Presidente del Comité Técnico Nacional de Finanzas Corporativas y Tesorería IMEF y Fátima Blanco Salazar, integrante de IMEF Universitario.
En los últimos años, la sustentabilidad ha cobrado un papel relevante en el entorno empresarial, impulsada por una creciente conciencia sobre los desafíos económicos, sociales y ambientales que se enfrentan alrededor del mundo. Este enfoque se ha consolidado mediante los criterios ASG (Ambientales, sociales y de Gobernanza) o ESG por sus siglas en inglés, los cuales sirven como guía para evaluar el apego a prácticas de inversión responsable de las organizaciones. Estas prácticas han sido adoptadas especialmente por aquellas empresas que cotizan en bolsa y los Bancos tampoco han sido la excepción.
En México, el compromiso empresarial con estos principios es cada vez más tangible, muestra de ello es el estudio sobre el impacto de la transición verde en el futuro del trabajo de la firma Manpower Group que revela que los empleadores que actualmente tiene planeado reclutar personal relacionado con habilidades y empleos verdes en México representan el 74%. Esto refleja que las estrategias sustentables están dejando de ser opcionales para convertirse en parte estructural de los modelos de negocio.
Conceptualmente los aspectos de gobierno corporativo y ambientales han sido los más fáciles de identificar y de entender, tanto para los implementadores como para los evaluadores, por ello en el Comité Técnico Nacional de Finanzas Corporativas y Tesorería del IMEF se decidió profundizar.
Con base a lo anteriormente mencionado, desde el ámbito social, las empresas desempeñan un papel fundamental en las comunidades donde operan. Más allá de su actividad económica, su responsabilidad radica en crear condiciones que impulsen el desarrollo local y fomenten la participación de la población. Esto se traduce en acciones como la generación de empleo digno, educación financiera, el respeto a los derechos laborales y el acceso equitativo a servicios básicos.
Al interior de las organizaciones también se ha transformado la manera de entender el bienestar laboral. El equilibrio entre vida personal y profesional, así como el trato justo y respetuoso ya no se perciben como beneficios adicionales, sino como aspectos esenciales para atraer y retener talento y para consolidar ambientes de trabajo saludables y productivos.
Complementariamente podemos asegurar que los Inversionistas Institucionales, Bancos de Desarrollo y Fondos de Capital, tanto locales como globales, se encuentran interesados en promover y medir cada vez más los impactos de carácter social, muestra de ello es que sus inversiones ya no solo van dirigidas a grandes corporativos, empresas de renombre o lideres de alguna región o sector, sino también están siendo dirigidas (directa o indirectamente) a empresas de reciente creación (“startups”), proyectos de coinversión entre gobiernos y privados o intermediarios financieros no bancarios (ej. arrendadoras o cajas de ahorro o vehículos de crédito) donde los indicadores financieros a medir son temas de: i) inclusión financiera, ii) empleabilidad iii) género iv) vulnerabilidad de la región y v) educación financiera.
Otra manera en que los Bancos de Desarrollo continúan apoyando a empresas de mayor tamaño es mediante el otorgamiento de garantías a los Bonos y Deuda emitida en mercados públicos, lo cual brinda una mejora en la calificación proveída por las Agencias Calificadoras y por lo tanto proporciona mayor certidumbre al público inversionista.
En el IMEF coincidimos que la transformación social a través de la sustentabilidad se concreta cuando las empresas alinean sus acciones con las verdaderas necesidades de las personas. Esto implica invertir no solo recursos económicos, sino también en tiempo, capacidades y compromiso humano, en iniciativas que impulsen el bienestar colectivo y el desarrollo sostenible.