Contracorriente

¿Y si no se ratifica el T-MEC?

Los líderes de las principales corporaciones de Estados Unidos le pidieron al gobierno de Trump que, al renovarse el T-MEC en 2026, se proteja a sus empresas de la “discriminación” de políticas mexicanas hacia empresas extranjeras.

¿Qué perdería México de darse el caso de que el T-MEC no fuera ratificado tras la revisión calendarizada para el 2026?

Las negociaciones para renovarlo pueden ser más costosas al cumplimentar exigencias del gobierno de Trump y de las corporaciones estadounidenses que tienen operaciones en México, que los eventuales beneficios para el país.

Las corporaciones exportadoras y la industria maquiladora son las beneficiarias directas de la liberación del comercio al mercado estadounidense. Desde 1994 rige un Tratado de Libre Comercio de América del Norte con el que México —como país— no consiguió acelerar el crecimiento de la riqueza, ni generar suficientes empleos, ni elevar las remuneraciones salariales.

El TLCAN fue la manera en que la industria mexicana debía insertarse en la economía global y modernizar la tecnología y elevar la productividad en ramas como la automotriz, la farmacéutica, la petroquímica y la electrónica. La economía se insertó en la economía de Estados Unidos, pero no se generalizaron los objetivos de modernización empresarial.

Desde la difusión del Consenso de Washington, en 1982, el gobierno de Miguel de la Madrid y luego el de Salinas de Gortari impulsaron una desregulación general de la economía mexicana, que, en 1994, al firmarse el TLCAN, era la novena en tamaño en el mundo.

Sin embargo, sostiene Arnulfo R. Gómez, experto en comercio exterior, “en el periodo 1995/2000 no hubo elementos que mejoraran la competitividad de nuestro país ni políticas activas para favorecer el proceso de ajuste al TLCAN”.

Como resultado, la economía de México se fue rezagando en crecimiento con respecto al que registraban Canadá y Estados Unidos; recurro a Arnulfo R. Gómez: “el tamaño de la economía canadiense en relación con México pasó de 109%, en 1993, a 121% en 2024; en el caso de EU pasó de 1,294% a 1,575%”.

Dicho de otra manera, la economía mexicana frente a sus socios se ha empequeñecido, pues si en 1993 representaba el 91.57% de la canadiense, en 2024 equivalía al 82.66% y, en el caso de EU, era de 7.73% y se ha reducido a 6.35%.

Sin embargo, a Trump le parece que, por medio del TLCAN, México se “aprovechó” de Estados Unidos (abuso que mide por el déficit comercial con nuestro país, que es sustancialmente por facturación de corporaciones estadounidenses que exportan desde aquí), y ha recalcado en todos los tonos que tendrá una lista de exigencias de modificaciones a la política económica del gobierno de la presidenta Sheinbaum que no permitirá que vuelva a ocurrir.

Por ejemplo, de esa lista; los líderes de las principales corporaciones de Estados Unidos le pidieron al gobierno de Trump que, al renovarse el T-MEC en 2026, se proteja a sus empresas de la “discriminación” de políticas mexicanas hacia empresas extranjeras en sectores como energía, telecomunicaciones, aviación y servicios de paquetería.

En un documento, dirigido a la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos, los firmantes, agrupados en la Business Roundtable —que reúne a unos 200 ejecutivos de empresas como Apple, JP Morgan Chase, General Motors y FedEx— piden también que se eliminen requisitos a su participación en las compras de gobierno.

Es decir, por citar solo esos dos temas, piden que se impida a México seguir políticas nacionales de fomento y protección al desarrollo de sectores estratégicos, como telecomunicaciones y energía, y que se les abra sin restricciones el mercado más fuerte de nuestra economía, que son las adquisiciones públicas.

De lograrlo, México contribuiría a proteger empleos estadounidenses, a fortalecer la manufactura y el crecimiento de la economía de Estados Unidos, más que la de nuestro país.

Ese es el sentido de lo que Trump ha dicho del T-MEC; es lo contrario a los afanes nacionalistas del gobierno de la presidenta Sheinbaum en conseguir una mejor integración de cadenas de valor en la economía, para generar más y mejores empleos, atemperar desigualdades sociales y conservar la estabilidad política.

Desde el gobierno de Miguel de la Madrid, México ha tenido como principal motor de crecimiento económico el sector exportador, que no se distingue por su integración a la planta productiva nacional; el contenido de lo hecho en México de las exportaciones de manufacturas, por ejemplo, era de 54.6% en 1995 y para 2020 había bajado a 51%.

Ya es hora de poner el énfasis en la modernización de las capacidades de producción orientadas al mercado nacional. Actualizar la política de sustitución de importaciones, vincular la ciencia y el desarrollo tecnológico a pequeñas, medianas y grandes empresas orientadas al mercado interno, y seguir fortaleciendo la capacidad adquisitiva de los salarios.

Para detonar el mayor crecimiento económico, el Plan México contempla alcanzar la soberanía energética —para que no sea una limitante de inversiones— en gasolina, diésel y turbosina, generar más electricidad y disminuir las importaciones de gas.

Se propone también alcanzar la soberanía alimentaria en cereales, oleaginosas y leguminosas, la cual se perdió por el error de haber incluido el maíz, trigo, arroz y frijol, entre otros alimentos, en el TLC de 1994 y en el T-MEC. De renovarse el T-MEC, será imposible sacar esos alimentos del tratado.

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