no polarice; donde aumente la agencia humana, en lugar de suprimirla.

En México, estamos ante una oportunidad única. La adopción de IA en empresas y gobiernos está apenas despegando. Si lo hacemos bien, podemos formar una generación de líderes y trabajadores que no solo usen IA, sino que la dominen éticamente. Podemos construir un modelo de adopción tecnológica con rostro humano, uno que evite la dependencia ciega de plataformas y fomente talento local capacitado.

Eso exige invertir no solo en tecnología, sino en personas. En formar habilidades críticas, en crear marcos de gobernanza algorítmica, y en pensar la IA más allá del rendimiento inmediato. Porque si seguimos hablando de productividad sin hablar de resiliencia, de eficiencia sin hablar de poder, de innovación sin hablar de subjetividad, corremos el riesgo de construir organizaciones más rápidas, pero no necesariamente mejores.

La IA generativa no piensa por nosotros. Pero nos puede ayudar a pensar mejor, si sabemos cómo guiarla. Ese es el verdadero reto del liderazgo en esta nueva era.

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