Mitos y Mentadas

Una vez más, México atrás

En México, ocurre lo contrario. La capacidad de generación y transmisión pública no alcanza ni siquiera para la industria actual.

La inteligencia artificial no solo necesita datos. También necesita mucha electricidad y agua. En Estados Unidos, varias estimaciones apuntan a que, si se quiere mantener el ritmo actual de expansión de modelos generativos, entrenamiento masivo y despliegue de centros de datos para IA, se requerirá entre un 6% y un 10% adicional del total de la electricidad que hoy se consume en todo el país. Algunas proyecciones incluso sugieren que, si la adopción es acelerada y generalizada, esa cifra podría duplicarse antes del final de esta década. Es decir, hablamos de una demanda equivalente a todo el consumo eléctrico actual del estado de California.

Los grandes modelos de lenguaje no solo requieren chips avanzados y capacidades computacionales sin precedente, también exigen infraestructuras eléctricas robustas, constantes y baratas. El entrenamiento de un solo modelo de gran escala puede consumir cientos de megavatios-hora, y eso sin contar su operación diaria una vez desplegado. Además, estos centros de datos demandan grandes volúmenes de agua para refrigerar los sistemas, especialmente en zonas donde el calor o la sequía ya tensionan los recursos hídricos disponibles. Cada pregunta que se le hace a un chatbot, cada imagen que genera una IA, cada respuesta, lleva detrás una cadena energética e hídrica creciente.

Este fenómeno está generando un cambio profundo en EU. Las regulaciones se están flexibilizando para que las empresas, especialmente aquellas que apuestan por la inteligencia artificial puedan generar su propia electricidad. Se reconoce que, sin energía garantizada, la IA no podrá crecer.

Gigantes tecnológicos como Microsoft, Amazon y Google están no solo comprando electricidad, sino desarrollando sus propias fuentes. Google, por ejemplo, anunció una inversión de 25 mil millones en centros de datos en Pensilvania. En paralelo, Google ha apostado por energía nuclear a través de alianza con la empresa Kairos Power, que desarrolla reactores modulares pequeños, pensados para operar cerca de centros de datos. Amazon ha anunciado inversiones en reactores nucleares avanzados con Energy Northwest y Talen Energy.

El fondo Blackstone también se ha sumado a esta ola, con una inversión estimada en 25 mil millones de dolares. La política energética en los Estados Unidos se está adaptando rápidamente a la demanda futura de energía. La administración de Trump quiere asegurar la primacía.

En México, ocurre lo contrario. La capacidad de generación y transmisión pública no alcanza ni siquiera para la industria actual. La Comisión Federal de Electricidad (CFE) y el Cenace han lanzado advertencias directas a las empresas, como en el caso reciente de Nuevo León, donde pidieron reducir el consumo durante las horas pico ante el riesgo real de apagones. Es peor, Arcelor Mittal en Lázaro Cárdenas parará seis meses por fallas tras apagones, lo que reducirá en 30 por ciento la producción de acero en México. El sistema opera al límite, especialmente en verano, y la falta de inversión en infraestructura de transmisión, ha convertido a la red en un cuello de botella. La inversión privada en generación ha sido bloqueada o entorpecida por decisiones regulatorias. En lugar de facilitar que las empresas participen en la solución, se ha optado por limitar su margen de acción. Sin energía suficiente ni libertad para producirla México se va a quedar fuera de la ola de la inteligencia artificial

El desarrollo de esta nueva tecnología requiere inmensas inversiones en capital y en recursos físicos. No se trata solo de software. Se trata de cables, servidores, baterías, transformadores, agua para enfriar centros de datos, y muchos gigavatios de electricidad.

La inteligencia artificial no se exporta ni se maquila como los bienes industriales tradicionales. Se instala donde hay infraestructura, energía, y libertad para innovar. Si México no cambia su marco eléctrico, no atraerá ni desarrollará los centros de datos, laboratorios, servidores y ecosistemas digitales que requiere esta nueva economía. La IA no irá donde no hay electricidad ni agua.

La mayoría de los gobiernos aún debaten cómo regular los algoritmos, pero se han demorado en entender que regular la IA también implica regular el acceso a la energía. Aquí una vez mas EU se esta adelantando. Si México no corrige el rumbo, terminará como ha terminado en otras ocasiones: siendo consumidor, no creador. En esta ocasión el motor del desarrollo no será el petróleo ni el litio, sino la electricidad que alimente la inteligencia artificial. Sin energía, no hay milagro posible.

Nota: Por vacaciones esta columna regresará hasta la primera semana de septiembre. Nos reencontramos pronto.

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